𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

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Me enamoré de una persona de la cual estaba prohibido enamorarse. La única regla que tenía mi familia la he roto por completo.

Pero ¿cómo le explico a mi corazón que este amor no podrá ser y que deberé decirle adiós antes de que las cosas empeoren?

Creo que mi hermano empieza a sospechar que algo está pasando. Estoy metido en un gran lío a causa de los girasoles.

¿Quién hubiera pensado que una flor tan hermosa podría causar problemas tan serios en el amor?

Los girasoles, con su belleza radiante y su encanto inigualable, se han convertido en el símbolo de mi dilema.

Cada vez que los veo, me recuerdan lo que podría ser y lo que no puede ser. Mi corazón late más rápido con solo pensar en él, en esa persona prohibida que ha capturado mi alma.

Pero la realidad es dura, y sé que debo ser fuerte. A pesar de este amor intenso que siento, tengo que proteger a mi familia y respetar nuestras reglas.

Decir adiós será lo más doloroso que haya hecho, pero a veces, el verdadero amor significa dejar ir.

Quizás, en otro tiempo y lugar, los girasoles no traerían complicaciones, sino solo felicidad.

Hasta entonces, tendré que guardar este amor en lo más profundo de mi ser y seguir adelante, con la esperanza de que algún día mi corazón pueda sanar.

Pero ¿cómo se sana un corazón roto que no puede dejar de creer en el amor? Quisiera entender en qué momento cambió todo.

¿Desde cuándo mis padres volvieron a tener el control de mi vida? Necesito regresar y ser libre en Los Ángeles, donde nadie me conoce, donde el amor no está prohibido, donde puedo sonreír libremente sin preocuparme por el "qué dirán".

Me duele pensar en cómo este amor tan puro y verdadero se ha convertido en una fuente de conflicto y dolor.

Mi corazón sigue creyendo en el amor, anhelando esos momentos de felicidad sin restricciones.

En Los Ángeles, puedo ser yo, caminar por las calles sin rumbo fijo, con una sonrisa sincera y sin temer a las opiniones, puedo amar sin barreras, sin miedo y verdaderamente libre, se puede amar sin barreras, reír sin miedo, y ser libres como los girasoles.

Mis padres, con sus reglas y expectativas, no entienden lo que mi corazón siente. Han recuperado el control de mi vida, imponiendo sus deseos sobre los míos.

Pero dentro de mí, sigue viva la esperanza de encontrar un espacio donde mi amor no esté condicionado, donde pueda florecer sin restricciones, un lugar en donde mis padres me acepten y no uno donde me quieran cambiar.

Quiero volver a ser esa persona libre, que cree en la magia del amor y en la belleza de los sueños. Quiero escapar a un lugar donde pueda respirar sin presión, donde pueda ser verdaderamente feliz.

Necesito Los Ángeles, con su promesa de libertad, para sanar mi corazón roto y redescubrir la esencia del amor, necesito regresar a esa vida que tenía antes de que mis padres se enteraran de la verdad.

En un abrir y cerrar de ojos las cosas en lugar de cambiar regresan a como eran antes, volví a tener 10 y estoy encerrado en un espacio pequeño en donde la única manera de salir es ocultar quien soy y fingir ser alguien más para ser aceptado en una familia que se avergüenza de mí.

Duele tener que fingir ser alguien que no soy, pero más duele que las personas que se llaman tu "familia" te den la espalda.

A veces me pregunto si fuera un asesino o un ladrón, ¿estarían orgullosos de mí o seguirían avergonzados de llamarme su "hijo"?

Mi cuarto, que debería ser mi refugio en esta casa, ha llegado a su fin junto con la poca privacidad que me quedaba. Desconfían tanto de mí que decidieron quitar la puerta.

¿Qué pasará el día en que descubran la verdad completa? ¿Se sentirán tristes y enojados con ellos mismos por su trato hacia mí, o simplemente dirán que es mi culpa?

En Los Ángeles podía usar sudaderas sin temor a ser cuestionado, ya que el clima frío y fresco me ayudaba. Pero el calor que a veces hace aquí me hará sufrir al intentar ocultar las marcas y heridas que en mi cuerpo se reflejan.

Las heridas que más me importan y que duelen son aquellas que no se ven, pero que sin lugar a dudas van dejando marca en nuestro ser.

Escribir en mi teléfono es algo incómodo, yo soy más de escribir en una libreta, pero no es seguro hacerlo así, ahora mi refugio será mi celular, es donde mis miedos, pensamientos y secretos estarán ocultos.

Me pueden decir Nil, tal vez en algún futuro revele mi nombre, tengo 20 años y por primera vez estaba viviendo mi vida a mi manera en Los Ángeles estudiando marketing.

Ahora, debo regresar a casa, lejos de mi sueño, lejos de mi libertad, mi primer amor y mi primer corazón roto se encuentra estudiando en la universidad de California, si mis padres se enteran no sé cómo vayan a reaccionar, ellos creen que debo esconder mis verdaderos sentimientos, mis gustos, mi verdadera identidad, pero yo necesito ser libre.

Me pregunto, si me hubieran visto tomado de la mano con una chica, tal vez hubieran reaccionado de una manera diferente, ¿Qué diferencia existe en amar a un chico o a una chica? Acaso amar sin importar el género es un pecado.

A veces, cuando cierro los ojos y dejo que los recuerdos se deslicen en mi mente, me encuentro navegando por un laberinto de emociones y confusiones. Entre susurros y ecos, vuelvo a esos días en los que éramos jóvenes, inexpertos y llenos de sueños. Los recuerdos se entrelazan como girasoles en un campo interminable, girando hacia la luz de lo que alguna vez creímos que era la promesa de un futuro brillante.

Recuerdo a aquellos chicos menores, con sus risas contagiosas y sus miradas llenas de esperanza. Éramos un grupo de almas perdidas y encontradas, buscando nuestro lugar en un mundo que parecía tan grande y tan desconocido. Los girasoles eran nuestros guardianes, testigos silenciosos de nuestras tardes despreocupadas y de los secretos compartidos bajo el cielo azul.

A veces, en medio de la confusión, me siento atrapado en un laberinto de incertidumbres. Cada giro y cada vuelta parecen llevarme a un rincón diferente, donde los recuerdos se entrelazan con las dudas y las preguntas sin respuestas. El eco de las risas de aquellos chicos menores y el calor de los girasoles parecen ser las únicas cosas que me mantienen anclado a una realidad que a menudo se siente escurridiza y difusa.

El laberinto de mi mente a veces me lleva de regreso a esos momentos de simplicidad, donde el futuro parecía una promesa y el presente estaba lleno de posibilidades. Las tardes bajo el sol, rodeado de girasoles que se inclinaban como si quisieran compartir nuestro entusiasmo, son recuerdos que brillan con una luz suave y cálida. Sin embargo, el camino hacia esos recuerdos a menudo se siente difuso y confuso, como si cada giro en el laberinto trajera consigo un nuevo desafío y una nueva forma de ver las cosas.

A medida que los años pasan, los recuerdos se vuelven fragmentados, a veces borrosos, pero los girasoles siempre permanecen claros en mi mente, símbolos de una época de inocencia y alegría. Aunque el laberinto de la vida puede ser complicado y enredado, esos momentos compartidos con los chicos menores y el resplandor dorado de los girasoles me recuerdan que, a pesar de las confusiones y las incertidumbres, siempre hay belleza en la búsqueda de nuestra propia verdad y en la conexión con los demás.

En este viaje a través del laberinto de mis recuerdos, me encuentro encontrando consuelo en la certeza de que, aunque las cosas puedan ser confusas y el camino puede ser incierto, el calor de los girasoles y la risa de aquellos días nunca desaparecerán por completo. Son las estrellas que guían mi camino, recordándome que la belleza y la claridad siempre pueden encontrarse, incluso en los lugares más oscuros y complicados.

𝓔𝓵 𝓪𝓶𝓸𝓻 𝓮𝓷 𝓽𝓲𝓮𝓶𝓹𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓰𝓲𝓻𝓪𝓼𝓸𝓵𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora