Tenían razón.
Todas mis amigas tenían la maldita razón y yo seguía creyendole sus mentiras. Merlín, soy una idiota.
Cédric acababa de terminarme porque según el no quería hacerme más daño, que amaba a Cho y que lo que sentía por mi era únicamente cariño por todo el tiempo que estuvimos juntos… ¡PERO QUE ESTUPIDEZ!
Claro, no quería hacerme daño ni mentirme, pero se ha estado besando con ella desde hace ya 4 semanas.
Los hombres son una completa mierda.
El aire frio me penetró en el momento que llegué a la torre de astronomía.
Esto es lo que necesito ahora. Silencio, solo silencio y estar sola.
No estoy de humor para escuchar los “te dije” de todos.
Seguí caminando para acercarme a la barandilla pero una figura masculina me detuvo. Estaba de pie cerca de la barandilla, pero no detrás de ella, donde me encontraba yo, sino delante, con su cuerpo inclinado hacia el vacío. Sus manos agarraban los fierros de la barandilla, como si se estuviera sosteniendo para no caer, aún; y sus pies estaban apoyados en el muro, como si estuviera a punto de lanzarse al vacío.
Segui caminando en silencio hasta apoyar mis codos en la barandilla, mi vista estaba concentrada en el cielo nocturno, y aunque intente parecer tranquila, sentía pánico al pensar que la persona que estaba a tan solo dos metros de mi se lanzara.
—Las estrellas brillan más que nunca hoy, ¿no lo crees? —Pregunté sin apartar la mirada del cielo.
Wow, hasta yo misma me sorprendo de lo normal que soné a pesar de estar muriéndome de los nervios.
Senti su mirada, era pesada.
—Pensé que nadie venía aquí. —Escuchar su voz hizo como que algo en mi reviviera pero dejando eso de lado, sus voz se me hacia extrañamente conocida.
Gire mi cabeza y me encontré con esos ojos marrones de los que tanto se mueren algunas chicas porque las vean. Era nada más y nada menos que Mattheo Riddle.
—Vaya… jamás se me cruzó por la mente verte en esta posición. —Enarque una ceja, y él solo sonrió.
¿Quien sonríe estando así?
—La noche esta linda, ¿verdad? —Pregunta derrepente.
—Claro, pero no creo que sea la perfecta para tirarse desde la torre de astronomía… Tal vez puedas esperar hasta la próxima luna llena. —Separo mis codos de los fierros y cruzo mis brazos sobre mi pecho, mientras me apoyo de lado en la barandilla para ver mejor al de cabello revuelto.
Él solo suelta una risa ante mi comentario y niega levemente.
¿No puede quedarse quieto? Despierta más mis nervios moviéndose como si no estuviera al filo del abismo.
—Gracias por el consejito, niña. —Dice con un tono sarcástico.
—Mi nombre es T/n.
—Eso mismo quería decir.
Hubo un momento de silencio. Largo. Solo nos veíamos entre sí, sin decir una sola palabra. Se veía cansado y noté sus ojos rojos.
Por lo que se, además de su mala fama de ser un mujeriego y chico problemático, también es un adicto, así que ya me imagino la razón por la que sus ojos estan así.
Mire hacia el vacío y luego hacia él.
—¿Pensabas en tírarte? —Quise oír despreocupada.
—Estaba aburrido —eleva sus hombros —, pero, ¿por qué no hacerlo? No tengo nada que perder.