El sol apenas había asomado por el horizonte cuando George y Jonny se preparaban para partir. Jonny había decidido que era hora de que George enfrentara el mundo por su cuenta, pero con un propósito claro: ayudar a los necesitados y hacer justicia donde fuera necesario.
Antes de partir, Jonny le entregó un revólver diferente, uno que había estado guardando para un momento especial. Era un arma antigua, pero bien cuidada, con el nombre “Mutwing” grabado en el cañón. “Este revólver ha sido parte de mi vida durante mucho tiempo”, dijo Jonny con una voz cargada de emoción. “Ahora es tuyo. Úsalo bien, y recuerda lo que te he enseñado.”
George aceptó el revólver con respeto, sabiendo que no era solo un arma, sino un símbolo de todo lo que Jonny le había enseñado. Con una última mirada de gratitud, George montó su caballo y se dirigió hacia el horizonte, dejando atrás la cabaña que había sido su hogar temporal.
No pasó mucho tiempo antes de que George llegara a un pequeño pueblo llamado Dry Creek. Era un lugar polvoriento, con apenas una docena de edificios y una taberna que parecía ser el corazón del pueblo. George decidió que este sería su primer destino. Al entrar en la taberna, notó las miradas de los pocos hombres presentes. No era común que un forastero se quedara en Dry Creek, y menos alguien con la apariencia de George, joven y bien armado.
Se acercó al mostrador y pidió una jarra de agua. Mientras bebía, escuchó fragmentos de conversaciones que indicaban problemas en el pueblo: un grupo de forajidos había estado aterrorizando a los habitantes, robando ganado y saqueando las pocas tiendas. El sheriff del lugar, un hombre mayor y cansado, no había podido hacer mucho para detenerlos.
George sabía que esta era su oportunidad de poner en práctica todo lo que había aprendido. Después de escuchar más detalles, decidió hablar con el sheriff. Lo encontró en su oficina, un hombre de pelo gris y ojos cansados que lo miró con desconfianza.
“¿Qué te trae a Dry Creek, forastero?”, preguntó el sheriff, apoyándose en su escritorio.
“He oído que necesitan ayuda”, respondió George. “Estoy aquí para ofrecerla.”
El sheriff lo miró de arriba abajo, evaluando si este joven podría ser la solución a sus problemas. Finalmente, suspiró y le contó sobre los forajidos. Eran liderados por un hombre llamado Red Nolan, un pistolero sin escrúpulos que había formado su propia banda después de desertar de un grupo más grande.
“Han estado haciendo lo que quieren, y no tengo suficientes hombres para enfrentarlos”, confesó el sheriff. “Pero si estás dispuesto a intentarlo, no te detendré. Solo ten cuidado, Red Nolan es peligroso.”
George asintió y se dirigió hacia el lugar donde se sabía que los forajidos acampaban, un cañón cercano al pueblo. Durante el camino, recordó las lecciones de Jonny, especialmente sobre la paciencia y la importancia de no disparar sin razón.
Al llegar al cañón, George observó el campamento desde una colina. Los forajidos estaban desprevenidos, riendo y celebrando su último golpe. Podría haberlos atacado allí mismo, pero sabía que no era el momento adecuado. En su lugar, decidió esperar y observar, buscando el mejor momento para actuar.
Pasaron horas antes de que George hiciera su movimiento. Cuando finalmente lo hizo, fue con precisión y control. Derribó a dos de los forajidos más cercanos al borde del campamento, provocando el caos entre los demás. Red Nolan salió de su tienda, sorprendido por el ataque, pero antes de que pudiera reaccionar, George lo confrontó.
“Red Nolan”, dijo George con voz firme, “este pueblo ya no será tuyo.”
Red Nolan se rió, confiado en su habilidad para ganar cualquier duelo. Pero esta vez, George no era el novato que había sido antes. Con un solo movimiento rápido, desenfundó su arma y disparó, desarmando a Nolan antes de que este pudiera apretar el gatillo.
Los forajidos restantes se rindieron, viendo que su líder había sido derrotado. George los obligó a marcharse del cañón, con la promesa de que nunca regresarían a Dry Creek.
Cuando regresó al pueblo, fue recibido con vítores. Los habitantes estaban agradecidos y asombrados por la habilidad y valentía de George. El sheriff le dio un apretón de manos, reconociendo que este joven tirador había hecho lo que él no pudo.
Esa noche, mientras descansaba en la taberna, George supo que estaba en el camino correcto. Había cometido errores en el pasado, pero cada uno de ellos lo había llevado hasta este momento. Y aunque el camino por delante sería difícil, estaba decidido a continuar, llevando consigo las lecciones de Jonny y el legado de los Mutwing.
Después de las palabras del sheriff, George quedó pensativo. El sheriff, notando la expresión de George, le ofreció un trago y le dijo: "Parece que tenés preguntas, muchacho. Preguntá lo que quieras."
George aceptó el trago y, después de un sorbo, preguntó: "¿Cómo llegaste a ser sheriff de este lugar?"
El sheriff sonrió con nostalgia y comenzó a contar su historia. "No siempre fui un hombre de la ley, sabés. Cuando era joven, no era muy diferente a esos bandidos que ahora perseguimos. Crecí en un pueblo duro, donde cada hombre se las arreglaba como podía. Aprendí a disparar antes de aprender a leer, y no tenía miedo de usar mis habilidades para hacerme un nombre."
George escuchaba con atención mientras el sheriff continuaba: "Pasé mis primeros años vagando por el oeste, metiéndome en problemas y escapando de la justicia. Pero todo cambió cuando conocí a una mujer, Mary. Ella me hizo darme cuenta de que tenía que dejar esa vida atrás si quería construir algo real. Me establecí en este pueblo, y con el tiempo, el viejo sheriff me tomó bajo su ala y me enseñó lo que significaba ser un verdadero hombre de la ley."
El sheriff hizo una pausa, como si estuviera reviviendo esos momentos en su mente. "No fue fácil, pero con la ayuda de Mary, me convertí en el hombre que ves hoy. A veces, es necesario aprender las lecciones difíciles para convertirse en alguien mejor."
George, impresionado por la historia del sheriff, se sintió más motivado que nunca. "Gracias por compartir eso conmigo, sheriff. Me hace pensar que quizás hay esperanza para mí, después de todo."
El sheriff le dio una palmada en el hombro y respondió: "Nunca es tarde para cambiar, George. Pero recordá, el camino de un hombre de la ley es largo y está lleno de desafíos. Si estás dispuesto a enfrentarlos, puede que algún día seas el mejor tirador y el hombre justo que este oeste necesita."
La conversación continuó hasta bien entrada la noche, con el sheriff compartiendo historias de sus duelos, sus decisiones difíciles, y las personas que había conocido en el camino. George se dio cuenta de que, aunque aún tenía mucho que aprender, estaba en el camino correcto, y tenía la suerte de contar con mentores como el sheriff y Jonny para guiarlo.
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El Camino de Ojos de Águila
PertualanganEn las áridas tierras del Viejo Oeste, donde el polvo y el plomo marcan el ritmo de la vida, surge la historia de George Eddwarson, conocido por su temido apodo: Ojos de Águila. Desde su infancia marcada por tragedias y exigencias, hasta su ascenso...