3 | No se habla de la cuarta vez

103 25 11
                                    

3

No se habla de la cuarta vez.

—¿Se te hace gracioso decir que estamos casados?

Five ahora mismo sólo se tira dentro de mí auto y no me responde, cierro la puerta del copiloto y regreso a mi asiento de conductor, me pongo el cinturón, pero veo como Five encuentra la palanca del asiento y hace que quede hacia atrás, a manera de que él queda acostado.

—Ese ha sido mi sueño desde siempre —murmuró.

Frunzo el ceño y saco mi auto de ese sucio estacionamiento.

—No tienes más de veinte años, ¿y sueñas con casarte? —pregunté.

Five suelta una pequeña risa.

—Te doblo la edad, querida —soltó.

—Definitivamente, estas muy ebrio —aseguré.

—No lo niego, pero eso no es mentira —soltó.

Lo mire de reojo e intente dejar mi vista en el camino.

—Y según tú, ¿cuántos años tienes?

—Más de setenta, ahora mismo no recuerdo —respondió.

Sería divertido platicar con una persona ebria, dicen que ellos siempre dicen la verdad.

—Claro, y yo tengo diez años menos que tú —ironice.

—Si lo sospeche, solo a las abuelas les gusta hacer galletas —respondió.

Abro la boca, claramente ofendida.

—Hacer galletas es una muy buena inversión —defendí.

—Posiblemente.

—Hablo en serio, más cuando no hay panaderías en un pueblo tan pequeño —expliqué.

Five hace un ademán con la mano, restando importancia a mi argumento.

—¿Dónde está mi hermano? —preguntó.

—Durmiendo de lo más cómodo en mi sala.

—Vaya, ni siquiera se ha preocupado por venir por mí —se quejó.

La verdad es que no y después de la pelea dudo que sea buena idea que estén en el mismo lugar otra vez.

—Pues le gritaste muy feo hace unas horas, no tienes derecho a quejarte —le recordé.

—Él está acostumbrado a eso —aseguró.

Lo mire de reojo, su voz cada vez era más baja y ya era casi seguro que en unos segundos se iba a dormir.

—Espera que lleguemos a casa, no pienso cargarte hasta el sofá —advertí.

—Para eso está mi hermano el grandullón —respondió.

Fruncí el ceño, recordando a Klaus, no era precisamente el hombre más fuerte había visto.

—Dudo que este despierto cuando lleguemos.

—Él no, hablaba de Luther —me corrigió.

—¿Tienes más hermanos además de Klaus? —indague.

—En total somos siete, y ocho con la esposa del inútil de Diego —explicó.

Eleve ambas cejas, vaya que eran de familia numerosa.

—¿Tú cuántos tienes? —preguntó.

—Sólo uno, Jasper.

—El pequeño demonio con sartén —murmuró.

Las flores siempre mueren en agostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora