Cambios

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*Violeta Hódar*

Me encuentro en el balcón de mi nuevo apartamento contemplando el mar Mediterráneo, en el que se reflejan los últimos destellos de la luz del sol. El clima es caluroso, relajado, con tintes del verano que está por comenzar, pero mi mente está ausente, mi mente está lejos de mi presente en Menorca. En una semana, voy a abrir mi primer restaurante "Libertá", un proyecto que significa mucho para mí porque es el primer restaurante que abro lejos de casa. Si bien estoy muy emocionada con este nuevo logro, la apertura inminente de este restaurante trae consigo mucho estrés y tensión que no puedo quitarme de encima.

Soy Violeta Hódar, tengo 28 años y soy chef de cocina. Nací y crecí en Motril, una ciudad costera en la provincia de Granada, en la mágica Andalucía, entre las montañas de la Sierra Nevada y el mar Mediterráneo. Motril puede considerarse como un paraíso tropical, es un lugar en donde el mar se encuentra con la montaña, donde las culturas se entrelazan y donde la herencia andaluza es palpable en cada rincón de sus calles. Aquí las tradiciones andaluzas son omnipresentes. Cada calle, cada piedra parecen contar una historia antigua. Esa ciudad marcada por su historia, es el lugar donde nació la Violeta que soy hoy en día.

Vengo de una familia muy unida, muy arraigada en la cultura granadina que nos ha visto crecer a todos. Mi padre, Juan Carlos, es psicólogo. Es un hombre calmado que me ha ensañado muchas cosas: escuchar antes de hablar, buscar la profundidad en cada situación y en cada conversación. El siempre me ha impulsado a seguir mis pasiones, a explorar el mundo siendo fiel siempre a mi esencia y mis raíces. Mi madre, Sufema, es una mujer con carácter, es el pilar de nuestra familia. Ella ha trabajado duro toda su vida para ofrecernos un hogar cálido y acogedor, pero sobre todo es de ella de quien heredé mi amor por la cocina. Cada domingo, mi madre y mi abuela se reunían en casa para preparar platos tradicionales para toda la familia. Viéndolas a ellas me di cuenta que la cocina no es nada simple, que se requiere destreza y mucha paciencia para lograr encantar el paladar de una persona. De ellas aprendí que la comida no tiene como simple fin el ser digerida, sino que también puede contar una historia, transportarnos a momentos precisos y también unirnos.

Por último tenemos a mi pequeña hermana Cayetana de 20 años, que es un chica llena de vida, energía y con unas ganas enormes de comerse al mundo. Siempre hemos sido cercanas, contándonos nuestros secretos, travesuras y compartiendo varias aventuras y sueños. Tana, como yo le llamo, escogió un camino diferente al mío, ella es estudiante en arquitectura, pero aún así nuestras pasiones se unen por un hilo casi imperceptible: nuestro respeto por nuestras tradiciones y las ganas de expandirlas, transformarlas, de hacerlas evolucionar.

Granada, con sus majestuosas montañas y su pasado tan rico, hacen de ella una ciudad maravillosa que me ha marcado desde siempre. Todavía recuerdo las incalculables veces en las que salí a caminar por los jardines de la Alhambra una vez me mudé ahí por la universidad. La Alhambra es más que un monumento, es una lección de historia y arte, un lugar en donde puedes sentir la importancia del pasado y la melancolía que deja a su paso el pasar del tiempo. La belleza de estos lugares siempre me ha inspirado, con sus patios ornamentados de fuentes, mosaicos colorados y esa atmósfera de serenidad que contrasta con el bullicio de la ciudad de abajo. La magnitud y grandeza de ese castillo me han hecho siempre sentir conectada a algo más grande que nosotros, algo más antiguo incluso. La Alhambra me enseñó a ver la belleza en los detalles, a comprender que cada piedra, cada arco tienen una historia por contar.

Mi fascinación por la historia y cultura andaluza, se las debo en gran parte también a Federico García Lorca. Ese poeta que a través de su arte supo capturar la esencia de nuestra tierra con tanta intensidad. Sus palabras, plagadas de pasión, de dolor, de libertad, resonaron conmigo desde siempre. Por supuesto Lorca también ha inspirado mucha la creación de mi restaurante, Libertá, un nombre escogido no solo por su significación profunda, sino también para honrar ese espíritu de rebeldía y libertad que impregnaba toda su obra. Con el restaurante quiero hacer un homenaje a esa búsqueda de libertad, a ese deseo de liberarse de los convencionalismos permaneciendo siempre fiel a nuestras raíces.

En la distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora