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"Un día te dije que mi color favorito era el azul... nunca imaginaste que era por el azul de tus ojos"

 nunca imaginaste que era por el azul de tus ojos"

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"—Koa está muy preocupado por ti."

Aquellas palabras impactaron a Aylin como un golpe directo al pecho, desatando un torrente de emociones largamente contenidas. ¿Cuánto tiempo había pasado sin siquiera recordar a su hermano? Su corazón comenzó a latir frenético, los ecos de su culpa rebotando en su mente. "¿En qué momento me olvidé de alguien tan importante?" La duda se coló en su pensamiento como una serpiente insidiosa, pero enseguida trató de ahuyentarla. "No. No puede ser." Ella aún tenía esperanza de que él, al igual que todos, la olvidara con el tiempo.

—¿Quién te ha dicho ese nombre? —preguntó, su voz firme, aunque una chispa de desesperación se encendía en sus ojos.

—Te lo acabo de decir, te está buscando más allá de las fronteras —respondió el prisionero con una mueca casi burlona—. Mencionó que buscaba a su pequeña hermana mestiza. Las últimas palabras salieron de su boca impregnadas de desdén. —Y si no la encuentra pronto... ha dicho que no dudará en cruzar este lugar maldito para hacerlo.

El aire alrededor de Aylin pareció detenerse, tan denso que apenas podía respirar. La bandeja que llevaba cayó de sus manos, el estruendo resonando en los muros de piedra como un mal presagio. No, no podía permitir que Koa, su amado hermano, caminara hacia la maldición que la tenía atrapada. No debía caer en aquel abismo, no por su culpa.

—Eres una inútil —se burló el mago, observando la comida desparramada en el suelo—. Era lo único que comería hoy.

La voz de él se deslizó como una daga, cortante y despreciativa. Sin más opción, ella se agachó, recogiendo con las manos temblorosas los restos esparcidos. Pero las palabras de Seth se deslizaron en su oído como veneno, reviviendo ecos de desprecio que creía haber enterrado.

—Estúpida mestiza.

Ese insulto, que una vez fue parte de su vida diaria, le robó el aliento por un instante, sumiéndola en una oscuridad familiar y asfixiante. El odio en esas palabras, la misma venida de labios que ya antes la habían destrozado, despertó en ella algo primitivo, una furia salvaje, indomable, un fuego dispuesto a consumirlo todo.

En un rápido movimiento, se irguió y, sin pensarlo dos veces, extendió la mano entre las rejas, sujetando al mago por la camisa de prisionero que lo marcaba como el enemigo. Sus ojos, fríos y encendidos, se clavaron en los de él, destilando amenaza pura, la falta de luz hicieron que se volviera un negro tan oscuro como el azabache.

—Escúchame bien —su voz apenas era un susurro, pero cada palabra cargaba un peso que podía quebrantar montañas—. No me importa quién eres ni la ridícula idea de superioridad que tienes sobre mí. Si vuelves a despreciarme de nuevo, lo único que encontrarás será tu propio miedo convertido en una prisión de la que no podrás escapar.

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⏰ Última actualización: Nov 13 ⏰

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