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"Broma fallida"

No creo poder sobrevivir a esto. Mi cuerpo se siente pesado, y no tengo ánimos de ir a clases, pero no quiero faltar. Con un suspiro resignado, me levanto de la cama y me pongo mi uniforme.

Al salir de las habitaciones, me encuentro con Lucius en la sala común.

"¿Has pensado en lo que te dije?" pregunta con una mirada intensa.

"Sí, pero prefiero ocultar el secreto " respondo, sintiendo un nudo en el estómago.

"Deberías considerar decírselo a Madam Pomfrey" insiste, su tono es grave y serio.

"Lo pensaré..." murmuro, mientras un torrente de dudas inunda mi mente. "Lucius, por favor, intenta que nadie se entere de esto... " le ruego, sintiendo la presión del secreto apretando mi pecho.

"Alguien más lo sabe?" pregunta él, su tono grave y serio me llena de inquietud.

"Solo tú y Regulus" su mirada se vuelve intensa, como si quisiera transmitirme la gravedad de la situación.

Respiro hondo, intentando calmarme. La idea de que este secreto pudiera salir a la luz es aterradora.

"Haré lo que pueda para mantenerlo a salvo, pero debes estar alerta. No podemos permitir que esto se convierta en un problema mayor" dijo de manera seria sonaba como una advertencia.

"bien... Iré al comedor" dije para salir de la sala común

Mientras caminaba hacia el comedor, mis pensamientos se perdían en un mar de reflexiones sobre cómo sería la vida lejos de mi padre, lejos de todo lo que conocía. Soñaba con un lugar tranquilo, apartado de la presión y las expectativas. La idea de encontrar paz en un mundo tan caótico era un anhelo constante en mi corazón.

Al entrar al gran comedor, una sensación de normalidad me envolvió, pero esa calma se desvaneció rápidamente. Un balde lleno de una sustancia extraña de color rojizo cayó sobre mí, y escuché esas malditas tres risas burlonas que resonaban en el aire: era el cerdo de James y los retrasados de sus amigos. Antes de que pudiera reaccionar, un ardor comenzó a invadir mi piel como si un ácido corrosivo estuviera siendo esparcido sobre mí. Mi ropa se desvanecía rápidamente, dejando solo una sensación de dolor intenso y desesperación.

Grité, sintiendo que el fuego se propagaba por todo mi cuerpo. Caí al suelo, revolcándome en un intento inútil por aliviar el sufrimiento. Miré a mi alrededor y vi a algunos estudiantes de diferentes casas, sus rostros llenos de preocupación mientras intentaban ayudarme. Algunos lanzaron un Aguamenti para sofocar las llamas imaginarias que me consumían, mientras otros corrían a buscar a algún profesor. La angustia me envolvía; la ropa desaparecía pero eso era lo menos importante en ese momento. El ardor seguía intensificándose, y cada segundo parecía una eternidad.

{...}

¿¡QUÉ MIERDA ACABO DE HACER!?

El plan había sido simple: una broma inofensiva entre comillas para humillar a Severus. Nunca pensé que esto podría llevarlo a un estado tan crítico. La culpa comenzó a ahogarme mientras los gritos de Severus se desvanecían en la distancia.

Cerré los ojos con fuerza, incapaz de soportar la escena que se desplegaba ante mí. Aún podía escuchar los gritos desesperados pero no sabía qué hacer. Cuando finalmente abrí los ojos, la imagen que vi fue devastadora: Severus estaba en el suelo, desmayado y vulnerable. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia él y lo cubrí con mi uniforme como si pudiera protegerlo del mundo exterior.

Cargué su cuerpo ligero pero frágil en mis brazos, como si fuera un objeto valioso que debía ser salvado a toda costa. Mi corazón latía con fuerza mientras corría hacia la enfermería.

Al llegar, Madam Pomfrey me miró con sorpresa y preocupación al ver a Severus en mis brazos. Sin poder articular palabra alguna debido al nudo en mi garganta, sólo pude balbucear su nombre con desesperación: "¡Severus! El-el-..." Pero las palabras no salían; el miedo me había paralizado.

Madam Pomfrey rápidamente comprendió la gravedad de la situación al ver su estado y sin dudarlo ni un instante, lo sacó de mis brazos con la destreza de alguien acostumbrada a manejar emergencias. Lo colocó sobre una camilla con rapidez y eficiencia mientras yo permanecía ahí, sintiendo como si el mundo se desmoronara a mi alrededor.

Mientras Madam Pomfrey comenzaba   curarlo, no podía evitar pensar en cómo había llegado hasta aquí. Todo lo que quería era escapar de la tormenta emocional que me rodeaba.

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