𝟶𝟺 || 𝚃𝚒𝚛𝚊 𝚢 𝚊𝚏𝚕𝚘𝚓𝚊

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El viernes llegó más rápido de lo que Jihyo hubiera deseado. La noche del viernes, en cambio, no llegó hasta pasado un pequeño contratiempo. Y por «pequeño» quería decir gigantesco, y por «contratiempo» se refería a Nayeon.

Por supuesto que su hermanastra no se quedaría cruzada de brazos sin conocer los detalles de los breves fragmentos que avistó en el restaurante.

Quizás ella opinaba que había sido generosa al dejar pasar tantos días sin su típica llamada de «voy a meter las narices te guste o no, así que cuéntame todo, Park Jihyo». Pero Jihyo sospechaba que había otra razón de peso, una que tenía por nombre «Jeongyeon» y por apellido «miedo a la confrontación». Porque su hermanastra se había enredado con su mejor amiga y no había tenido el valor de dar la cara, contarle algo, llamar, ¡cualquier cosa!

Para Jihyo, era como ver a sus dos hermanas de otra madre cometiendo incesto, una colisión de dos mundos opuestos, o la caída de un telón que le mostraba una obra completamente distinta a la que había estado presenciando por demasiado tiempo. Todo una revelación. Algo así.

O quizá el sabor agridulce nacía de su decepción porque, aunque les deseaba solo lo mejor, se había enterado como Momo y Sana. Y ella no era ni Momo ni Sana. Ella había estado con Nayeon desde que sus padres se casaron, muchos años atrás, y conoció a Jeongyeon como si hubiera sido su destino tirarle la cerveza encima aquel día aleatorio en una fiesta, como hallar finalmente el significado de alma gemela platónica. Y ninguna tuvo la decencia de abrir la boca. Hasta Momo, por accidente o mala suerte, se había enterado antes que ella. ¿En qué posición la dejaba eso?

Por tanto, Jihyo no se presentó con su mejor cara al almuerzo al que la invitó Nayeon. Ya de por sí le costaba sonreír porque estaba encerrada en un mundo de pesadillas, literalmente, pero en aquel momento parecía imposible.

Un camarero la guió a una de las mesas del fondo, con vistas a la terraza, donde Nayeon esperaba sentada con el móvil entre las manos. Lo hacía girar entre sus dedos en una especie de tic, y eso le confirmó a Jihyo sus sospechas de que efectivamente había necesitado de mucho coraje para citarla aquel día. Tomó asiento frente a ella, quitándose la gorra y acomodándose el pelo con una mano. La tensión en el cuerpo de Nayeon se duplicó como si le hubieran dado una descarga con un taser.

—Hola —saludó su hermanastra con alegría.

Jihyo dejó la gorra en la esquina de la mesa y cogió un menú.

—Hola —devolvió el saludo sin mirarla.

—Pide lo que quieras. Yo invito.

—Gracias.

Nayeon no hizo amago de coger el otro menú. Tal vez conocía los platos de memoria, quizá ya había decidido qué pedir antes de que ella llegara, o a lo mejor se sentía tan incómoda que se había quedado tiesa en la silla con el apetito en mínimos.

Jihyo terminó de revisar el menú y lo devolvió al centro de la mesa. Entrelazó sus brazos a la altura del pecho y cruzó una mirada con Nayeon, que al parecer estaba teniendo serias dificultades para sacar el tema.

—¿Has venido antes a este lugar? —preguntó Nayeon.

—No.

Nayeon sacudió la cabeza, como si la respuesta de Jihyo fuera más complicada de digerir en lugar de tratarse de un seco monosílabo. La frialdad a su alrededor probablemente le congeló los pensamientos, porque de pronto le soltó una pregunta estúpida que Jihyo no esperaba y tenía menos peso que las cartas que Nayeon debería haber puesto en la mesa en vez de esconderlas.

—Así que… ¿tú y Sana…?

De acuerdo, estúpida no era exactamente la palabra para definirlo. Tal vez anticlimática. Un poco incómoda, de paso. Pero definitivamente una vía de escape poco acertada, porque a Jihyo no le importaba hablar del asunto, sobre todo teniendo en cuenta que ese asunto esperaba un mensaje suyo para verse aquella misma noche, pero no saciaría la curiosidad de Nayeon cuando ella no había sido honesta desde el principio.

Besos inolvidables ➳ sahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora