CAPÍTULO 1

28 4 0
                                    

Estoy en el borde de mi cama, no he podido dormir en casi toda la noche, ya solo faltan horas para mi cumpleaños y el de Tom, eso me ha estado taladrando la cabeza ya que significa que Tom y yo ya no seremos los mismos de antes. Dieciocho años era un número bastante remarcable. Ahora todo cambiaría. Tom... bueno, Tom acabará saliendo con alguien, se irá y me dejará solo. Solo. Esa palabra me daba miedo. Con solo pensar que mi hermano gemelo me dejará para hacer su vida me hacía sentir mal. Él no me había dicho nada de que me iba a dejar, pero yo lo sabía... yo sabía que iba a ser así.

Tom siempre me dijo que en cuanto llegáramos a la mayoría de edad querría casarse. Y eso significaba que se iba a alejar de mí para darle amor a otra persona. Sentía rabia de solo pensarlo. No era justo, Tom había estado conmigo toda mi vida y ahora iba a desaparecer. ¿Cómo iba a vivir yo sin él? Nunca lo había hecho, y estaba claro que nunca podría aprender a hacerlo. Viviría echándole de menos.

Alejé mis pensamientos para poder dormir, para mañana estar con energías y no estar como un muerto andante. Pero cada vez que cerraba los ojos sentía algo en el interior, en mi pecho, que me impedía respirar, que me impedía tranquilizarme. Nunca me había sentido tan mal. Así que de golpe me levanté de la cama y decidí que iba a aprovechar mi última noche. No pensaba pasármela llorando ni sumido en un ataque de ansiedad. No.

Esta noche Tom seguía conmigo, seguía protegiéndome como siempre. Con pasos sigilosos me dirigí a la puerta de mi habitación ya que los dos decidimos vivir juntos y eso era una ventaja para mi. La noche era oscura y no se podía ver nada. Lo bueno es que conocía la casa perfectamente, así que fue fácil caminar en la oscuridad. Abrí la puerta con mucho cuidado para no asustarlo, y tras cerrarla me fui directo a su cama, a tumbarme junto a él. Siempre me tranquilizaba esto.

— ¿Bill?— una voz adormilada sonó cerca de mi cara. Oh Dios. Cómo me gustaba escuchar esa voz, esa voz grave y suave que conseguía apaciguar todos mis miedos. — Perdón... no quería despertarte.— susurré abriendo más los ojos. La oscuridad dentro de su habitación también era potente y lo único que me permitía ver un poco era la poca luz de la luna creciente que se asomaba por la ventana. Aun así los ojos de Tom brillaban en la noche y estaban fijos en mí. — ¿Qué pasa? ¿Estás bien? Adoraba cómo se preocupaba por mí. Eso es lo que más miedo me daba, que un día Tom se levantara y ya no se preocupara por mí de esta manera, que no me abrazara hasta calmarme, que no quisiera... — No ...no podía dormir.— respondí avergonzado. Iba a cumplir dieciocho años y seguía yendo a la cama de mi hermano para sentirme cómodo y seguro. Parecía un niño pequeño. Sentí los dedos de Tom acariciando mi mejilla con suavidad y automáticamente la piel que rozaba la suya empezó a arder. Debía de estar sonrojado y me alegré en ese momento de que Tom no pudiera verlo en la oscuridad. — ¿Todavía te gusta acurrucarte a mi lado?— sentí que estaba diciendo eso con una sonrisa. Su típica sonrisa pícara, esa que hacía cada vez que bromeaba. Jugando con la lengua tocando el piercing de sus labios. — Siempre.— me sinceré.

**** 

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora