Capítulo 3

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LLEGARON LOS PEQUEÑOS PINES

La habitación de Ford estaba sumida en una tensión palpable. Bill, atado a una silla, mantenía una expresión despreocupada, como si el hecho de estar retenido no le importara en lo más mínimo. Stanley y Ford, por su parte, se encontraban a un par de metros de él, conversando en voz baja.

Ford suspiró profundamente, consciente de lo difícil que sería para su hermano entender lo que estaba sucediendo.
—Bueno, en pocas palabras y resumiendo la situación... él es Bill —dijo finalmente.

Stanley, que aún no podía procesar todo lo que su hermano le había dicho, lo miró incrédulo.

—¡Estás loco, Ford! Este sujeto no puede ser Bill... ¡Bill es un triángulo! —respondió Stanley, claramente confundido y sin aceptar la realidad.

Ford asintió lentamente, sabiendo que tendría que dar más explicaciones.

—Mira, sé que es difícil de procesar, pero es la verdad —comenzó a decir, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Esa forma que ves ahora, esa forma humana... es su prisión, por así decirlo. No puede usar sus poderes...—

Las palabras de Ford quedaron en el aire, como si él mismo dudara de lo que estaba diciendo. Sabía que la situación era surrealista, incluso para los estándares de Gravity Falls.

Stanley lo miró con una mezcla de escepticismo y preocupación.

—¿Así que me estás diciendo que... este tipo, con pinta de... quién sabe qué, es el mismo Bill que casi destruyó nuestras vidas?—preguntó Stanley, aún luchando por asimilar la idea.

Ford asintió de nuevo, su rostro reflejando la gravedad de la situación.—Sí, Stanley. Y bueno... Que parte de su poder este retenido es una ventaja —dijo Ford, su tono grave y determinado.

—Si me contaras esto en otra situación, no lo creería y me echaría a reír —admitió Stanley, rascándose la cabeza mientras miraba de reojo a Bill—. Bueno y que hacemos se va a quedar hasta que cumpla sentencia?.. —

—Por supuesto que no... Van a venir Dipper y Mabel, y no quiero que esto arruine sus vacaciones—dijo Ford con firmeza, mirando a Bill con desdén.

Bill, que había estado escuchando la conversación en silencio, finalmente intervino.
—Saben que los puedo escuchar, ¿verdad? —dijo ya aburrido de la situación.

Ford lo miró fijamente, sin dejarse intimidar.

—.... Mira, Bill, te quedarás en este mundo, pero... tienes que irte. No quiero que estés aquí. Vete al bosque o a donde sea... Después de todo, no creo que puedas hacer mucho en tu situación —le propuso Ford, con una mezcla de determinación y desdén.

Bill frunció el ceño, claramente molesto.
—¿En serio me echarás así, como si nada? —respondió Bill, dejando entrever un tono de disgusto en su voz. Sabía que estaba atrapado, pero no le gustaba ser tratado como un problema que debía ser "despachado".

—Te irás por la mañana y no quiero más de tus juegos...—dijo Ford con firmeza, sin dejar lugar a discusión.

—Vámonos, Stanley... Dormiré en el sofá por hoy—añadió, y comenzó a salir de la habitación.

Stanley salió primero, todavía asimilando todo lo que había oído, pero Ford se detuvo en la puerta cuando escuchó las palabras de Bill.

—¿Me extrañaste? Digo, a pesar de todo, tú y yo fuimos cercanos en el pasado... Además, para deshacerte de mí, sabes que solo tenías que decir que mentía sobre ser tu pareja y me habrían enviado directo a prisión otra vez... ¿Qué te hizo cambiar de opinión?—preguntó Bill, su tono mezclando burla y genuina curiosidad.

Ford se quedó en silencio por un momento, con la mano en el marco de la puerta. La verdad era que Bill tenía razón; con tan solo una palabra, podría haberlo enviado de vuelta a prisión. ¿Por qué no lo hizo?
—Yo... Solo...—comenzó a decir Ford, pero las palabras se le quedaron atoradas en la garganta.

—¿O es que acaso... no tenías a nadie más quien calmara tu mente? —concluyó Bill, sus palabras cargadas de un doble significado que Ford no pudo ignorar.

Ford no respondió. Simplemente salió de la habitación.

(...)

Al día siguiente, se escucharon unos sonidos en la puerta. Stanley, sabiendo de quiénes se trataba, abrió rápidamente.
—¡Tío Stan!—gritó Mabel, llena de alegría, corriendo para abrazarlo.

—¡chicos!—respondió Stanley, sonriendo y devolviéndole el abrazo. Dipper estaba justo a su lado, sonriendo también.
—¡Tío Stan, te extrañamos!—dijo Dipper, acercándose para unirse al abrazo.

—¡Y yo a ustedes, muchachos! —dijo Stanley, abrazándolos a ambos.Tras la calidez del reencuentro, Mabel preguntó:—¿Y el Tío Ford? ¿Dónde está?—.

Stanley, sin darle mucha importancia, respondió:
—Probablemente esté en el sótano, como siempre. Ya saben cómo es él cuando se mete en sus investigaciones.
—¡Está bien, vamos a desempacar! —dijo Dipper, dirigiéndose hacia las escaleras.

Un vez llegaron a la habitación desenpacaron sus cosas, pasando unos minutos ambos se dirigieron a la cocina en busca de algo para comer.

Sin embargo, al entrar en la cocina, se encontraron con una escena completamente inesperada: allí, de pie frente al refrigerador, estaba Bill Cipher en su forma humana.

Con un brazo apoyado en la puerta del refrigerador, estaba a punto de tomar algo cuando notó la presencia de los gemelos.Mabel y Dipper se quedaron inmóviles, sus ojos fijos en la figura frente a ellos. Era inconfundible: flotando ligeramente sobre el suelo y con esos ojos amarillos y brillantes, no había duda de que se trataba de Bill Cipher.

Bill giró ligeramente hacia ellos y les dirigió una sonrisa astuta.

—¡¿Bill ?!—gritaron Dipper y Mabel al unísono, sorprendidos y asustados al ver al antiguo enemigo allí mismo, en la cocina de su tío.

Bill les sonrió ampliamente.

—¡Hola, sobrinos!—respondió con su tono usualmente juguetón.

—¡TÍO FORD!—llamaron Dipper y Mabel, buscando a su tío.

Ford entró en la cocina con una expresión seria, seguido de Stanley.—¿Qué está pasando aquí? -preguntó Stanley—. ¿Por qué sigue aquí, Bill? ¿No te habías deshecho de él, Ford?

Ford lanzó una mirada severa a Bill.
—Te dije que te fueras, Bill —dijo con firmeza.

Bill se encogió de hombros con una sonrisa descarada.—Vamos, Ford, sabes que no soy yo el que tiene la culpa de esto—respondió Bill.

Ford frunció el ceño.

—Te dije que eso no iba a suceder —insistió Ford.

Dipper, aún confundido, intervino.

—¡Esperen! Primero que nada, ¿qué hace Bill aquí? ¿Y de qué están hablando?... —preguntó.

Bill, disfrutando del caos, se giró hacia ellos con una sonrisa maliciosa.

—Oh, Fordsy, ¿no les has contado? —dijo Bill.

—Estamos... COMPROMETIDOS—.

—¡¿QUÉ?!—exclamaron Mabel y Dipper.

Fin del capítulo 3:

Gracias por leer, y lamento no haber actualizado ayer; tuve algunas cosas que hacer y puede que me regañen mañana... Pero bueno, eso sería todo. Mañana por la tarde actualizaré para compensar lo del sábado. ¡Bye!

Proximo: "Eres el único que me calma cuando estoy ansioso "

//COMPROMETIDOS// Stanford y Bill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora