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Los brazos de Lester, que sostenían a Joel, eran firmes y fuertes mientras lo llevaba directamente a la casa de huéspedes donde todavía estaba viviendo. Sin embargo, la habitación a la que lo condujo esta vez era muy diferente a la última. Con una cama grande y bonita, llena de almohadones y colchas de seda que parecían especialmente elegantes como para encajar con un lugar tan lúgubre como lo era la Abadía.

Quizá era la cama de Lester y muy seguramente, era su habitación.

Su olor se había vuelto aún más fuerte que antes y pronto, Joel comenzó a sentirse tan mareado como para seguir el ritmo de lo que estaba ocurriendo incluso aunque sucedía justo frente a su cara. Luego, notó que Lester estaba intentando tirarlo hacia la cama, pero él, semiconsciente, apretó los brazos alrededor de su cuello y lloró por el miedo a crear algún tipo de vacío entre los dos ahora que finalmente habían logrado acercarse tanto.

"... Necesito encender el fuego."

Lester estaba empapado al igual que Joel. Entonces, si no se se quitaban la ropa y se calentaban como era debido, iban a agarrar un resfriado que podía volverse mortal en cuestión de días y aún así, aunque sabía lo que estaba diciendo y entendía a la perfección que tenía todo el sentido del mundo, igual negó y apretó los brazos de nuevo porque definitivamente no quería dejarlo ir.

"¡Sólo sueltáme!"

Estaba enojado. La voz de Lester sonó un poco irritada cuando dijo:

"Si haces algo así..."

"..."

(Nosotros no lo atacamos, él nos invitó.) Las palabras que le lanzó Mason volvieron a sus oídos. (Cualquier hombre está bien para él, es un omega.)

(¡Lester me está malinterpretando otra vez!)

"¡Eso no es verdad!" Joel sacudió la cabeza violentamente de un lado para otro. "No hice nada malo. Solo te quiero a ti, solo a ti, Lester. Siempre haz sido tú."

"Joel..."

"¡Lo juro!"

Miró a Lester y gritó desesperadamente. Lester frunció el ceño debido a eso:

"Joel..."

"Por favor..."

Joel volvió a enterrar su rostro profundamente en su pecho, evitando su mirada. Aferrándose a él por miedo  a que lo dejara de nuevo.

(No te sueltes. No te sueltes. No te sueltes..)

En la mente de Joel, la imagen del abad Raffensberger con los lirios blancos entre las manos le llegaron en un segundo. También las palabras de Ethan y Brian:

(¿No suena a que está jugando contigo?)

"Tú puedes..."

"..."

"Tú puedes jugar conmigo como te plazca..."

Lester chasqueó ligeramente la lengua y después, un segundo más tarde, lo empujó sobre la cama y selló sus labios utilizando los suyos.

"Mmm..."

Y cuando lo besó, inmediatamente después sintió una sensación irresistible dentro de su pecho, como si quisiera ponerse a llorar en ese mismo instante. Le lamió la comisura lentamente, para animarlo a seguirle el juego, y cuando se relajó lo suficiente, lo necesario como para respirar profundo y separarlos como quería, entonces le metió la lengua casi hasta tocarle los dientes de atrás. Era su primera vez haciendo algo como esto y no tenía ni la menor idea de cómo responder o de qué manera actuar además de intentar desesperadamente seguir el ritmo para no quedarse atrás de alguien que podía considerarse todo un experto.

La abadía Lilyfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora