Capítulo 1| Ácrux

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Violeta Hódar

Disciplina y trabajo duro. De eso se trata la vida. Trabajar cada día para conseguir las metas que alguna vez te impusiste, que alguna vez te hicieron ilusión, que alguna vez le dieron algo de sentido a esto que llamamos vida. Si tienes claros tus objetivos, si no apartas el foco de lo realmente importante, podrás lograr cualquier cosa. No hay techos que te limiten, y si los hay, los rompes con un mazo. Los dos bustos de Goya que decoran mi estantería lo avalan.

Y es esa disciplina la que me lleva a despertarme antes de que los gallos crean que es oportuno empezar a cantar. Saludo a la luna con la misma sonrisa cansada de siempre y ella me ilumina con su luz para corresponder mis "buenos días". Me desquito de cualquier atisbo de pereza que mi cuerpo puede producir y me levanto de la cama para dirigirme a mi gran vestidor, el cual se encuentra medio vacío debido a mi reciente mudanza, solo pude traerme lo necesario cuando llegué a Barcelona desde la Gran Manzana. Doblo con cuidado mi pijama para vestirme con la ropa de deporte que elijo con buen ojo. Una vez que mi cuerpo está enfundado en un conjunto deportivo que ni siquiera sé cuánto cuesta, me voy al baño de mi dormitorio para atar mi corto cabello pelirrojo en un moño para que no me estorbe al correr. No me molesto en preparar un desayuno elaborado, solo bebo un vaso de agua y engullo una barrita energética cuyo sabor se asemeja al cartón.

Cuando me aseguro de que la música resuena en mis auriculares correctamente, abro el portón del que se supone que será mi nuevo hogar y salgo a correr alrededor de la manzana, no sin antes hacer los estiramientos propios. Beyoncé me canta al oído "your bloodstain's on my custom coutures" mientras mis pasos cada vez se vuelven más y más veloces. Mi cuerpo empieza a alterarse, ruborizando mis mejillas y haciendo que mi corazón palpite con fuerza, y me alegro, pues correr es lo único que puede producirme esas sensaciones que las películas románticas y la literatura clásica atribuyen a otro tipo de vivencias.

De vuelta a "casa", me meto en la ducha como una bala perdida, deseando limpiar mi cuerpo del sudor que lo cubre. Y esta es mi rutina de cada día. Me levanto cuando aún la luna se resiste a irse, admiro el alba mientras corro por los alrededores de mi casa de alquiler temporal, me ducho como corresponde y es entonces cuando desayuno mis tostadas con aguacate con el telediario rellenando los silencios que caracterizan mis paredes. Mañanas rutinarias que al ojo desconocido pueden parecer aburridas y repetitivas, al igual que un disco rayado, que reproduce la misma melodía sin descanso, pero con las que yo estoy conforme, es la mejor manera de organizar tus días y no dejarte llevar por cosas tan banales como la desidia.

El sonido de una llamada entrante me sobresalta, aún es muy pronto para que el mundo se despierte pero, al ver el nombre que ilumina mi pantalla, la sorpresa se esfuma. Martin Urrutia.

- Buenos días, Martin- Saludo con la voz más amable posible teniendo en cuenta las horas

- Buenos días, Vio. ¿Te pillo en mal momento?- ¿Desayunar sola en una casa enorme que ni siquiera he decorado es un mal momento?

- En absoluto- Termino de tragar el buche de café que había en mi boca- Cuéntame

- Me gustaría pasarme por tu casa para seguir revisando perfiles. No quiero que se nos eche el tiempo encima

- Me parece perfecto- Asiento con la cabeza incluso a sabiendas de que no puede verme

- ¿Te parece bien si voy en una hora?

- Aquí te espero, compi

- Vale. ¡Nos vemos!- Dijo a modo de despedida

- Chao- Cuelgo la llamada para levantarme de la mesa de comedor e ir de nuevo a mi vestidor para encontrar algo más adecuado para las visitas que el pantalón de chándal gris y top blanco que llevo

Está Escrito en las Estrellas | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora