Capítulo 5: El primer girasol

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El primer encuentro con alguien que amas es como un pequeño susurro al destino, una melodía que se queda guardada en tu corazón; es aquella fuente llena de promesas, sueños y secretos.

Aunque a veces el destino también se esconde en aquellas cosas pequeñas, en los detalles que a veces suelen parecer insignificantes.

Es como una pequeña flor amarilla que un día aparece en tu vida para cambiarlo todo.

A veces, en la inquietud de las noches largas, en medio del silencio, cada pensamiento suele resonar en mi mente.

Me pregunto una y otra vez si mi papá, al traer aquel girasol, intentaba decirme algo tal vez más profundo. Supongo que esa fue su manera torpe y silenciosa de poder abordar aquel comentario que se hizo presente sin saber bien cómo afectaría mi mundo.

¿Era posible que, con ese simple gesto, estuviera tratando de tender un puente entre nosotros, uno que pudiera sanar lo que no se había dicho? O, por el contrario, ¿acaso era un intento desesperado de fingir que nada había pasado, de cubrir con pétalos amarillos el vacío que dejó aquel silencio?

Recuerdo aquel día como si fuera ayer, en que aquel girasol apareció en nuestro hogar; fue como un intruso amarillo en aquel patio desolado.

No hubo ningún evento grandioso, no existieron ceremonias ni palabras que marcaran la ocasión; únicamente, mi padre llegó a la casa con aquella pequeña flor y empezó a plantarla en la tierra seca y abandonada.

Nuestro patio, que hasta ese momento había sido un espacio olvidado, estaba lleno de hojas secas y rincones sombríos. De pronto cobró vida con la llegada de aquel girasol.

Mi padre lo plantó con una delicadeza que nunca antes le había visto. Me contó que en la cultura china, el girasol simboliza una larga vida y buena suerte. Me dijo que quería que esa flor nos acompañara, que fuera un pequeño recordatorio de que siempre habrá un rayo de sol que nos guíe.

Fueron aquellas palabras grabadas en mi mente. Era raro que mi padre me compartiera ese tipo de sabiduría. En ese momento, sentí que el girasol representaba algo más para él, fue como algo que no podía expresar con palabras.

Era la primera vez que veía aquella flor con su tallo alto y fuerte; parecía una corona de pétalos vibrantes con su centro oscuro y misterioso. Me resultaba extraño.

Con el paso del tiempo, aquel girasol se empezó a convertir en algo más que una simple planta en nuestro patio. Cada vez que lo veía, me recordaba aquella conversación no dicha con mi padre. Me llegué a cuestionar si él lo sentía también de esa forma.

Pero a pesar de todo, algo no se sentía bien; seguía recordando aquella ocasión en la que sentí que iba a estar rumbo a una escuela militar, recordaba sus miradas juzgándome.

Aunque también me pregunto por qué mi padre actuó de esa manera y de pronto trajo aquel pequeño girasol, y por qué me contó algo de la cultura china. Mi madre, por otro lado, no estaba de acuerdo con la planta que trajo mi padre.

Recuerdo que incluso tuvieron una discusión por esa flor, que significa también amor. No pude escuchar mucho sobre el porqué pelearon; únicamente escuché a mi madre mencionar el nombre de Ro.

Por años llegué a estar molesto con mi padre, por el simple hecho de haber pensado que Ro era su amante, pero nunca más la volvieron a nombrar y nunca más volvió a haber un girasol en la casa.

A pesar de que ya han pasado exactamente 10 años de todo ese suceso, aún tengo esa curiosidad por averiguar más sobre Ro y no es por el hecho de que quiera que mis padres se peleen.

De hecho, no lo había pensado, pero ahora que lo escribo, me pregunto si averiguo quién es Ro y la traigo de vuelta en sus vidas, ¿se les olvidará el hecho de que su hijo es gay y tal vez pueda regresar con Li?

Me pregunto si eso sería posible. Realmente ya no quiero seguir ocultando esto; quisiera caminar libre por las calles de California, caminar al lado de Li mientras disfrutamos de los increíbles paisajes que hay.

No creo que, después de todo lo que pasó, él quiera volver a verme. Simplemente terminé con él y no he tenido el coraje de prender mi celular.

Aún no estoy preparado para escuchar su voz, ver sus mensajes y las llamadas perdidas. Si algo escucho o leo, seguramente le prometeré arreglar todo y estar con él pronto, aunque sabemos que eso está difícil de ocurrir.

Sabía que prender mi celular estaba mal; algo en lo profundo de mi corazón me decía que no lo hiciera.

La luz de la pantalla al encenderse iluminaba las lágrimas que fluían, y el peso de mis decisiones en estos días se hacía cada vez más evidente. Lo extraño demasiado y es algo que no se puede evitar, y menos con la distancia.

Necesito poder escuchar su voz, sentir su presencia, aunque sea por una llamada. Prometimos estar juntos durante mucho tiempo y ahora siento que fallé, que he roto un corazón que no merece sufrir.

Prometí no volver a buscarlo, fingí pensar que mi teléfono dejó de existir. Simplemente no puedo hacerlo; la soledad me está consumiendo y el vacío que siento después de su ausencia es demasiado grande. Cada día que estoy lejos de él se siente como un frío invierno y las noches parecen eternas.

Llamando a L💕

Mientras escucho el sonido de la llamada, susurro con tristeza y desesperación: "No contestes". Era como si ese simple susurro me estuviera protegiendo de un dolor mayor, aunque sabía que este acto de debilidad es una traición a aquello que prometí anteriormente.

El tono de la llamada seguía repitiéndose una y otra vez; era como un recordatorio de todo aquello que había perdido por cobarde. La angustia me abrazaba, mis pensamientos me decían que colgara y apagara el celular, pero finalmente contesté y pude escuchar su voz.

La voz de Li era como un refugio, el lugar donde podía ser yo mismo y estar a salvo. Oír su voz era como una melodía al corazón que conocía demasiado bien.

—Ni... ¿eres tú, mi Nil? —dijo Li, y esas palabras se sintieron como una puñalada en el corazón.

—Li —susurré, mi voz se escuchaba temblorosa, llena de tristeza y culpa—. Perdóname.

El silencio que continuó fue demasiado abrumador. Recordé aquel momento en que nos conocimos; el tiempo se detuvo y en ese espacio mi corazón se estaba desmoronando. No sabía qué decir.

Podía escuchar su respiración, y en ese momento, mis lágrimas caían sin control por mis mejillas.

—¿Por qué? —preguntó Li, y su voz estaba llena de tristeza—. ¿Por qué te alejaste... por qué después de días me llamas?

No sabía cómo responder. Las palabras estaban atascadas en mi garganta; estaba en un abismo lleno de recuerdos que empezaban a romperse a causa de mis padres.

—Lo siento, mi Li —mi voz sonaba como un susurro—. Lo hice porque pensé que era lo mejor para ti. Mereces conocer a alguien que sea igual de valiente que tú y que te ame así como yo... mereces ser feliz —susurré, empezando a sollozar.

Pasaron los minutos y el silencio nos volvió a envolver. Cada segundo que pasaba sin que ninguno de los dos hablara se sentía eterno. Fue entonces que Li habló, alejando aquel silencio.

—No sé qué decir —susurró con un tono triste—. Porque no puedes ser tú... yo no necesito a alguien valiente como según tú soy. Te necesito a ti... yo puedo ser valiente por los dos, mi Nil.

Y lo era. Todo este tiempo él había sido valiente por los dos, más de lo que yo había sido en años.

—Lo siento, mi Li —susurré, y con un nudo en la garganta colgué la llamada y apagué el celular.

𝓔𝓵 𝓪𝓶𝓸𝓻 𝓮𝓷 𝓽𝓲𝓮𝓶𝓹𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓰𝓲𝓻𝓪𝓼𝓸𝓵𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora