Sueño Eterno.

Una acogedora cena familiar.

[Haldor Firefury]

Haldor Firefury era una leyenda. Un hombre cuyo nombre era conocido en toda la región como un poderoso guerrero y un héroe para su pueblo.

Hijo de un poderoso general, el destino de Haldor se forjó desde muy joven. Su padre, un renombrado general del ejército de Stormhaven, vio potencial en su hijo y no perdió tiempo en perfeccionar sus habilidades de combate. Los primeros años de Haldor estuvieron llenos de duro entrenamiento, preparándolo para una vida de valor y derramamiento de sangre.

Pero a Haldor no le bastaba con volverse en un simple soldado. No, quería convertirse en un verdadero guerrero para su gente, un campeón entre campeones y un conquistador de tierras. Y su talento le permitió conseguirlo todo. Con un coraje y una determinación inigualables, se entregó a su entrenamiento y, a los dieciséis años, ya se estaba haciendo un nombre como un oponente formidable. Una esperanza de su generación.

A la edad de dieciocho años, Haldor había ascendido en las filas del ejército, demostrando su valía a sus superiores y a sus compañeros. Rápidamente se ganó una reputación por su naturaleza intrépida y su ferocidad en la batalla, y pronto fue asignado para liderar un regimiento de los mejores guerreros de Stormhaven.

Bajo su mando, eran imbatibles, trazaban un sendero de destrucción a través de las líneas enemigas y dejaban tras de sí un reguero de cadáveres. Con el tiempo, olvidó su verdadero apellido, el de su padre. Y este pasó a ser "Firefury". Obtenido por su famosa espada a dos manos, su hoja, envuelta en llamas, se convirtió en un símbolo de su poder. Su nombre resonó por todos los rincones de Stormhaven, y fue celebrado como el orgullo del reino. Para sus enemigos, su nombre se convirtió en sinónimo de muerte y destrucción, y temblaban ante él, sabiendo que sus vidas estaban en sus despiadadas manos.

Durante la Guerra de los Elfos, Haldor luchó valientemente, con su espada centelleando mientras cortaba a sus enemigos con mortal precisión. Su valentía y habilidad sólo eran superadas por su obstinada determinación, él era el primero en llegar al campo de batalla y el último en marcharse.

Los elfos no eran rivales para su fuerza bruta, y su sola presencia bastaba para que sus enemigos huyeran despavoridos. Era una fuerza a tener en cuenta, y su nombre infundía terror en los corazones de sus enemigos. Una figura imponente entre la gente de Stormhaven, una tierra conocida por sus feroces guerreros y sus batallas legendarias. Resultado de años de riguroso entrenamiento y experiencia en combate.

La Guerra de los Elfos fue la época de su apogeo. Haldor realmente grabó su nombre en los anales de la historia durante ese tiempo. Condujo a sus tropas a la batalla con una determinación inquebrantable, enfrentándose frontalmente a las fuerzas del reino élfico de Astralwyn. Victoria tras victoria, y el coraje de Haldor le valió el título de "The First Sword" entre su gente.

La fuerza y la habilidad de Haldor le granjearon el respeto y la admiración de sus compañeros guerreros, que lo veían como un símbolo de esperanza en los tiempos más oscuros. El pueblo de Stormhaven vio en él a un salvador, un campeón que los llevaría a la gloria.

Se le había dado todo: honor, riqueza, poder. Todo lo que un hombre puede desear. Y sin embargo, nada de eso era suficiente. Siempre tenía hambre de más.

Pero el destino es voluble y puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Un fatídico día, mientras lideraba un grupo de exploración, Haldor se cruzó con un mago elfo en lo más profundo de los bosques de Astralwyn, o lo que quedaba de ellos en aquel momento. Los ojos del mago brillaban de furia y deseo de venganza, y Haldor lo notó plenamente. El peligro en el aire le produjo escalofríos.

Antes de que pudiese reaccionar, una repentina y aterradora descarga de relámpagos oscuros recorrió todo su cuerpo. Era como si el aire que le rodeaba se hubiera convertido en una feroz tormenta que le desgarraba la carne y los huesos con una agonía abrasadora. El dolor era tan intenso que sentía como si mil agujas le perforaran cada nervio.