Despertar en Londres nunca es fácil. Despertar en Londres sabiendo que en cualquier momento podríamos ser desalojadas, menos. Pero aquí estamos, en nuestra modesta versión del Titanic, sabiendo que el iceberg está a la vuelta de la esquina, y sin ningún maldito bote salvavidas a la vista.
El sol -o lo que Londres llama sol- se cuela por las rendijas de las cortinas, esa luz grisácea que más que iluminar parece recordar que el día será tan lúgubre como el anterior. Me revuelvo en el colchón, miro a Cris, que aún duerme plácidamente. O al menos lo intenta, con ese ceño fruncido que últimamente parece permanente.
Intento levantarme sin hacer ruido, pero el colchón protesta, como si se uniera al coro de preocupaciones que me atormentan. No he dormido en toda la noche, con el teléfono en la mano, esperando un mensaje, una llamada, algo que me diga que todo va a estar bien. Pero lo único que he recibido es un silencio que pesa. Nadie me coge el teléfono. Ni Héctor, ni mi padre. Nadie. Y cada minuto que pasa, la ansiedad se apodera más de mí.
Voy a la cocina y enciendo la cafetera, esperando que el café haga su magia.
-Buenos días-la voz de Cris me saca de mis pensamientos. Se apoya en el marco de la puerta, despeinada y con esa camiseta vieja de The Rolling Stones.
-Buenos días, Mick Jagger -respondo, intentando darle un toque de humor a lo que claramente es una situación de mierda.
Cris se acerca y coge una taza del armario, con esa resignación que solo se logra después de un día sin parar de recibir golpes de la vida.
-¿Todo bien? Pareces más pálida de lo habitual -me pregunta, mientras se sirve un café.
Respiro hondo, sintiendo que las palabras que llevo reprimiendo toda la noche están a punto de explotar. -No, no estoy bien. No he dormido nada. No tengo noticias de España, nadie me coge el teléfono. Héctor no responde, mi padre tampoco... No sé qué está pasando y cada minuto que pasa siento que debería estar allí, no aquí, esperando como una idiota.
Cris me mira con esos ojos que intentan transmitir calma, pero hoy no me tranquilizan lo más mínimo. -Clara, relájate. Espera a tener noticias antes de tomar decisiones precipitadas. No puedes dejarlo todo ahora. Ya estás aquí, has hecho un esfuerzo enorme. No puedes rendirte ahora.
-¿Rendirme? -repito, sintiendo que la frustración empieza a subir como la marea-. ¡Mi madre está en el hospital y nadie me dice nada! He luchado, sí, pero ¿de qué sirve todo esto si mi familia me necesita y yo estoy aquí, haciendo cafés de mierda y sirviendo pintas a gente que ni siquiera sabe mi nombre?
El silencio que sigue es denso, como si las palabras se hubieran convertido en una barrera entre nosotras. Cris deja la taza en la mesa con más fuerza de la necesaria. Algo en su expresión me dice que estamos cruzando una línea que no tiene vuelta atrás.
-Entiendo que estés preocupada, pero ¿vas a dejarme aquí sola, sabiendo que en unos días estaré en la calle? -
-Ese problema ya lo tenías antes de que yo llegara, Cris. - Mis palabras salen antes de que pueda detenerlas, cargadas de una rabia que ni siquiera sabía que tenía-. ¿De verdad crees que me voy a sentir culpable por algo que me has ocultado? Quizás si me hubieras contado la verdad desde el principio, podríamos haber hecho algo antes, pero ahora...
La cocina se llena de un silencio incómodo. Cris me mira con los ojos entrecerrados, como si quisiera responder, pero no encuentra las palabras. Y, sinceramente, mejor que no las encuentre, porque estamos a un paso de decir cosas que no podremos desdecir luego.
Cris me mira fijamente, y por un momento, creo que vamos a tener una conversación sensata, una que nos lleve a alguna solución, o al menos a un entendimiento mutuo. Pero sus ojos se endurecen de repente, y antes de que pueda decir algo más, se levanta bruscamente de la mesa.
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Welcome Freedom
Storie d'amoreClara tiene 25 años, trabaja en una tienda de souvenirs, una vida familiar tradicional, y la sensación de que el mundo pasa de largo mientras ella sigue estancada. Cansada de la monotonía y de fracasos amorosos ansía encontrar algo más, algo que le...