Capítulo 1

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Casi no pude dormir anoche, me había despertado a las cinco de la mañana, agarre mi tabla, salí de la casa y solo me quede unos segundos mirando, apreciando la paz que me producía este lugar.

Nunca supe explicarlo con palabras, pueden ser los recuerdos de la parte de mi infancia inocente y armoniosa transcurridas acá las que me hacen amar este lugar. O simplemente por ser ese lugar al que escape cuando todo se venía abajo.

Deje de pensar en eso y me fui al agua.

Ahora me encuentro acostada en mi tabla, mirando como amanece con la mente en pausa. Se escuchan las olas y siento en mi espalda el balanceo constante de arriba a abajo a causa de estas mismas.

No importa que tan grande sea el problema si estoy acá, todos los problemas se ahogan en el agua y yo solo floto encima de estos, mirando desde mi lugar el inmenso cielo que me recuerda lo pequeña que soy. Dejándome tranquilizar por el pensamiento de que somos insignificantes, que no es necesario correr ni apurarse, solo pararnos unos segundos a sentirnos vivos dejando de lado todas esas preocupaciones que solo se vuelven una bola mas grande por darles una importancia que no merecen.

Deje de lado mis pensamientos existencialistas y nade hasta la orilla.

Entre a la cabaña, me vestí con mi top de hilo de siempre y un short de jean. Prepare mi café y me avoque a terminar los últimos pedidos pendientes del trabajo.

Cuando termine, salí de casa y me fui en mi bicicleta hasta la tienda.

Siempre me gusto el camino hasta allá, las calles recientemente pavimentadas de la isla, las palmeras y las casas de estilo isleño, de madera, flores de hibisco en sus patios, sillas para tomar sol y colores.

Te transmitían felicidad de solo verlas, esta isla tenía un estilo y atmósfera especiales para mi.

Cuando llegué era un desastre. Amadeo, que es probablemente la persona con carácter más paciente que yo conocí en toda mi vida, estaba casi gritándole a un tipo que supuse era el proveedor de las entregas de equipos de buceo y otra mercadería turística por el uniforme.

Al ver que ninguno de los dos estaba muy calmado decidí intervenir porque además de que odio los griteríos, lo que menos necesitaba para mis dos horas de sueño eran gritos.

—Hola Amadeo, ¿Cómo va la mañana?— dije con calma y rápidamente giro la cabeza hacia mi.

—Hola Sele, muy bien corazón, déjame termine de tratar con esto— giró los ojos despectivamente hacia el individuo con el que discutía— Y ahora hablamos más tranquilos— dijo con su característica voz calmada.

Me causo risa su cambio de humor repentino. Pero el siempre era así con todo el mundo, creo que hoy es la primera vez que lo escuchaba levantar tanto la voz.

Me daba curiosidad que habría hecho este chico para irrumpir en el pacífico temperamento de Amadeo. Pero como no era momento de preguntar dada la tensión, decidí tragarme la curiosidad y fui tras el mostrador a pedir en la computadora los pedidos que había hecho en casa.

Tras unos cuantos minutos de haber terminado eso. Amadeo ya había terminado su charla con el de los pedidos y se dirigía hacia mi sonriendo.

—Lo lamento por lo de recién. Tantos días sin verte y te recibo de esta manera— dijo apenado— Pero compréndeme, este chico me sacó de mis casillas y vos mas que nadie sabes que eso es complicado.

—No te preocupes Amadeo, tampoco necesito una fiesta de bienvenida, solo me fui por una semana— soltó una risa suave— Aclarado eso, contame que tuvo que hacer para que te enojes tanto.

La marea que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora