Capítulo 4

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Varios años más tarde Ei se disponía a salir de vez en cuando a dar un paseo por Inazuma, incluso llegó al Santuario.

—Miko...

Mis orejas no pudieron evitar dar un pequeño salto al escuchar la voz de Ei.
Enseguida la miré y sonreí ampliamente.

—Hoy ha sucedido un milagro —dije con gracia y ella soltó una pequeña risita.

—Bueno... Tenía ganas de visitarte. ¿No puedo?

—No seas tonta —le dije mientras me levantaba, iba hacia la puerta y volteaba el cartel de «No molestar» para poder hablar más tranquilamente con Ei—. Siempre puedes venir, yo siempre estaré disponible para tí.

Era obvio que lo último lo dije con un doble sentido, pero esa arconte es demasiado ingenua.

—Eso me alegra bastante... —ella se recostó en mi escritorio, mirando a su alrededor—. Incluso este lugar cambió mucho con el pasar de los años...

—Nunca hay que quedarse atrás, siempre debemos avanzar para que la vida no entre en un terrible bucle —comenté a la vez que jugaba con un mechón de mi cabello—. Vivir lo mismo por siempre sería una pena... Porque nos estancaríamos, perdiendo los placeres nuevos de la vida.

—¿Placeres nuevos de la vida? —preguntó mientras me miraba a los ojos.

—Exactamente, cariño.

Me senté a su lado en el escritorio y pasé mi mano suavemente por su trenza.

—¿Te gustaría un nuevo peinado?

«Que esté algo revuelto», pensé con perversión.

—No... Creo que así estoy bien.

—También he pensado que cambiar un poco mi estilo, no me vendría mal —le dije.

—Así te ves hermosa, no tienes que cambiar.

La miré con descaro y un toque de travesura.

—¿Soy hermosa?

—Siempre lo has sido, Miko —Ei rió un poco—. Pero si solo querías escucharlo de mis labios... Pues sí, eres hermosa. Tanto ahora como hace 500 años... Tú no has cambiado mucho, solo tienes los rasgos un poco más adultos.

Humedecí mis labios con una sonrisa traviesa en ellos.

—Mmm...

—¿Por qué te quedas callada de la nada? ¿No esperabas que te diera algún halago?

—No, la verdad es que no —confesé.

—Entonces este ha sido tu día de suerte.

Ei suspiró pesadamente luego de soltar sus palabras.

—La Shogun me contó que pasaste mucho tiempo intentando hablar conmigo y un día simplemente dejaste de ir —dijo mirando a la nada, como queriendo evitar mi mirada.

—Nada es eterno, Ei —le dije—. Aunque quieras que las cosas sean así, en realidad todo cambia, todo se acaba... Y yo decidí dejarte en paz, pues sabía que no importara cuántas veces fuera por tí, jamás me ibas a dar la oportunidad de verte otra vez.

Mis palabras salieron algo de melancolía mescaldas con dolor, pues esos tiempos fueron dolorosos para mí... Estar tan acostumbrada a ella y que un día simplemente ya no quisiera verme más...

Fué bastante duro.

—Y bueno, simplemente mi corazón se dió por vencido —dije por último—. Me costó mucho aceptar que ya no querías verme, pero con el dolor aprendemos cosas, como a aceptar los cambios... Ese cambio que diste me trajo mucho dolor, y con ello aprendí a no depender emocionalmente de nadie.

Alcohol Para Dos (EiMiko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora