Capítulo 1

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—No hago obras de caridad, Erynn —dijo Rives, el alfa líder del departamento de desarrollo de RCA, su voz fría mientras sus dedos presionaban el mentón del omega—. Y es un favor muy grande el que me estás pidiendo. 

Erynn se muerde los labios. Sabía que no sería fácil convencerlo, pero no tiene otra opción y la palabra desesperado se quedaba corta para su situación. 

—¿Qué tengo que hacer para que me ayudes? —musita sosteniendo la mirada avellana del alfa, el olor del hombre tensándolo con territorialidad amaderada.

—¿Cómo sé que no es otra treta de ese cabrón que tienes por prometido? ¿Es algún jueguito entre los dos? —pregunta soltando a Erynn con un rasgo de violencia.

—¡No! No... Sekvan... yo... quiero separarme de él también, quiero anular el compromiso.

Rives frunce el ceño, unos segundos después una sonrisita sarcástica se pinta en sus labios.

—¿Qué tan imbécil luzco, eh? ¿Crees que podrás engañarme con esa inocente boquita de nuevo? —escupe.

Erynn aspira.

—Te juro que no estoy más con Sekvan. ¿Qué puede demostrártelo?... 

Algo oscuro brilla en los ojos de Rives cuando escucha su pregunta.

—Oh, esto va a ser divertido. El orgulloso nieto del fundador de RCA llevando mi olor.

Erynn se tensa, abre la boca pero no se atreve a decir nada más.

—Déjame marcarte, Erynn y te creeré.

En cualquier otro momento el omega habría dado media vuelta y no volvería a cruzar palabras con este alfa irrespetuoso y vulgar, pero ya no. Su orgullo, o lo que quedaba de él, no valía nada contra el futuro que se le venía encima.

Dos días antes ni siquiera se habría asomado al despacho de Rives, pero de solo recordarlo, su determinación era más férrea.

Dos días antes... 

Cuando Erynn despertó en su cama, como si nada hubiera pasado, no supo si llorar de frustración o de alivio. Una parte de sí mismo creyó que se trataba de una pesadilla, que aquellas sucesiones de acontecimientos que aún revoloteaban en su cabeza como mosquitos que zumbaban en sus oídos era la peor pesadilla, más vivida, larga y horrorosa que alguna vez había tenido la desdicha de soñar. En realidad, aún trataba de convencerse de ello.

Inconscientemente sobó su vientre, como si anhelara algo en él, pero al mismo tiempo repeliera el fruto de una mentira que había apuñalado no sólo su espalda, sino su corazón, haciéndolo añicos. Caminó hasta el baño y se lavó la cara, esperando despabilarse por completo.

Aunque la soledad de su lecho le estaba picando la parte posterior de su mente con una creciente curiosidad, no fue sino hasta que observó la fecha en la pared, aún saboreando la amarga sensación de la traición de Sekvan mientras buscaba qué ponerse, lo que terminó por despabilarlo. 

No pudo evitar fruncir el ceño en una mueca de incredulidad, revisando las páginas del calendario una a una, sintiéndose mareado y confundido. 

Sintió que vomitaría sin razón alguna y tuvo que sentarse de nuevo sobre su cama, contemplando hacia la nada mientras caía en la realización de que... aún no estaba casado con Sekvan.

Su compromiso desde la infancia aún no era consumado. Aún faltaban días para ello.

El omega se mantuvo en silencio, con sus puños en sus muslos, procesando la situación. ¿Qué clase de pesadilla tan vívida había tenido como para literalmente vivir un matrimonio fallido en sus ocho horas de sueño habituales?

¿Qué clase de patética y triste visión tenía de sí mismo como para imaginarse una vida marcada de tragedia en manos de quien debiera ser su amado alfa?

Erynn sacudió la cabeza y dejó escapar un largo suspiro. Sekvan no era el mejor alfa que conocía, realmente. Era su prometido, por supuesto, pero ese compromiso nunca lo consideró a él como parte importante de dicho acuerdo: Erynn era simplemente el omega aparentemente más apto para el ambicioso y traicionero alfa que no sólo lo engañó con Gem -en su pesadilla-, sino que, además, buscó la forma de robarle la patente por la cual había dedicado gran parte de su vida: el fruto del esfuerzo tanto propio como de su padre.

Por mucho que deseaba sacudirse de encima la sensación de que todo lo soñado fue real, el omega se vio recayendo constantemente en el pensamiento intrusivo de que no se trataba de una pesadilla, por muy convincente y lógico que sonara, en realidad.

Algo en su interior sabía que no se trataba de una pesadilla, no era algo para dejar de lado nada más y seguir viviendo su vida como si nada. Por mucho que hubiera llegado a soñar, más joven, en cómo sería su vida al lado de Sekvan, la muestra de lo que podría estarle esperando lo hacía sentir incómodo, ansioso y asqueado por igual.

Sekvan no era un hombre al que pudiera defender a capa y espada. Era ambicioso, demasiado para considerarse sano, y su hermano ni se dijera. Debía haberlo visto venir, debió notar las señales: Su hermano era el peor enemigo que podía tener compartiendo el mismo techo por años.

Transmigré en un omega abandonado | Agencia de transmigración #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora