Deuda

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18 se despertó sobresaltada, su cuerpo reaccionando con una sacudida violenta cuando se dio cuenta de que se había quedado dormida. El terror la invadió de inmediato. "¿Cuánto tiempo pasó?" pensó con ansiedad. Miró a su alrededor desesperadamente hasta que sus ojos encontraron a Goku, sentado en una esquina de su celda. Estaba despierto, pero su mirada era distinta, opaca.

Se acercó rápidamente a las barras y lo llamó, su voz cargada de preocupación.

—¡Goku! —gritó, su tono casi suplicante. El levantó la vista y le ofreció una leve sonrisa, esa sonrisa que siempre parecía cargar con esperanza, aunque esta vez, la tristeza la teñía.

—Hola, 18... —respondió el saiyajin, intentando aparentar optimismo, pero sus palabras se quebraron por el peso de la realidad. —No pude evitarlo... Otra vez me inyectaron esa... —hizo una pausa, casi escupiendo la palabra— droga. No pude hacer nada. Me desvanecí. Y lo que hicieron mientras estuve inconsciente... ni siquiera quiero pensarlo—

La rubia apretó los puños con rabia contenida mientras miraba a Goku, tratando de procesar lo que él decía. Entonces, algo en su apariencia la golpeó como un puño al estómago. Goku se veía más delgado, debilitado, sus manos temblaban visiblemente.

—Goku... —dijo ella, con la voz temblorosa— Te ves... mal—

Él asintió lentamente, sus manos sacudidas apenas lograban mantenerse firmes mientras se recostaba contra la pared.

—Tengo hambre. Mucha hambre. No sé cuánto tiempo más pueda aguantar así. Es como si mi cuerpo estuviera... comiéndose a sí mismo —murmuró con un aire de desesperación en su tono. Sus músculos ya no estaban tan marcados, su piel lucía tirante en algunas áreas.

Los ojos de 18 se abrieron de par en par, su mente procesando rápidamente lo que esto significaba. Sabía que el metabolismo de los saiyajines era extremadamente rápido, y que Goku necesitaba enormes cantidades de comida para mantener su fuerza. Pero ahora, bajo el efecto de la droga y sin haber comido durante tanto tiempo, su cuerpo estaba empezando a devorarse a sí mismo para sobrevivir.

—¡No! —exclamó 18 con horror, agarrándose a las rejas con fuerza. —Maldita sea, te están matando lentamente... ¡No podemos permitir que eso siga!—

Goku la miró con una expresión agotada, sus labios formando una débil sonrisa mientras trataba de mantener la calma.

—No te preocupes... Solo necesito un poco de comida, y estaré bien. Puedo aguantar más, he pasado por situaciones peores... —intentó tranquilizarla, pero su voz apenas lograba esconder la preocupación real que sentía.

—No —replicó 18, su tono ahora más decidido—. Esto es diferente, Kakarotto. Esta droga no solo está debilitando tu mente, está agotando tus fuerzas. Si siguen haciéndolo, no quedará nada de ti antes de que podamos escapar—volvió a usar ese nombre que le daba un aire diferente al ambiente.

Ella lo observaba, su mente acelerada tratando de buscar una solución, pero la impotencia la abrumaba. La visión de Goku, uno de los guerreros más poderosos del universo, reducido a ese estado, encendía una rabia peligrosa dentro de ella.

—Tienes que resistir. No podemos dejarlos ganar —dijo, su tono cargado de determinación—. Pero también necesitamos encontrar una manera de sacarte de aquí, de alimentar tu cuerpo antes de que sea demasiado tarde—

Goku solo asintió, con sus ojos entrecerrados mientras la fatiga y el hambre lo dominaban. 18 entendía la gravedad de la situación.

Tenían que actuar rápido, pero con cada segundo que pasaba, el tiempo jugaba en su contra, cerró los ojos con fuerza, luchando contra las oleadas de terror que la invadían. Sabía que la idea que acababa de cruzar su mente era desesperada, vil, y profundamente humillante. Sentía su estómago retorcerse solo de considerarlo, pero no veía otra salida. Tenía que hacer algo. Si no lo hacía, ambos estaban condenados.

Lazos de sangre y acero GOKUX18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora