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Renjun Na se sentó en el duro banco de madera de la iglesia, escuchando a medias mientras el pastor le hablaba a la congregación. Su atención se desvió del hombre de pie enfrente del púlpito hacia el brillante ataúd sólo a unos pocos pies de distancia. Dolor atravesó su pecho, robando su aliento y rompiendo el corazón de Renjun en un millón de pequeñas piezas. Él estaba congelado por el shock, incapaz de aceptar la verdad. Tomando jadeos cortos de respiración por la boca, Renjun trató de envolver su mente alrededor de lo que estaba ocurriendo, pero era imposible.

Su vida nunca volvería a ser la misma.

Los ojos de Renjun se llenaron de humedad, borrando su visión. No pasó mucho tiempo antes de que silenciosas lágrimas gotearan por sus mejillas. Quería dejar de lado el estricto control que tenía sobre sus emociones. Quería llorar histéricamente. Él quería levantarse y gritar por la injusticia de tener a su esposo arrancado violentamente de su vida.

Pero no lo hizo.

En su lugar, Renjun se quedó sentado en el banco, con las manos unidas firmemente en su regazo. Había una buena probabilidad de que si se soltaba ahora, nunca sería capaz de detenerse.

Mientras miraba el ataúd, la mente de Renjun vagó.

¿Cómo podía Jaemin estar ahí dentro? Él odiaba los lugares estrechos. Era claustrofóbico, aunque nadie más lo sabía. Jaemin ni siquiera podía dar un paso dentro de un ascensor sin sudar como loco y agarrar la barandilla metálica hasta que sus nudillos se volvieran blancos. ¿Estaba bien? ¿Estaba cómodo? ¿Estaba asustado?

La mayor parte de lo que Jaemin hizo era de alto secreto, y ya que Renjun no estaba en el ejército, no se le dio los detalles de la muerte de su esposo.

Desde los pequeños fragmentos de información que reunió, Jaemin había estado viajando con un convoy cuando una bomba estalló, matando parte del escuadrón e hiriendo a otros. Él nunca sabría exactamente lo que sucedió, y tal vez eso era una buena cosa. Él no necesitaba saber todos los detalles.

Renjun no había hablado con Jaemin en semanas. Su última conversación se reprodujo a través de su mente, avergonzándolo. Jaemin había estado en Afganistán, sirviendo a su país y luchando por la libertad, y Renjun había estado alterado. Él odiaba ser separado de su esposo por varios meses. Esta era la tercera misión de Jaemin y la separación estaba desgastando su relación.

Sacudiendo la cabeza, pensó de nuevo en su última conversación deseando poder retirar sus palabras.

///—Hey, bebé, ¿cómo está la vida en el mundo real?— la voz de Jaemin gritó a través de la estática.

—Sólo estoy trabajando. Ya sabes... lo mismo, siempre lo mismo. Te extraño— admitió. Él odiaba ir a dormir y despertarse solo.

—Yo también te extraño cariño. Estar tan lejos de ti es peor que la muerte.

—No digas eso— Renjun castigó, sacudiendo su cabeza —No hables acerca de la muerte, no cuando estás tan lejos de casa. Si te ocurriera algo...

—Nada va a pasar— dijo Jaemin con confianza.

—Mejor que no. Estoy esperando tu sexy trasero en casa en menos de un mes.

Uh... — él se detuvo.

—¿Qué?— preguntó Renjun, aunque ya sabía la respuesta.

Amán | SungrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora