Capítulo 4

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Un bebé que creció sin ser deseado.

Erynn estaba en el baño de su oficina, las manos temblorosas mientras sostenía el pequeño test de embarazo. Había pasado días ignorando las señales, atribuyendo la fatiga y las náuseas al estrés del trabajo, al peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros desde la muerte de su padre. 

Pero cuando la prueba mostró un resultado positivo, el mundo pareció detenerse.

El silencio del baño se hizo insoportable. 

Erynn sintió que el aire se volvía denso, dificultando su respiración. Una mezcla de emociones lo inundó: sorpresa, miedo, pero también una chispa de alegría que se encendió en su pecho. Siempre había soñado con tener una familia, con construir algo hermoso junto a Sekvan, y ahora, ese sueño parecía al alcance de su mano.

Con el corazón latiendo con fuerza, Erynn decidió que no podía esperar más. Salió del baño, tomó su abrigo y se dirigió a la oficina de Sekvan. Necesitaba compartir la noticia, deseaba ver el rostro de su esposo iluminado con la misma felicidad que sentía en ese momento.

En el camino, al dar una vuelta en el pasillo de las oficinas ejecutivas, Erynn se golpeó contra Rives, el impacto lo desestabilizó y pronto sintió la firme mano del alfa en su espalda. 

Un escalofrío lo erizó desde los pies hasta el último cabello, su aroma sacudiendo sus feromonas empalagosas por el embarazo, justo como cuando su Alfa le mostraba protección.

—¿No te dijeron nunca que no había que correr en los pasillos? —rebatió Rives sin apartar su mano.

—¿Por qué me siento un niño de primaria regañado? —contestó divertido Erynn, luego se mordió los labios, dándose cuenta de la cercanía con la que trataba a Rives y que ya no era adecuada en el contexto de su ahora relación.

Rives olfateó el ambiente, frunció el ceño. 

—Erynn... ¿estás?

Rives miró evidente hacia su abdomen aunque aún no había ningún tipo de volumen que delatara su condición. Erynn instintivamente se sonrojó.

—Oh Dios... ¿Ya es muy obvio? ¿Cómo puedes saberlo tan rápido? 

Rives lo soltó, puso dos pasos de distancia. Erynn se arregló el suéter y bajó la vista, desde aquél rechazo ya no era fácil hablar sin la incomodidad de por medio.

—Tu olor... felicidades, tu alfa debe estar muy feliz. 

—Gracias... 

Rives lo flanqueó y se alejó sin darse la vuelta, aunque parecía sincero, era inevitable que sus palabras tuvieran una fría cordialidad. Le dolió un poco pensar que, si aún fueran amigos, aquella habría sido la situación perfecta para un abrazo de sonrisas sinceras.

No lo decía en voz alta, pero culpaba un poco a Rives por confesar sus sentimientos y con ello truncar la amistad que pudo ser magnífica entre ellos.

Sin pensarlo más, siguió el camino a la oficina de su esposo.

Cuando llegó, golpeó suavemente la puerta antes de entrar. Sekvan estaba detrás de su escritorio, inmerso en los planos y documentos del proyecto Phoenix. Ni siquiera levantó la vista cuando Erynn se acercó.

—Sekvan, necesito hablar contigo —dijo Erynn, tratando de mantener la calma en su voz, pero no pudo evitar que una ligera sonrisa asomara en sus labios.

Sekvan finalmente levantó la mirada, su ceño fruncido por la concentración se suavizó un poco al ver a Erynn. Se inclinó hacia atrás en su silla, entrelazando los dedos.

Transmigré en un omega abandonado | Agencia de transmigración #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora