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Abrigo, bien. Labial, bien. Cabello, bien.
¿Una vez más?
Abrigo, bien. Labial, bien. Cabello... podría mejorar.
Bien, ¿qué tal ahora?
Abrigo... ¿le falta un botón? ¿LE FALTA UN BOTÓN?
—Disculpe, ¿va a tardar mucho?
Lluvia se llevó un buen susto cuando escuchó esa pregunta del otro lado del baño en la cafetería.
—No, no. ¡Ya casi salgo!
Tomó su bolso y dio un último vistazo al espejo. Abrigo, dos tres. Labial, bien. Cabello...
—Está bien, está bien —se dijo a sí misma abriendo la puerta de golpe.
—¡Oiga! —gritó la mujer a la que había golpeado con el ímpetu de su salida. Era la pobre que también llevaba varios minutos esperándola para hacer uso del sanitario.
—¡Ay! ¡Perdón, perdón!
—¡Suéleteme, solo quiero pasar al baño! —Y cerró la puerta del sanitario de un azotón.
Las miradas de todo el establecimiento estaban sobre Lluvia. Ay no, ahora parecía que abrigo, bien; labial, bien; cabello, bien; pero situación actual, mal.
—No estoy enferma del estómago —comentó Lluvia de la nada—. Es que me estaba arreglando el cabello. Ya saben, de esas veces que una cambia el fleco a un lado, al otro, todo se ve raro. ¿Les pasa?
Algunas personas la miraban extrañadas y unas cuantas asentían ante su pregunta. Lluvia nerviosa era igual a problemas.
Para ese punto, creyó que levantarse al baño antes de su magnífico e híper romántico encuentro entre Bruno y ella, estaba resultando en un desastre. Quería estar a la altura del evento, porque creyó que sus primeras interacciones serían tan dulces como poner corazones sobre las "íes". Inocente, adorable, clásico. Esto estaba saliendo de la norma.
—Te entiendo, pequeña —dijo una anciana que se acercaba a Lluvia. Tenía un panqué de plátano en las manos e iba en dirección a la mesa más cercana—. A mí también me causa agruras el café. Toma, para tu pancita.
Y le entregó una pastilla para el estómago.
Lluvia la miró confundida y estuvo preparada para cambiar, mentalmente, todos los puntos de sus íes por simples círculos insípidos. Hasta que alguien más le dijo algo.
—Eres muy divertida —comentó Bruno desde el mostrador—. Sin ofender, claro. En el mejor de los sentidos.
Lluvia se ruborizó un poco. Corrección, vuelven los corazones. Ahora es "Lluvia" CON corazón sobre su "i".
—Tú también —soltó la chica aproximándose—. Bueno, nunca te he escuchado decir algo gracioso, porque apenas te conocí hoy, pero estoy segura de que me harías reventar de la risa. En el buen sentido.
Bruno volvió a sonreír y bajó la mirada. Observó alrededor, antes de dirigir sus pupilas al reloj que coronaba esa escena.
—No quiero ser impertinente... ¿me esperarías diez minutos a que termine mi turno? Quiero ver si también me consideras divertido.
Lluvia asintió emocionada. Primero se quedó de pie frente al mostrador y, un poco después, comprendió que quizá era incómodo que estuviera con la mirada fija en el trapo que Bruno lavaba antes de cerrar con su horario laboral.
Regresó a la mesa y le abrió espacio (solo movió su libro). Percibió las manos temblorosas, hacía mucho que no sentía eso, así que se empezó a inquietar un poco. Ya había hablado con vocecita, pero ahora estaba ahí, en el momento real. Con un chico que le hacía revolotear las entrañas, después de que otro lo destruyera. ¿Qué haría? ¿Mejor se iría?
Claro, porque sería lo más lógico actuar como estuvo actuando todo ese tiempo, para al final salirse de la sucursal como si nada.
—Sería confirmarles a todos que estoy loca —dijo, sin querer, en voz alta.
—No creo que estés loca.
Sí, por supuesto que Bruno tenía que llegar cuando ella estaba hablando sola. Lluvia se quedó un momento sin saber qué decir (raro en ella), porque el chico lucía realmente atractivo más de cerca.
Se había quitado el delantal color café que portaba para atender a los clientes y se había puesto unos lentes de pasta gruesa que lo hacían ver interesante.
—Sí estoy loca —soltó Lluvia provocando otra risa en el chico—. Pero en el mejor de los sentidos, ¿sabes? No loca como de perseguir a la gente por todo el lugar con un cuchillo, loca como que le pongo nombre a las palomas en la calle.
—Sé que llevamos muy poco de conocernos. No lo digo en un sentido poético, sino... en verdad nos conocimos hoy. Pero... sin miedo a equivocarme, nunca había hablado con alguien como tú.
—¿Sin miedo a equivocarte? Quisiera tener un poco de ese.
Bruno sacó un pequeño papel del bolsillo del pantalón. Lo colocó frente a Lluvia, lo cual pareció un poco más íntimo. Como si fueran amigos de toda la vida.
—¿Es tu número de celular?
—No, no. Sobre el miedo a equivocarse... ¿todos lo tenemos, no? Aún no abras el papel, quiero que sea de esos momentos en los que valió la pena esperar al final.
La chica se acomodó porque presintió que vendría una escena, como lo predijo, altamente romántica. Ajustó mentalmente el corazón sobre la "i" de su nombre.
—Una vez me hice pipí en los pantalones.
Bueno, regresar al círculo de la "i" tampoco estaba tan mal.
—¿Qué? —preguntó Lluvia aguantando una risa que tenía en el fondo de la garganta.
—Sé que es un terrible inicio. Pero fue el peor día de mi vida. Era pequeño, fuimos a una excursión escolar, no había un baño y yo ya no aguantaba más... El punto, todos se burlaron de mí y, por supuesto, mi apodo fue "pantalones de pipí" durante gran parte de mi crecimiento.
—Pudieron ponerte un apodo mejor.
—Probablemente —expresó sonriente—. De cualquier forma, el día de mi graduación en esa escuela, yo solo quería irme. Ese error había hecho que todos me miraran de una sola forma, ¿sabes? Hasta que leí una firma en mi anuario. La arranqué porque era la única que no me insultaba. Siempre la traigo porque me recuerda que, sin importar qué horrible haya parecido un error en mi vida, quizá eso provocó algo más por lo que valió la pena equivocarse. Así que no diría que no tengo miedo equivocarme, solo pienso que vale la pena cometer errores.
Lluvia sonrió ante esas palabras tan profundas, y después desenvolvió el pedazo del anuario que le había entregado Bruno.
"¡Gracias porque la sonrisa que siempre mantuviste me inspiró a seguir! En mis momentos más oscuros, aún sin hablarnos, fuiste mi inspiración. ¡Ahora conquistemos la secundaria, chico sonriente!
Atte: Inés (claro, con corazón en la "í")"
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El Jardín de las Espinas Rotas ✨
Romance¿Alguna vez has sentido que tu corazón quedó marchito? Entre las espinas de una traición, o de una desilusión, pensaste jamás volverlo a ver florecer. La imposibilidad de su renacimiento, pronto se volvió el abono para que un romántico bouquet se ab...