❝ Where's the trophy? He just comes, running over to me
¿Dónde está el trofeo? Él viene corriendo hacia mí ❞
A Julieta no podía darle más igual quien le pidiese una copa, siempre y cuando luego obtuviese una buena propina. Por otro lado, el aclamado...
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Como bien había predicho, un accidente en la carretera la hizo llegar tarde. Conocía el barrio de La Finca por lo lujoso que rumoreaban que era, y su coche más viejo que ella no era algo que pasaba desapercibido entre tanto lujo.
Revisó varias veces la conversación con Camavinga, asegurándose que la casa que tenía en frente era la correcta. Julieta bajó la ventanilla del conductor y picó al interfono de la vaya como bien le había indicado el francés.
Al instante, un hombre del tamaño de un armario salió de detrás de la valla. Llevaba los dos primeros botones de la camisa desabrochados, marcando exageradamente los pectorales que Julieta juraba que serían del tamaño de su cabeza.
—Hola, ¿esta es la casa de Edu? —habló con voz amable, deseando internamente que le dejase pasar—. Edu me dijo que debía guardar el coche en el garaje porque en la zona no se permite el aparcamie...
El hombre la observó con una mueca de desagrado que augmentó al analizar el coche de la morena.
—El garaje está lleno—la interrumpió con brusquedad.
Y una mierda. Apretando con fuerza el volante, Julieta forzó aún más la sonrisa. Cuestionándose si valdría la pena discutir con el segurata orangután, intentó volver a dialogar.
—Deja ya de fingir y vuelve por donde has venido, fanáticas de mierda...
Como si no fuese más que una mosquita muerta, volvió a lanzarle una cara de asco que Julieta se vió obligada a no golpearle.
—Mira, creo que no nos estamos entendiendo, no quiero tener que llamar a Edu y joderle la fiesta así que...
El puño del hombre se estampó contra el cristal con la fuerza necesaria para sobresaltar a la morena e interrumpir su ofrenda de paz.
—Si en dos minutos no te has ido, te sacaré por la fuerza— habló con voz grave con intención de intimidarla.
Que poco sabía él que Julieta Bejarano no era alguien fácil de intimidar.
Un orangután como ese no iba a ofenderla de esa manera. Julieta se bajó del coche y justo cuando el hombre iba a cerrar la puerta, puso su pie impidiendo que esta se cerrase por completo.
—A ver capullo a mí me hablas bien o la tendremos—Julieta habló con lentitud sin perder la sonrisa—. Seguro que tienes por ahí alguna lista de invitados, a no ser que seas tan inepto en tu trabajo que ni la hayas mirado.
Antes de que pudiese decirle algo, Julieta alzó su mano y la plantó casi en la cara del orangután.
—Pero no te preocupes, ahora mismo llamo a Edu para que te explique cómo hacer tu trabajo.