CAPITULO 2: EL MARIPOSARIO

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"Soy una luchadora

No voy a parar

No hay vuelta atrás

Me cansé"

Fighter by Cristina Aguilera


Elizabeth.

La palabra matrimonio no deja de dar vueltas en mi cabeza, mientras siento un repentino mareo que me cubre. Esto no puede ser, es imposible que esto vaya a pasar; si no estoy mal, una de las tradiciones de la familia real es que el segundo hijo tiene el deber de vivir a la sombra del heredero, para velar por su seguridad.

El matrimonio esta totalmente prohibido para mí, ni siquiera consideraba la idea de enamorarme de alguien debido a que mi deber era mucho más grande y ahora el rey me está hablando de matrimonio. O está desquiciado o sin duda es muy inteligente.

La única explicación que encuentro para que vaya a romper una tradición que lleva siglos en la familia real es que busca alejarme de nuevo de Adrián.

Sin apartar la mirada del rey, veo como un brillo de satisfacción cubre sus ojos azules y es ahí que me doy cuenta de que estoy en lo correcto.

Él no quiere que esté al lado de su primogénito y heredero, me quiere lejos de sus vidas.

La bilis se me sube por la garganta y ni siquiera me siento así por él, sino por mi hermano. No quiero volver a estar lejos de él, no podría vivir sabiendo que lo dejé en manos de nuestro padre.

Si Adrián se queda aquí con él, lo más probable es que lo haga su espejo, lo destruya tanto hasta matar todo rastro del príncipe dulce y amable que habita en mi hermano. Mi cuerpo empieza a temblar debido a la ansiedad, por lo que cierro mis manos en puños y clavo las uñas en mis palmas, dirigiendo mi enfado a ese lugar para no perder el control de mis emociones.

La verdad, no sé qué esperaba de alguien que entregó la vida de su única hija a manos de mercenarios.

Mi hermano, que se había mantenido demasiado tranquilo, suelta una carcajada que resuena en todo el silencioso salón.

—¿Planeas darle su mano a quien sea solo para beneficiarte? —La voz de Adrián es peligrosa, como si le diera la oportunidad al mismo rey de que se retracte.

—Como futuro rey, deberías saber que toda relación es una transacción —le contesta con calma, manteniendo su mirada en mí, esperando una respuesta, como si tuviera espacio a negarme —Arleth...

Odio que utilice ese nombre para referirse a mí. La única persona que solía llamarme así se encuentra pudriéndose en una tumba por su culpa.

—Mi nombre es Elizabeth. —Susurro con enojo, él me mira contrariado, pero sigue con su diálogo.

—Elizabeth, —se corrige, descontento —el pueblo quiere ver a su princesa casada y yo espero lo mismo. Todo sea por tu bien, hija —suaviza su mirada, aunque se que todo es parte de su actuación.

La palabra hija le sale tan despectiva que hace que mi ceño se frunza. No me había llamado así desde que tenía diez años, y eso fue hace casi una década.

—No puedes romper una tradición que lleva siglos en la familia real. —Hablo con rapidez, tratando de que entre en razón, aunque por su leve sonrisa sé que no lo voy a conseguir.

—La tradición habla de un segundo hijo varón y tú, querida, eres una mujer. No estaría rompiendo ninguna tradición, porque las mujeres nunca fueron consideradas en tales. Además, no podrías cuidar de Adrián ni aunque lo quisieras. —Camina hacia mi dirección y, una vez cerca, agarra mi mentón con falsa delicadeza. —Será mejor que te cases para que así le des futuros herederos a la corona.

ENTRELAZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora