Jihyo estaba convencida de que había pasado más tiempo sonrojada que prestando atención a los artículos de las tiendas. Sana no bromeó al insinuar que las cosas entre ellas no se quedarían en un mísero beso en el cuello, y Jihyo no estaba segura de si debía entrar en pánico o sentirse aliviada por ello.
Le gustaba Sana. Más de lo que alguna vez admitiría en voz alta. Le gustó casi desde el instante en el que la vio sentada en el restaurante el día anterior, con un visual de modelo de portada; y cayó casi por completo por la facilidad de la conversación. Aunque apenas la conocía, distinguió varias virtudes en Sana que siempre le atrajeron de una mujer. El lado coqueto y audaz, pero un encanto tierno al mismo tiempo, o el nivel de energía y optimismo inagotables, le encantaban. Pero no podía hacer ningún movimiento con ella porque tenía miedo de las consecuencias.
Sin embargo, Sana parecía dispuesta a lidiar con todas y cada una de sus dificultades si, a cambio, podía disfrutar de ella como deseaba. Al menos, eso era lo que pensaba Jihyo después de varias horas caminando por el centro comercial, o más bien, soportando las constantes insinuaciones de Sana y el toqueteo superficial. Un choque casual por aquí, un roce “accidental” por allá, y Jihyo sentía que no podría conducir de vuelta a casa porque se le habían debilitado las piernas.
En la siguiente tienda de ropa que visitaron, Jihyo decidió tomar un respiro o acabaría desfalleciendo en alguno de los pasillos. Había un rincón de descanso y ella se dejó caer en el sofá como si hubiera atravesado el continente a pie y no pudiera dar un paso más. Echó la cabeza hacia atrás sobre el respaldo y suspiró. Necesitaba entretejer un plan para disuadir los intentos de Sana antes de que fuese demasiado tarde. El problema era que una pequeña parte de su mente no quería hacerlo, como un bichito que perturbaba las decisiones lógicas que debería tomar cuanto antes.
A pesar de que podría provocarle una infinidad de pesadillas, literalmente, en realidad Sana parecía ejemplificar todos sus sueños en una mujer, y Jihyo aún tenía sangre en el cuerpo. No podía actuar como un envase sin alma cada vez que Sana tocaba un nervio sensible.
Alguien jadeó y un peso extra cayó a su lado en el sofá. Jihyo abrió los ojos y se encontró con la persona que menos había esperado que se acercara.
—¿No vas a comprarte nada? —preguntó Momo con voz débil, como si hubiera subido y bajado todas las plantas del centro comercial al menos unas cien veces sin detenerse.
—Hum, no —respondió Jihyo, incorporándose con la espalda muy recta y los hombros rígidos—. Solo he venido porque no quería tener a Nayeon gritándome en la puerta de mi casa.
Momo se rió por lo bajo.
—Tiene unos métodos de persuasión peculiares, ¿no?
Jihyo también soltó un sonido parecido a una risa. ¿Hasta cuándo dejaría de lado la incomodidad? No quería seguir estancada en ella los siguientes diez años sólo porque Momo orbitaba a menos de un metro de distancia.
En realidad le agradaba Momo. Si nunca se hubieran acostado, estaba convencida de que habrían sido tan buenas amigas como lo era con Nayeon. Más bien, si nunca hubiera dejado que Momo la besara, pero eso era pasado y no tenía forma de cambiarlo. De todas formas, aún lograban hacer funcionar lo que sea en lo que se había transformado su relación en los últimos años. Después de retorcerse un poco, agonizar entremedio y fortalecerse otro tanto, casi podía llamarlo una amistad. Casi.
A lo lejos, vio a Sana en los probadores, junto a Nayeon y Jeongyeon, sujetando un par de perchas. La estudió en silencio, preguntándose si estaba bien darle cuerda al juego de Sana. ¿Y si terminaba cediendo y las cosas acababan igual de mal que con Momo? O peor.
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Besos inolvidables ➳ sahyo
Novela JuvenilJihyo tiene un problema, aunque ella lo considera más bien una maldición. Es también la razón por la que jura no entablar una relación romántica jamás, de modo que enamorarse tampoco es uno de sus deseos. Está bien sola y así planea quedarse el rest...