04. Siempre vos y yo

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—Ya te dije que no confío en tus jugadores para eso, y menos si se meten con los míos —le decía Pablo a Román.

Román había visto como Pablo amenazaba a Chiquito por Armani, y le preguntó por qué hacía eso. Y lo llevó a la conversación más habitual cuando se trataba de las relaciones entre los jugadores de Boca y River: que Pablo no confiaba en los jugadores actuales de Boca para amar a alguien de River.

Y si el de River involucrado era uno de la Scaloneta, más lo cuidaba Pablo de los bosteros. Los quería.

—Ya está demostrado, amor, ya sabés que la mayoría terminan mal —le dijo Pablo, mientras se tiraba en la cama—. Y no quiero que ninguno de ellos sufra.

Román se sentó a su lado, empezando a acariciar sus rulitos. Se agachó para darle besos y Pablo no pudo contener una sonrisa.

—¿Y si sale bien? —le preguntó Román, entrelazando sus manos—. Miranos a nosotros. Salió bien, ¿no?

—Salió más que bien —sonrió Aimar.

—Puede pasar lo mismo con los otros —le recordó Román, acostándose y acostando a Pablo a su lado—. Y vos ya metiste mano, así que...

—Y sí —dijo Pablo—. Las parejas que armó Tapia no iban a durar ni dos semanas, y no se van a estar mandando cagadas al lado mío si puedo evitarlo.

Román se rió y lo llenó de besos, enamorándose un poquito más al ver cómo se esforzaba en cuidar a esos quilomberos (como los había definido Pablo en su momento). Estaban juntos hacía más de 20 años, pero sentía que siempre podía enamorarse un poco más de Pablo.

—¿Qué vamos a hacer con eso? —preguntó Pablo ya sin poder contenerse.

—¿Con qué? —Riquelme cerró los ojos, rindiéndose ante las caricias de su marido.

—Lo de Tapia. Lo de... revelar las parejas.

Román suspiró y se acomodó para mirarlo a los ojos, y el miedo que vio en los de Pablo lo destrozó.

—Vení, amor. —Román lo atrajo hacia su pecho y lo abrazó.

—Tengo miedo —admitió Pablo con un hilo de voz.

—¿De qué?

—De que todo salga mal —murmuró Aimar, mirándolo con unos ojitos tristes—. De perderte, de...

—No —negó Román, apretándolo contra él—. No me vas a perder, no va a pasar nada.

—¿Pero y si pasa? El hijo de puta ese nos está obligando, y la última vez que obligaron a una pareja a hacer algo salió todo mal, no me lo olvido más —susurró Pablo aferrándose a su remera.

—¿Por qué?

—No importa —susurró Pablo, quebrándose un poco su voz—. Sólo... no te quiero perder, y n-no quiero que ninguno de ellos sufra y...

—Payasito —lo llamó Riquelme—. No podés hacerte cargo de todo, acordate. Vas a quedar peor de lo que estás sino.

Pablo, al darse cuenta de lo que insinuaba Román, le empezó a pegar pero sin ganas. Román se reía e intentaba evitarlo, y todo terminó con Aimar escondido en el pecho de su marido.

Empezó a sollozar en voz baja, y Román lo abrazaba y acariciaba intentando contenerlo.

—Te amo, no te preocupes —le empezó a susurrar—. Estoy acá, ¿sí? Siempre voy a estar, amor —le susurraba.

Pablo soltó un sollozo alto, y se aferró más. No escuchó los pasos que se dirigían a la pieza de él.

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⏰ Última actualización: Oct 05, 2024 ⏰

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