seis

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Tres días después, Alma se había vuelto rápidamente parte de la rutina de María, la acompañaba por toda la embajada con su cámara, era como una sombra, pero también una agradable compañía.

Esa tarde María estaba grabando la entrevista con los muchachos de Escuela de Nada, por la mañana ya había hablado con un par de programas en CNN, uno en español, otro en inglés. La había acompañado en silencio mientras se tomaba un té para meditar, al rezar su rosario por la mañana, cuando escogía la ropa que iba a utilizar para cada entrevista a pesar de no salir de aquella sala.

Incluso sentía que había aprendido un par de cosas de etiqueta en esos días junto a la líder.

La muchacha estaba divagando de nuevo mientras miraba la pantalla de la cámara. Se había vuelto su pasatiempo favorito quedarse viendo y admirando a Maria Corina con la excusa de supervisar la grabación. No podía seguirse engañando con que admiraba su valentía y trabajo, la mujer era preciosa y punto.

Coño, sí que era preciosa.

Como se acomodaba el cabello cada cierto tiempo, los movimientos que hacía con sus manos, como se reía genuinamente a pesar de toda la tensión que llevaba sobre sus hombros. Era inteligente, era hermosa, era más que agradable, y era una mujer mayor y casada.

Eso era lo que necesitaba recordarse cada vez que su burbuja se inflaba demasiado y comenzaba a flotar alto entre ilusiones. Debía detenerse para conservar aquel importante trabajo.

— ¡Eso es pura paja! —exclamó la lider, con tanta indignación que logró sacarla de sus pensamientos.

Y también logró que Alma se riera.

— Ajá, ¿y a ti qué te da risa? —la retó la mayor, desviando su atención de la llamada por un momento para centrarse en ella, luego de un rato mirándola de reojo.

— Lo siento, —se disculpó con demasiada vergüenza.— no es por lo que hablaban, es que jamás pensé escucharte diciendo "paja". —María se rió de aquella declaración, y solo le guiñó un ojo en respuesta, mientras escuchaba la siguiente pregunta que le realizaban.

Ese gesto fue suficiente para que tuviera que desviar su mirada de la mayor hacia cualquier otra cosa.

Al cabo de unos segundos detuvo la grabación, estiró sus extremidades y le hizo señas a la mayor que iba a retirarse del lugar, a lo que María Corina contestó con un pulgar arriba.

Alma cerró la puerta con sumo cuidado buscando no hacer ruido, era un constante recordatorio que su trabajo se basaba en ser invisible, y debía esforzarse por lograrlo. Se limitaba a hacer preguntas cuando María le permitía entrevistarla, o cuando la mayor era quien iniciaba la conversación.

Ese estaba siendo un día largo con las entrevistas que ya tenía programadas, así que decidió que lo mejor era guardar sus preguntas para los siguientes días. Mientras tanto, se dirigió hasta la cocina del lugar con la intención de preparar algo de café para ambas, ya comenzaba a necesitar su dosis de la tarde, y seguramente María necesitaría algo con qué espabilarse antes de la próxima entrevista.

Cuando ya el café se estaba colando y Alma se encargaba de buscar el azúcar entre los frascos que habían en la despensa, María apareció, causando que la joven se sobresaltara.

— Ay, —se quejó la mayor al ver la reacción de la fotógrafa.— no me veo tan mal como para asustar.

— Disculpa, María. —dijo entre risas, mientras se ponia una mano en el pecho sobre su corazón acelerado.— Estaba distraída y no te escuché. Dios, que susto, —volvió a reírse, contagiando a la líder.— eres muy sigilosa.

close to you [mcm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora