Dos enigmas apuestan acerca del destino del alfa Jeon Jungkook, sin imaginar que lo que puede comenzar como una apuesta divertida terminaría siendo una pesadilla.
🌹Kookmin
🌹Segunda parte de Subasta de omegas.
🌹Pronto estreno, guárdala en tu bibli...
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Jimin se tragó sus palabras, pero era Jungkook quien se había tragado su exquisita esencia.
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Una semana después...
Se encontraban atrás de un par de arbustos en el jardín del castillo. El plan inicial había sido ir de pícnic porque Jungkook deseaba respirar un poco de aire libre. Finalmente una cosa llevó a la otra y el pelinegro se abalanzó a los labios de Jimin arrancándole más de mil suspiros, el escurridizo y listillo Jeon desabrochó los pantalones del enigma con habilidad iniciando un juego de seducción que se le daba muy bien, empujando a su enigma con suavidad para que se acostara en el pasto y colocándose de rodillas, probando su glande con suavidad e introduciendo la punta de su lengua en la apertura de la uretra.
Pasaron pocos minutos cuando Jimin se corrió en la boca de Jungkook, él tragó toda la esencia, sin embargo le quedó un poco en la comisura de los labios. Jimin se sentó extasiado, acercándose al rey para besarlo, pero antes de hacerlo le limpió la comisura con el pulgar, embarrándose el elixir de la vida en la camisa porque la sensación pegajosa de su semen no le gustaba.
Los besos llegaron, ambos estaban acalorados y deseosos. Jimin comenzó a soltar sus feromonas de apareamiento, estas, comparadas con las de Jungkook eran demasiado potentes. Pero ambas mezcladas causaban un frenesí extraño en ambos, pero ahuyentador para los guardias que estaban en las afueras del castillo, pues al sentir el aroma de las feromonas del gamma comenzaron a vomitar inconscientemente. Lo que para otros era asqueroso, para Jimin era exquisito.
El enigma tomó a su esposo de la cintura, sentándolo encima de su regazo, acariciandole el trasero en círculos a medida que besaba y chupaba su cuello, dejando hilos de saliva a su paso.
—Jimin...
—¿Mmm..?
—Quiero sentirte dentro mío.
—¿Aquí en el jardín? —preguntó con voz ronca sin dejar de besuquearle el cuello.
