»prólogo«

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"Si nacemos para morir, entonces ¿Morimos para nacer?"


A la muerte no se le hizo tan difícil encontrar a aquella chica que lucía como un ángel, o tal vez sí, pero sólo un poco, al fin y al cabo ese era su trabajo.

No hubo gritos ni sollozos, tampoco hubo oscuridad. Esa noche sólo hubo paz.

Ella era un ángel, su alma era pura y liviana. A decir verdad, en todos sus años de trabajo, la muerte nunca había alzado a un alma tan liviana y digna de ser recordada. Se preguntó el por qué el cielo le había pedido llevarse a una chica tan joven y llena de vida, la única respuesta que encontró fue que ella era digna del cielo, y no de la tierra. "Tal vez hay personas que no están hechas para vivir" se dijo, y definitivamente era así. Esa chica era una.

La muerte coleccionaba últimos pensamientos, y estaba feliz del que se añadía a su colección.

Un arcoíris.

El último pensamiento de aquella pequeña chica había sido un arcoíris, un largo y precioso arcoíris que escondía un secreto.

"Disculpa"—dijo por primera vez la muerte.

Y en ese momento subió al cielo con el alma más brillante de todo el planeta tierra.


«cielo»  l. w. t.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora