El efecto de la droga en Goku era evidente; su cuerpo temblaba, sus ojos se entrecerraban mientras intentaba aferrarse a un control que se desvanecía. Cada respiración era un esfuerzo, y el sudor comenzaba a cubrir su frente. El guerrero que 18 conocía parecía estar desmoronándose, siendo reemplazado por algo mucho más primitivo.
Kairo observaba la escena con una sonrisa retorcida, disfrutando de cada momento. Era como si hubiera esperado con ansias ver a Goku caer en ese estado, donde la fuerza y el orgullo saiyajin se retorcían bajo la influencia de su cruel experimento. Su voz resonó en la celda, cargada de malicia.
—Estás luchando en vano, Goku. Lo que sientes ahora es solo el principio. Deja que salga esa naturaleza saiyajin que has reprimido durante tanto tiempo.
Las palabras de Kairo se filtraban en la mente de Goku, penetrando sus pensamientos con una oscura sugerencia. Sentía como si un fuego se encendiera dentro de él, como si algo en lo profundo de su ser despertara, y era aterrador.
La puerta de la celda de Goku se abrió lentamente, y 18 observó con creciente horror cómo varias mujeres entraban. Al principio, sus rostros estaban marcados por el miedo y la incertidumbre, pero al ver a Goku, sus expresiones cambiaron. Había algo en la mirada de ellas, una mezcla de fascinación y sumisión, como si la presencia del saiyajin hubiera despertado un instinto en ellas también. Eran jóvenes, sus cuerpos delgados y frágiles, con miradas vacías que reflejaban la resignación a un destino que no podían cambiar. La situación era profundamente perturbadora, como si Kairo estuviera preparando un espectáculo macabro para su propio placer.
—¡Maldito psicópata! —gritó 18, su voz llena de una furia impotente mientras veía cómo Kairo se deleitaba en la miseria de la situación. Las palabras de 18 resonaron en la celda, pero Kairo solo sonrió más ampliamente, ignorando su ira con un gesto despectivo.
—Este es tu turno, Goku —dijo Kairo, sus ojos brillando con una maldad siniestra—. Ellas son para ti. Esto es lo que realmente quieres, ¿no? Libérate de esas cadenas morales que te atan.—
18 sintió un nudo en el estómago mientras observaba la escena. Podía ver la lucha interna en Goku, cómo su cuerpo respondía a la droga mientras su mente intentaba resistir. Era evidente que Kairo no solo quería corromper a Goku físicamente, sino también quebrarlo psicológicamente, destrozar todo lo que él representaba. La androide podía ver el dolor en los ojos de Goku, la desesperación mezclada con confusión, mientras esas mujeres, obligadas por la situación, se acercaban más a él.
Goku cerró los ojos, intentando bloquear lo que estaba ocurriendo, pero los efectos de la droga lo traicionaban. Sus manos temblaban, y su respiración se hacía más pesada con cada segundo. Era como si un oscuro deseo, ajeno a su verdadero ser, estuviera tomando control, y lo que más lo atormentaba era saber que no podía detenerlo.
—Goku, por favor... No dejes que te manipulen así —la voz de 18, aunque firme, llevaba un matiz de súplica. Sabía que él no era ese tipo de hombre, pero la situación estaba diseñada para destruir precisamente eso, para hacerle creer que no tenía otra opción.
Kairo, disfrutando del tormento que había sembrado, continuó su monólogo, describiendo con morboso detalle cómo la droga no solo excitaba el cuerpo, sino que también alteraba la mente, despertando instintos que un saiyajin normalmente mantenía bajo control. Era un intento deliberado de despojar a Goku de su humanidad, de convertirlo en una bestia sin moral, guiada solo por deseos primitivos.
—No entiendes, 18 —respondió Kairo, con una voz casi hipnótica—. Esta droga no solo lo excita... lo transforma. Lo convierte en lo que realmente es: un ser impulsado por instintos, por la necesidad de dominar. Pronto, verás al verdadero Goku, al saiyajin en su forma más pura.
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Lazos de sangre y acero GOKUX18
FanfictionGokuxAndroide18 En medio de una guerra que ha dejado la Tierra en ruinas, Goku y 18 son arrastrados a un infierno en otro mundo, atrapados por una trampa mortal en el corazón de una batalla feroz. Solos y rodeados por la oscuridad, se ven obligados...