03. Franco y Sergio

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—Lo odio, lo voy a matar —decía Franco tirado en la cama.

—Apurate porque Pablo te lo roba —le dijo Chiquito mientras entraba.

Franco suspiró, tapándose la cara. Escuchó cómo se cerraba la puerta.

—¿Qué te dijo Tapia? —le preguntó Franco.

—Con Pablo al lado no pudo decir mucho —comentó Sergio, sentándose a su lado—. Ahora entiendo por qué Enzo le tiene miedo.

—¿Qué te dijo?

—¿Pablo? Que aunque esto sea una joda organizada por Tapia, si veía que derramabas una lágrima por mi culpa, me mataba —respondió Sergio—. Tapia me pasó un PDF con todas las indicaciones.

—Pablo sabe lo de Otamendi —susurró Franco, acomodándose en la cama para que Sergio entre también.

—Sí, lo suponía —asintió Chiquito, mientras abría el PDF.

Franco lo miró de reojo mientras leía, y sólo cuando dejó el celular le preguntó qué decía.

—Que tenenos que pasar tiempo juntos y no sé qué —respondió Sergio.

Franco negó con la cabeza y se estiró para agarrar el celular de su amigo y entrar al PDF, para leerlo bien.

—No, esto tiene que ser joda —dijo al leer una de las primeras reglas.

"Como parte del acuerdo con la Federación de Fútbol Francesa, las parejas designadas deberán participar en una serie de entrevistas y sesiones de fotos para desmentir las acusaciones de homofobia. Se espera que las parejas muestren una relación cercana y afectuosa en público, incluyendo redes sociales y apariciones públicas."

—Sí, dice eso —asintió Chiquito.

Franco parecía a punto de llorar cuando lo miró.

—¿Y si alguien se niega? —susurró, pero la respuesta la encontró en el siguiente renglón: los sancionarían, harían lo peor que podían hacerle a esos jugadores: prohibirles las convocatorias a la selección.

—Los tiene agarrados de todos lados —suspiró Sergio—. Sabe que no se van a negar, porque si lo hacen no pueden ni pisar el predio.

—Nos va a castigar de la peor forma si nos negamos —susurró Franco con la voz temblorosa, y Sergio lo abrazó, mientras sentía algo de envidia por las diferencias entre las camadas de ambos.

Las de 2014 y 2018 no tenían nada que ver con estos jugadores, si podían hacer algo para no jugar, probablemente lo harían. Ese era el pensamiento permanente de Sergio sobre sus ex compañeros.

Sergio apretó más a su amigo entre sus brazos, y éste se aferró a él.

—¿Cómo quiere que hagamos esto? —dijo Franco—. Fingir en redes, en entrevistas, en... en todo. Es demasiado.

—Lo sé, pero lo vamos a hacer juntos —le dijo Sergio.

—Ser —susurró Franco, y el de Boca lo miró—. ¿Vas a cumplir tu promesa?

—Sí —asintió Sergio, entrelazando sus manos—. No te voy a dejar solo.

—No sé qué haría sin vos —susurró Armani, apoyando la cabeza en su hombro.

—Y no vas a tener que averiguarlo —sonrió Sergio.

Franco sonrió, y Romero sacó una foto de ambos así, aunque no la subieron.

—Parece real —susurró Armani, mirando la foto.

—Porque lo es —contestó Sergio—. Lo que sentimos es real. La amistad es real.

—Pasamela —le pidió Franco, y su amigo se la pasó. Armani sonrió al verla.

—Si Tapia quiere que subamos cosas pareciendo pareja, podemos hacerlo a nuestra manera —susurró su amigo.

—Esta no la quiero subir —susurró Franco, mientras la ponía de fondo de pantalla—. Quiero tenerla para nosotros, para recordar que hay algo sincero en todo esto, no se...

—Cómo quieras —sonrió Chiquito.

Franco asintió y se dejó caer contra el pecho de Sergio, quien lo acarició, refugiándolo en sus brazos.

—Si esto se vuelve confuso o te sobrepasa... hablalo, Fran, no estás solo —le susurró su amigo.

—Lo sé... Vos también —susurró Franco, y el menor asintió.

Sergio siguió acariciando el pelo de su amigo. Éste levantó la mirada y sus ojos se encontraron. Por un instante, todo lo demás desapareció: las presiones, las expectativas, las órdenes de Tapia. Solo eran ellos dos.

—Te quiero mucho —dijo Armani.

—Yo también —sonrió Chiquito, sintiendo cómo el de River se hacía más chico entre sus brazos.

Escuchen, corran la bola...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora