Eleven.

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Desde que tenía uso de razón, su vida siempre había sido un caos

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Desde que tenía uso de razón, su vida siempre había sido un caos. Fracaso tras fracaso, pérdida y abandono. Contadas habían sido las breves experiencias de felicidad a lo largo de su adolescencia y todavía adultez. Necesariamente no era su culpa, aunque gran parte de las veces era así. Ese era el problema de Louis; su maldición y su condena.

Crecer dentro de un ambiente sano fue lo mejor que le pudo haber pasado en un comienzo. Sin embargo, todo fue yéndose en decadencia cuando cumplió cinco años y el experimentar con sus mascotas fue el primer paso para que sus padres se dieran cuenta de las actitudes anormales que su hijo tenía y lastimosamente ignoraron. Ellos lo amaban, claro, era su hijo. Fue su adoración y perdonaron cada uno de sus errores justificándose que era su culpa.

El pequeño niño no sabía lo que hacía. ¿Matar palomas con piedras? Un hobbie. ¿Perseguir perros para amedrentarlos? Una travesura. ¿Disecar animales muertos o al propio gato de la familia? Curiosidad. Siempre hubo una manera de justificarlo. Sus berrinches y sus arranques de ira; absolutamente todo. Y para él era normal. Se consideraba como tal y todavía sus padres lo creían.

Hasta que su hermana nació.

Louis no tenía idea de la convivencia con otra persona que no fueran sus padres. Cuando cumplió cuatro y lastimó a los niños en las guarderías por sus arranques de violencia, tomaron la decisión de educarlo en casa. Fue su error el privarlo de las demás personas y no enseñarle cómo arreglar las cosas debidamente, sumado también a controlar sus emociones.

Tenía siete años cuando Raquel nació. Vivió una infancia plena y llena de caprichos antes, pero cuando su hermana llegó, abruptamente todo cambió en la dinámica familiar que llevaban años teniendo.

De un día para el otro, todo se trataba de Raquel. Cada juguete era para ella; guarderías, cuidados y educación. Lentamente Louis fue sintiéndose desplazado, y con esto, atrajo lo peor que pudo haberle hecho su madre. Olvidarse de él. Los años pasaron y un rencor fue creciendo dentro suyo, uno que hasta el día cero había olvidado y su mente justificó en que era culpa de ellos.

Y lo eran por no darle un freno, porque en lugar de acercarlos, ellos comenzaron a gritarle y alejarlo de ella con el miedo de que pudiera lastimar a su hermana, así como lo hizo con todo lo demás. Solo así, Louis se dió cuenta que lastimando y aterrando, conseguía que la gente le prestará atención. Esa fue su dinámica por años; Raquel crecía y era apartada de él y cuidada por su madre hasta cierto punto. Hubo una temporada en que incluso lo mandaron a vivir lejos con sus abuelos para que ella pudiera crecer a gusto, pero cuando ni ellos pudieron controlarlo más, volvió a sus vidas cuando Raquel tenía la misma edad en la que él la conoció.

La niña no le temía, e incluso se sentía feliz de saber que su hermano estaría a su lado. Pobre ingenua fue al creer que algo en él habría cambiado y que, como la maternidad, el amor de hermanos nacía desde el comienzo. Louis nunca dejó de odiarla, y a sabiendas de que su condición mental se fracturó al ingresar a la secundaria después de años de educación en casa, no pudo más con ella.

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