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"Secreto revelado"

Me desperté sintiendo un dolor sutil recorriendo mi cuerpo, un recordatorio constante de la batalla que había tenido lugar. Al abrir los ojos, la luz tenue de la sala de enfermería me dio la bienvenida, y en medio de ese entorno familiar, sentí una extraña conexión. Algo me hizo girar la cabeza. Fue entonces cuando lo vi: James Potter, con su rostro relajado y su mano aferrada a la mía, como si mi bienestar dependiera de ese contacto.

La imagen era desconcertante. Allí estaba él, durmiendo en el suelo, con su cabeza apoyada en la camilla donde yo yacía. Nunca imaginé que ver a Potter en una posición tan vulnerable pudiera causar en mí una mezcla tan intensa de sorpresa y confusión. Intenté moverme, pero al hacerlo, él apretó mi mano con más fuerza, como si temiera perderme en el abismo del sueño.

En ese instante, una voz suave interrumpió mis pensamientos. Era Madam Pomfrey, quien se acercó con su habitual aire de tranquilidad. "Él se quedó toda la noche aquí", dijo con un tono sereno que contrastaba con el tumulto interno que sentía. "En ningún momento te dejó solo. Solo permaneció a tu lado, sosteniendo tu mano."

"¿Qué?" murmuré, atónito ante la revelación. La idea de que James Potter había elegido quedarse conmigo durante toda la noche era casi inconcebible. La rivalidad que había definido nuestra relación durante años parecía desvanecerse ante la realidad del momento.

"Incluso lo escuché susurrar tu nombre", continuó Madam Pomfrey con un leve brillo en sus ojos. "Te pedía que despertaras."

Una oleada de emociones me invadió: incredulidad, confusión y algo más. Miré a Potter mientras dormía; su expresión era pacífica, completamente ajena a las tensiones que habían marcado nuestra historia. ¿Podría ser que debajo de esa fachada arrogante había un ser humano capaz de preocuparse por mí? El pensamiento era desconcertante.

Mientras observaba ese momento frágil entre nosotros dos—él aferrándose a mi mano como si fuera un salvavidas—no pude evitar sentir una punzada de algo que se asemejaba a gratitud.

Con delicadeza, intenté soltar mi mano del agarre de James para no despertarlo; no quería romper el hechizo delicado que se había formado entre nosotros en esta habitación silenciosa. La enfermería estaba bañada por un suave murmullo del viento afuera y el latido constante del corazón en mi pecho.

Me quedé observándolo durante un rato, para ser honesto, era un cerdo idiota. Sin embargo, había algo en su aspecto que me resultaba inusualmente tierno y encantador; su cabello revuelto le daba un aire despreocupado que me irritaba y, a la vez, me fascinaba. Era un conflicto constante en mi interior.

Sentí cómo un calor comenzaba a subir por mi pecho, una sensación extraña que podría describir como mariposas revoloteando en mi estómago. Era complicado lidiar con esto, especialmente porque desde segundo año me había interesado en Potter. No había duda de que su corazón pertenecía a Lily; siempre que estaba con ella, él aparecía como un fantasma burlón, lanzando bromas y humillándome con cada palabra. Era como si disfrutara de mi sufrimiento, haciéndome sentir pequeño e insignificante.

Sin embargo, en mi mente comenzaba a gestarse una idea peligrosa: ¿podría ser que detrás de sus constantes provocaciones hubiera algún tipo de interés hacia mí? Tal vez era solo una ilusión que alimentaba mi deseo de ser visto, pero no podía evitarlo. Me gustaba pensar que había más en su comportamiento del que parecía a simple vista.

Mientras mis pensamientos giraban en torno a esta confusión emocional, vi cómo Madam Pomfrey se acercaba con una medicina en la mano. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y cariño mientras me ofrecía el frasco. "Toma esto, cariño", dijo con una suavidad que contrastaba con la frialdad del lugar. Sin pensarlo dos veces, llevé el frasco a mis labios y tragué la medicina de un solo golpe; el sabor amargo se instaló en mi boca, pero sabía que era necesario.

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