《Extra 1》

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El viento soplaba sobre el campo de trigo, las espigas secas se mecían con el aire inclinándose con el compás de las suaves ráfagas. No obstante, había algo más que movía las plantas de trigo.

Gateando en cuatro patas, cubierta de sangre casi negra y sudor, una omega lloraba en silencio mientras se arrastraba entre el follaje marrón, trataba de alejarse a escondidas del monstruo que la perseguía.

Quería alejarse todo lo posible de él, quien la buscaba riéndose y caminando sin prisas por el pequeño bosque de espigas secas.

Nayeon, como se llamaba la joven, creía haberse librado del alfa al escucharlo algo lejano, solo un poco más y podría salir libre de ahí, solo debía de llegar a los límites de los sembradíos. Pero, al mirar hacia atrás y no fijarse bien por dónde iba, cuando decidió voltear hacia el frente dio con un horrible espanta pájaros que la hizo gritar del susto.

Apenas lo podía ver bien por la luz de la luna llena en el cielo, pero la calabaza podrida con una sonrisa retorcida que tenía por cabeza era bastante visible y aterradora para su gusto.

—¡Aaahh! ¡Maldita mierda! —exclamó con horror y muy tarde se dio cuenta de lo que había hecho.

Pasos de carrera se escucharon atrás suyo y fue también demasiado tarde para empezar a correr, cuando trató de pararse una mano grande se enredó en su cabello negro y lo jaló con brusquedad. Nayeon lloró y suplicó, pero fue arrastrada sin esfuerzo por el trigal como un saco de papas.

Se hizo raspones dolorosos con el suelo y las hojas secas le picaban, no importaba si se revolvía como gusano, el agarre se mantenía firme y no daba indicios de ser soltada, no mucho después, fue lanzada hacia el frente con fuerza.

—Por favor déjame ir, ¿Por qué me haces esto? Mis amigos... — la patética y mocosa súplica de Nayeon fue interrumpida por un fuerte golpe en el rostro, el mango del bate que cargaba el asesino se estrelló sin ningún remordimiento sobre su mejilla enviando su cabeza al suelo.

Ante eso, la omega no pudo evitar soltar un chillido de dolor y sollozar. Una bota pesada presionó su cuello dejándola casi sin aire, Nayeon se revolvió y quiso quitársela de encima, pero no tenía fuerzas, estaba cansada, le dolía todo y la diferencia entre alfa y omega era más que evidente.

—A mi Sannie no le gusta hablar con sus animales, bueno, en realidad le gusta ser lo primero y último que escuchen, así que si no te habla todavía es porque podrás vivir un par de minutos más. —una voz suave y dulce cubrió sus sollozos, demasiado tranquila en comparación a la situación.

Tratando de mirar hacia arriba, Nayeon se encontró con un rostro sonriente, un omega de cabellos castaños estaba sentado en un tronco, su panza ligeramente abultada, una bebida en mano y su ropa clara tenía grandes manchas
oscuras.

Ella lo conocía, era el mismo omega que les dio la bienvenida cuando llegaron a ese campo para pasar la noche, estaban en un rincón perdido del país en el que las carreteras eran de tierra y su auto se había pinchado por vidrios.

La casa más cercana era el rancho que estaba rodeado de grandes campos de maíz y trigo, se suponía que solo vivía un omega viudo allí llamado Wooyosung. Y la persona que conocía por el nombre de Wooyosung le miraba sonriendo mientras un asesino de mierda la quería matar.

—¡T-Tu... Agh! – Nayeon gritó y lloró al sentir como uno de sus brazos era jalado hacia atrás, filosas garras se clavaban en su sensible piel sacando sangre mientras el doloroso tirón seguía en aumento.

—Me dijiste gordo y dijiste que mis brazos se miraban feos así de gruesos.—el omega hizo un puchero mientras se miraba, su camisa holgada de mangas cortas dejaban ver sus antebrazos bien. —Quizás solo sea por mi embarazo, pero eso me puso triste ¿Estoy gordo Sannie? ¿O ella mintió? Dime.—

Del bosque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora