Capítulo 3: El Espejismo

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La ciudad se despertaba bajo un cielo gris, presagio de una tormenta inminente. Diego y Alexis, cargados de provisiones y armados con una determinación nacida del miedo, comenzaron su camino de regreso al lugar donde todo había comenzado. El aire estaba cargado de una tensión eléctrica, y mientras se adentraban en el bosque, ambos sentían que algo más los acompañaba.

Alexis llevaba consigo una mochila más pesada de lo habitual. Había insistido en llevar sal, un amuleto familiar que siempre llevaba colgado del cuello, y una linterna potente. Diego, por su parte, sostenía con fuerza una cuerda gruesa, que parecía ser su único ancla a la realidad en medio de la locura que los rodeaba.

¿Estás seguro de esto, Diego? - preguntó Alexis mientras caminaban por el sendero, sus ojos escudriñando el denso bosque a su alrededor.

No, pero no tenemos otra opción. Necesitamos saber qué pasó realmente con Marco - respondió Diego, su voz tensa.

El camino hacia la cueva se hizo cada vez más oscuro y tortuoso, como si el bosque mismo tratara de disuadirlos. Diego mantenía la vista fija en el frente, guiado por una fuerza invisible que lo impulsaba hacia adelante, mientras Alexis comenzaba a sentir una presión en su pecho, como si algo lo estuviera observando desde las sombras.

Finalmente, llegaron al claro donde se encontraba la cueva. Sin embargo, cuando Alexis levantó la vista, lo que vio lo dejó atónito.

¿Dónde está? - preguntó Alexis, frunciendo el ceño.

Diego se detuvo y miró a su alrededor, confuso.

¿Dónde está qué?

La cueva... no está aquí, Diego. Solo hay árboles y rocas - dijo Alexis, su voz cargada de incredulidad.

Diego miró hacia el lugar donde la cueva debía estar y, para su sorpresa, también vio solo un muro de árboles y vegetación. Pero cuando entrecerró los ojos, la cueva comenzó a materializarse ante él, como un espejismo en el desierto. Su corazón latió con fuerza al darse cuenta de lo que esto significaba.

No, está ahí, Alexis. Puedo verla... pero parece que tú no - Diego respiró hondo, tratando de calmarse. - Tal vez... tal vez si nos mantenemos conectados, tú también puedas verla.

Alexis lo miró con escepticismo, pero aceptó. Diego sacó la cuerda que había llevado y amarró un extremo a su propia cintura, entregando el otro a Alexis. Los dos se miraron en silencio por un momento, sabiendo que estaban a punto de cruzar un umbral del que tal vez no habría retorno.

Si esto no funciona... - comenzó Alexis.

Funcionará - lo interrumpió Diego, sin dejar lugar a dudas.

Con la cuerda firmemente atada entre ellos, Diego dio un paso hacia adelante, hacia donde él podía ver la entrada de la cueva. Al hacerlo, sintió una leve resistencia, como si estuviera empujando contra una barrera invisible. Sin embargo, el lazo que los unía parecía actuar como un conductor, y poco a poco, la cueva comenzó a revelarse ante los ojos de Alexis, quien exhaló bruscamente al verla aparecer de la nada.

Esto es... increíble - murmuró Alexis, su incredulidad mezclada con un temor renovado.

La cueva, oscura y sombría, se alzaba ante ellos como la boca de una bestia esperando devorarlos. Ambos encendieron sus linternas y, con pasos cautelosos, comenzaron a adentrarse en el interior.

El ambiente dentro de la cueva era denso y opresivo. Las paredes, húmedas y cubiertas de musgo, parecían absorber la luz de las linternas, dejando el espacio sumido en una penumbra casi impenetrable. El suelo estaba cubierto de tierra suelta y pequeñas piedras que crujían bajo sus pies, amplificando el sonido de sus pasos en el silencio sepulcral.

"El Ritual de la Cueva"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora