Once

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"La resonancia del pasado"

El camino a casa se hacía cada vez más eterno, me encontraba en una de las calles más concurridas de la cuidad mientras tomaba un café. Todo se sentía de alguna manera, distinto, las flores empezaban a nacer, las calles se veían coloridas. Lo cual era extraño porque la primavera estaba a punto de culminar, pero parecía estar en su punto más alto. Eran cerca de las tres de la tarde cuando pude divisar a una pequeña niña, junto a su padre, entre la multitud de las personas. — ¡Vayamos por un helado! — oí a la pequeña pasar por mi lado, jaloneando a su padre con ella. Ese instante se volvió eterno, esa niña tenía los mismos ojos verdes de Eren. Aveces me pregunto como hubieran sido nuestros hijos, si el hubiese sido diferente.

— Ya llegué, mamá. Estaré en mi habitación. — anuncié mientras dejaba todas mis pertenencias sobre el sofá de la sala. Antes de que pudiese seguir mi camino hacia mi habitación, una voz rebotó en mis oídos tal como un presagio de mala suerte, me volteé rápidamente con incertidumbre. ¿Que se supone que hacía este hombre aquí? En el instante que logré ver su cara, las emociones en mi pecho se hicieron aún más insoportables, no solo eso, su semblante se veía desesperado y con un palpante miedo al rechazo.

— Nicole, tenemos que hablar....— pidió mi padre a escasos metros de mi, quería abrazarme. Lo sabía y por eso me alejé. — No me haz llamado más, ¿Acaso tú madre tiene que ver con esto? — cuestionó.

Su peor error pudo haber sido mencionar a mi madre. Yo no lo contacté más por decisión propia, me sentía dolida y traicionada luego de esa gran sorpresa que me lleve la última vez. Me altere, realmente esa fue la gota que rebosó el vaso.

— ¡Mamá no tiene nada que ver! Yo no te llamé, porque no se me dio la gana. — Exclamé, gritando. Estaba harta de ese maldito circo que el quería seguir sosteniendo a base de llamadas semanales donde solo me preguntaba como estaba.

— ¡Nicole, basta! Tienes que entender. Estas muy grande para seguir con tus estupideces. — Se me acercó el, bastante alterado, mientras me sostenía con bursquedad de mis brazos. Me solté de su agarre sintiendo como sus manos quedaban marcadas en mi pálida piel, estaba furiosa. Sabía que de mi boca podría salir cualquier cosa solo para herirlo.

— ¡Me lo prometiste! ¡Prometiste que estarías con nosotros! — Exclame, en mi voz se podían detectar cada uno de mis sentimientos. — No eres más que un cobarde, ve a ser el padre de alguien mas. ¡No te necesito! — añadí mientras secaba las lagrimas que querían asomarse en mis ojos. No quería llorar, estaba harta de verme débil y vulnerable. Desde esa mirada con Eren en el pasillo supe que era una persona fácil de lastimar, susceptible, vulnerable. Que cualquiera podría hacerme sentir pequeña, por más tonta que fuera la razón. Todos siempre iban un paso adelante. En cambio yo; siempre que daba un paso adelante, terminaba tres pasos detrás.

Sin decir más, con un nudo inexplicable en mi garganta, subí a mi habitación. En esa discusión tan abrumadora, con una persona a la que no quería ver, habían pasado más de cuarenta minutos. Aunque no estaba ni cerca de ser la hora en la que Porco vendría por mi, algo en mi corazón me dijo que debía buscarlo. Me senté cómodamente en el alféizar de mi ventana, desde aquí la vista era hermosa. De niña, cuando vivía aquí, solía siempre sentarme en este mismo lugar en busca de algo que me reconfortara. Mientras Jean dormía, yo me desvelaba viendo la luna; esperando que mi padre, el cual se había ido lejos de nosotros en ese momento, estuviera viendo la misma.

Ahora que lo pienso, ha pasado mucho tiempo desde esos momentos perdidos en mi memoria. Con el dorso de mi mano, traté de secar las lagrimas rebeldes que se escabullían de mis azulados ojos. Tenía sus ojos, los ojos de mi padre; tan azules y profundos como el océano. Ese océano que jamás terminábamos de conocer. En cambio Jean tenía los ojos cálidos de mi madre, tan dulces como la miel. Esos que con una sola mirada podían reconfortarte, o en algunos otros casos, asustarte como ningunos otros pueden. Voltee a mi derecha mirando todas las fotos que aún permanecían colgadas a la pared, de hecho, el cuarto seguía igual a como lo dejamos esa vez que decidimos mudarnos más cerca de la secundaria. Aún no se específicamente porque mi gemelo y yo tomamos esa decisión, sabiendo que solo nos quedaba un año en la misma.

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⏰ Última actualización: Sep 02 ⏰

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𝐓𝐡𝐞 𝐥𝐚𝐬𝐭 𝐬𝐮𝐦𝐦𝐞𝐫 -Porco Galliard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora