2 | El contraste de Mónaco

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"Es en la soledad donde el corazón recuerda lo que el orgullo quiso olvidar."

— Paulo Coelho


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Emilian recordó aquel día en Monte Carlo como si hubiera ocurrido ayer. La mañana había amanecido radiante, con un cielo despejado que hacía justicia a la belleza de la ciudad. El ambiente del Gran Premio de Mónaco de 2021 estaba en su máximo esplendor, con sus calles angostas y su aura legendaria, había sido testigo de innumerables historias de gloria y derrota. El holandés lo sintió desde el primer momento en que abrió los ojos. Sabía que aquel no era un día cualquiera; era un día especial, uno que sin duda marcaría el inicio de algo grande.

La sensación se intensifico en el momento que las luces del semáforo se apagaron y el rugido de los motores resonó en las estrechas calles del principado, mezclándose con el ruido de la multitud. Cada fibra de su ser estuvo en sintonía con el coche, con la pista, con la historia que estaba a punto de escribir. Cuando finalmente cruzó la línea de meta, la emoción arrolló a Verstappen, descolocándolo por completo. La sensación fue abrumadora, una mezcla de euforia y alivio que le recorrió todo el cuerpo. Aquel triunfo fue tan satisfactorio como el que había conseguido en Imola frente a Hamilton semanas antes, si no más.

Mónaco siempre había sido un lugar especial para Max, un rincón del mundo que encapsulaba el comienzo de sus mayores sueños. Mónaco fue el lugar donde su vida cambió por completo, trascendiendo más allá de la pista.

Después de la carrera, el piloto abrazó a las personas que siempre habían confiado en él. Su padre, Christian Horner, Helmut Marko y sus ingenieros, todos ellos lo rodearon, recompensados por su fe y dedicación. Pero por alguna razón, ninguno de esos abrazos se sintió tan cálido como fue el de su compañero. En el bullicio de los pasillos antes de la premiación, en un momento de semi intimidad, Sergio lo envolvió entre sus brazos, susurrándole palabras que lograron sorprender de una manera que dejaría una marca en los recuerdos de Max.

—Desde el primer momento en que te vi en la pista, supe que eras algo más. Felicidades, leoncito. —pronunció ese apodo en español con el que solía molestarlo, y del cual ahora, Max extrañaba tanto.

Un cosquilleo recorrió el cuerpo del piloto más joven. El hombre con el que había soñado, fantaseado y al que había admirado platónicamente desde su inicio en la Fórmula 1, le había dedicado unas dulces palabras ese día, tomándolo desprevenido, derritiéndolo.

Ese día juró que había visto un destello de verde en los ojos achocolatados de Sergio, un reflejo que no estaba seguro si era real o era una proyección de sus sentimientos. Pero lo que sí sabía era que estuvieron tan cerca que el verde de sus propios ojos se vio reflejado en los ojos del mayor, un espejo de sentimientos no dichos, de deseos apenas comprendidos, pero si correspondidos. El holandés se rindió ante la mirada acogedora del hombre mayor, haciendo que su corazón se acelerara, no solo por la adrenalina de la victoria, sino por algo más profundo, algo que no se atrevió a decir hasta más adelante de la temporada.

Mónaco no solo fue el comienzo de su búsqueda por el tan ansiado campeonato, fue también el inicio de algo más. Fue el lugar donde se dio cuenta de que quería el afecto de Sergio solo para él. No dejaría pasar esa oportunidad, enfrentaría todo lo que viniera, tanto dentro como fuera de la pista para obtener ese cariño.

Sin embargo, Max estaba preparado para enfrentar a todos menos a el mismo.

Un año después, Mónaco se volvió amargo y ácido, muy lejos de aquel sabor dulce de la victoria que probó el año pasado. Las calles que antes eran alegres ahora parecían estar teñidas de decepción. El aire estaba cargado con la tristeza de una oportunidad perdida y la frustración de no haber cumplido las expectativas.

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⏰ Última actualización: Sep 14 ⏰

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