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A veces, las historias más bellas están destinadas a un final trágico

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A veces, las historias más bellas están destinadas a un final trágico.

En las vastas tierras del reino encantado, existían muchas leyendas, cada una con sus alegrías y tristezas, pero había una en particular que dejó una huella imborrable en aquel mundo. Era la historia de un amor tan profundo que ni el tiempo ni la muerte pudieron arrancarlo de la memoria de los habitantes. Una historia que perduraría hasta que todo sucumbiera, ya fuera por la mano del destino o por la de los humanos, quienes, día a día, erosionaban su hogar.

Dareen, el rey que había gobernado esas tierras, era venerado por su pueblo. Su reinado se había caracterizado por la justicia, la benevolencia y la alegría que irradiaba en cada rincón de su reino. Pero, a pesar de su éxito y el amor que sus súbditos le profesaban, en lo más profundo de su ser se sentía solo. ¿De qué servían la riqueza y la gloria si no podía compartirlas con alguien? Hasta que una noche todo cambió para siempre.

Esa noche, mientras contemplaba las estrellas desde lo alto de su castillo, sus pensamientos fueron interrumpidos por una aparición que lo dejó sin aliento. Ante él se encontraba la mujer más hermosa que había visto en toda su vida. Era un ángel del sueño, una criatura celestial que, a diferencia de los humanos, vivía en la noche, alimentándose de los sueños y protegiendo los misterios de la oscuridad. Su mirada estaba marcada por unos ojos Alejandría, cuyo brillo cambiaba con cada movimiento, reflejando la luz en sus iris como si danzaran con las estrellas. Su cabello, largo y blanquecino, parecía tejerse con el resplandor de la luna, mientras sus alas, majestuosas y etéreas, se desplegaban con una gracia inigualable.

Su nombre era Nesta, un nombre tan bello como la criatura que lo portaba.

A pesar de la fuerza que emanaba de su figura guerrera, había una vulnerabilidad en ella que Dareen no pudo ignorar. Sabía en lo más profundo de su ser que su vida no sería la misma sin ella. Desde ese momento, el mago decidió que haría todo lo posible para que aquella visión divina no desapareciera de su vida. Su acercamiento fue cuidadoso, con la paciencia de quien no quería asustar a una criatura tan preciosa.

Pero Nesta temía lo inevitable. Los ángeles del sueño sólo amaban una vez, y el peso de esa maldición la aterrorizaba. No sabía que los magos, aunque podían tener muchas parejas a lo largo de sus vidas, solo entregaban su alma una vez, y Dareen ya había encontrado la suya en ella.

El destino, como siempre, siguió su curso. Lentamente, Nesta permitió que el rey entrara en su corazón. Y Dareen, con la devoción de un amante y la ternura de un niño descubriendo un nuevo mundo, se maravilló cada día con las pequeñas sorpresas de su amor: las pecas que apenas discernía sobre su piel pálida, las sonrisas que compartían en la quietud de la noche y los sueños que entrelazaban sus almas en la madrugada.

Lo inevitable llegó. Ninguno de los dos podía soportar la idea de vivir separados, así que decidieron unirse en matrimonio. La ceremonia fue inesperada, pero también la más hermosa que se había visto en siglos. Aunque muchos se opusieron, las miradas desaprobadoras fueron insignificantes ante la pureza de su amor.

El eco del romance eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora