𝐢𝐯. última oportunidad

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Julieta estrechó la mano del futbolista con fuerza con su mejor sonrisa fingida

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Julieta estrechó la mano del futbolista con fuerza con su mejor sonrisa fingida. Jude le devolvió el apretón con una sonrisa sincera.

Duraron unos segundos más de lo normal con las manos entrelazadas, en una guerra de miradas en las que Julieta intentaba transmitirle los mil y un insultos que le pasaban por la cabeza.

Tras un leve carraspeo, Julieta volteó para saludar cordialmente a la madre del futbolista.

—Encantada de conocerla, espero que disfrute del partido y si necesita cualquier cosa estoy a su disposición —comentó con amabilidad mirando únicamente a Denise, quien le dedicó una sonrisa y procedió a sentarse cerca de la familia Tchouamení.

Contando hasta diez, Julieta se mantuvo rígida en su lugar esperando a que el británico se fuese. En su lugar, Jude la miraba con nerviosismo, sin intención de moverse de ahí.

—Me gustaría hablar contigo—oyó que susurraba.

—Estoy trabajando—contestó de manera cortante.

Ni siquiera se volteó a verle, mantenía la mirada fija hacia delante, observando el partido que ahora le parecía lo más interesante de toda la noche.

—Me comporté como un imbécil el otro día...

—¿Solo el otro día? —susurró de vuelta ella con un tono que mostraba su molestia.

Jude inspiró profundamente. Sabía que el orgullo de la morena era grande, pero no se lo estaba poniendo fácil.

—Varios días—rectificó a regañadientes.

La sonrisa de satisfacción de Julieta duró pocos segundos, aunque Jude pudo verla por el rabillo del ojo. Con su ego golpeado incontables veces gracias a Julieta, retomó la conversación.

—Quiero pedirte disculpas.

El corazón de Jude palpitaba con intensidad, pero se saltó unos latidos al escuchar la respuesta de la morena.

—No las acepto.

Coincidencias de la vida, el estadio se llenó de gritos de júbilo por el gol del Madrid. A pesar del bullicio que los rodeaba, el mundo de Jude estaba estancado en las palabras que la morena le había dicho.

—Bromeas, ¿no?

Había estado dándole vueltas todas las noches, intentando pensar en un momento en el que coincidir para poder disculparse. Sus compañeros de equipo habían tenido que aguantarle de un humor de perros. ¡Incluso le había pedido ayuda a Aure para tener cinco minutos junto a ella!

Todo para que Julieta fuese tan increíblemente tozuda y negase su perdón.

—Contéstame a una pregunta y puede que cambie de opinión—Julieta giró el rostro y por fin observó la cara incrédula del británico—. ¿Por qué te importa tanto mi perdón? Soy una camarera más en uno de los miles clubs que hay por Madrid.

THE ALCHEMY || Jude BellinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora