Han pasado dos semanas desde que mis padres decidieron alejarme de Li. Su idea de separarnos fue impulsada por los prejuicios antiguos de la sociedad, lo cual ha dejado mi corazón hecho pedazos.
Desde que tuve que regresar a casa de mis padres, me la he pasado en mi habitación casi todo el día encerrado, sin ánimos de salir o de reencontrarme con mis viejos amigos. Desde que dejé de verlo, creo que he perdido unos cinco kilos; la tristeza me ha quitado el apetito y las ganas de salir.
Mis padres, en su afán de protegerme de lo que ellos consideran "influencia negativa", me quitaron mi único medio de comunicación con Li: mi antiguo teléfono, lleno de mensajes y fotos que en su momento me dieron alegría, fue reemplazado por uno nuevo donde su número se encontraba bloqueado.
La distancia que ahora existe entre nosotros no solamente es física, sino también emocional. Aunque estoy casi seguro de que él está teniendo el apoyo de su familia y amigos, mientras que yo estoy en un lugar con personas donde no soy aceptado. Supongo que así serán las cosas de ahora en adelante.
Mi madre, desde que me llevaron a casa, me mira con desaprobación. Creo que ella hubiera preferido que robara un banco a enamorarme de alguien de mi mismo sexo.
Mientras que mi padre, las pocas veces que me ha visto a los ojos, es como si quisiera decirme algo, pero no me ha dirigido la palabra; solamente me habla para lo indispensable.
Por primera vez desde que todo esto ocurrió, salí de mi casa. Supongo que es momento de aceptar las decisiones equivocadas y empezar a estudiar otra carrera en esta universidad. Al parecer, así será todo: vivir una vida que no quiero.
Caminar por los pasillos de esta escuela es como si estuviera caminando por un desierto emocional. Cada sonrisa, cada conversación ajena parece una burla cruel a mi dolor. Los estudiantes se agrupan, charlan, ríen y yo me siento como un extraño en un mundo que no comprende mi tristeza.
La soledad en medio de la multitud es abrumadora, un eco constante de lo que me ha sido arrebatado. Aún recuerdo el último día que pasé con Li; la mañana estaba llena de sol, hablábamos de nuestros sueños y de un futuro juntos viviendo en Italia, pero ahora eso parece lejano. Su risa contagiosa y sincera fue la melodía que me acompañó en esos momentos.
Pero esos recuerdos ahora son como una carga, una prueba constante de lo que ya no tengo. Cada vez que cierro los ojos, esos días felices me parecen aún más distantes, como un sueño que nunca volveré a alcanzar.
Las horas en la nueva escuela parecen interminables; mi mente no logra concentrarse y regreso a los momentos que una vez fueron llenos de vida.
Estoy sentado solo en un rincón del patio, observando a las demás personas interactuar. La sensación de ser extraño en un mundo donde antes yo existía se convierte en un limbo entre el pasado y el presente, sin saber cómo lograr avanzar.
Los recuerdos de Li son mi refugio y a la vez mi tortura. A veces, en un intento desesperado de estar cerca de él, busco en un cajón donde guardé una foto de Li que atrás tiene un mensaje que logré traerme y guardar muy bien en un lugar donde sé que mis padres no revisarían.
Escucho a mi padre llamando para que baje, pero se supone que mis padres regresan más tarde por sus trabajos. Me apuro a guardar rápidamente la foto; es mi único recuerdo con Li y no quiero perderla.
—Dime, padre —respondí mientras bajaba las escaleras.
Mi padre me miró y me dijo:
—Vamos al jardín; tenemos un girasol que plantar.
Lo miré extrañado.
—Hay un montón de flores en el mundo, ¿por qué insistes en plantar un girasol? —lo seguí rumbo al jardín.
—Lo sé, Nil, pero es una flor bonita y su color amarillo, aún más —empezó a plantar el girasol—. Sabes que tus abuelos vienen de visita.
—Me regreso a ver.
—Suspiré profundo.
—De maravilla —susurré—. Vienen un día y se van, como es su costumbre, ¿verdad? —lo regresé a ver.
—En realidad no —me miró como si sus ojos trataran de decirme algo—. Se van a quedar una semana, Nil. Se quedarán en tu cuarto y, bueno —dejó de plantar y me miró—, tú te quedarás con nosotros en nuestro cuarto.
—De maravilla —susurré mientras pensaba que las cosas no podían ir peor; algo nuevo iba surgiendo.
No recuerdo mucho de lo que pasó, pero por algún motivo desperté en la cama de mi cuarto. No sé qué me preocupa más: el hecho de saber qué sucedió o el temor a que hubieran descubierto las heridas de mi muñeca.
He de pensar que el sol hizo que me desmayara, o tal vez fue la mezcla de varias cosas acumuladas que tengo en mi interior. También debo sumar la visita de mis abuelos y la estancia en el cuarto de mis padres, donde queda el espacio personal.
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𝓔𝓵 𝓪𝓶𝓸𝓻 𝓮𝓷 𝓽𝓲𝓮𝓶𝓹𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓰𝓲𝓻𝓪𝓼𝓸𝓵𝓮𝓼
Ficção Adolescente¿𝑪𝒓𝒆𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒂 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂?, 𝒔𝒆𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒗𝒂𝒍𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒚 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒕𝒂𝒏 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒐𝒔𝒐 𝒚 𝒍𝒊𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆𝒏𝒊𝒂𝒔, 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒖𝒔 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔 𝒔𝒖𝒑𝒊𝒆𝒓...