Capítulo 3 - No eres tú, soy yo

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Cuando Zoro abrió los ojos por culpa de la alarma se dio cuenta del terrible dolor de cabeza que tenía. En cuanto Sanji se fue de su apartamento agarró una de sus botellas de whisky y se la tomó entera y ahora estaba pagándolo con una horrible jaqueca.

Se dio una ducha para despejarse, se hizo café y lo que supuestamente eran unos huevos revueltos con pan de molde. Su teléfono móvil otra vez batía su propio récord de nuevo y había 311 mensajes entre el grupo Mugiwara y otros chats individuales de todos ellos por separado preguntando cómo había ido el resto de la velada. Lo ignoró y decidió dejarlo en casa para luego poder fingir que se le había olvidado y no había podido responder.

Nunca funcionaba, pero él insistía en hacerlo cuando trataba de dar esquinazo.

Había sido un duro golpe para él que para Sanji solo fuese un polvo de una noche, aunque no el sorprendía, era tan guapo y carismático que podía tener a quien quisiese, esa sonrisa conquistaría hasta a los mismísimos reyes y les entregarían sus reinos sin pestañear. El rubio debía de estar acostumbrado a eso, por eso coqueteaba con tal facilidad con todos.

No esperaba que fuese a enamorarse de él en la primera cita... si es que a la fiesta se le podía llamar como tal, seguramente no, ya que apenas hablaron y el cocinero cuando vio que estaba perdiendo el tiempo al no conseguir lo que buscaba se fue y no volvió a saber nada de él. Zoro no era de muchas palabras, es cierto, pero tampoco tuvo la oportunidad de demostrar que era un buen tipo y que quería conocerlo mucho mas allá de una simple noche de diversión, Sanji era muy guapo, endiabladamente guapo, pero también dulce por lo que le había dejado entrever.

Estaba más devastado de lo que esperaba de alguien que apenas había visto en dos ocasiones, por lo que se encerró en casa y se centró en trabajar, entrenar y beber. Así estuvo más de una semana, hasta que finalmente, una vez que volvió después de la jornada, vio a Nami dentro de su casa con cara de pocos amigos esperando por él.

— Le di la copia de mi llave a Usopp para emergencias o por si perdía la mía ¿Qué haces aquí?

— Eres muy ingenuo si creías que no tengo la copia de llaves de cada una de vuestras casas. Ahora déjate de mierdas y cuéntame qué pasó.

— No hay nada que contar, bruja. — soltó su bolsa de deporte y fue a por una cerveza del frigorífico antes de sentarse en el otro sofá.

— Llevas doce días sin dar señales de vida y era probablemente que él tan simpático Sanji fuese al final un asesino en serie y estuvieses descuartizado por todo tu salón.

— Pasas demasiado tiempo con Robin y se te ha pegado su extraño y retorcido sentido del humor. — bufó molesto el peliverde.

— No tiene otras cuentas vinculadas a su Anstagram, me he pasado un buen rato buscándole en otras redes sociales y todas son privadas salvo Tander, ahí sí que tiene fotos suyas, el cabrón sale divino en todas.

— ¿Qué haces espiándole?

— Alguien tiene que hacerlo y tú seguías sin explicar nada. ¿Qué ha pasado? Y como digas que nada juro que te reviento la espinilla a patadas. — amenazó la pelirroja.

— Ya te lo he dicho, no pasó nada. — suspiró exasperado — Vinimos aquí, le ofrecí una copa y él se me tiró al cuello con ganas de follar.

— ¿Y eso para ti es "nada"?

— Era lo que él quería y al ver que no íbamos a darle al tema se largó. No he vuelto a saber de él.

— Vaya, sí que es directo. — se sorprendió Nami — Se le veía bastante caballeroso a pesar de ser tan coqueto con nosotras. ¿Seguro que no dijiste o hiciste nada más?

Adicto a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora