Santiago, Susan, Zavaleta y las bicicletas.

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Hola Susana, sé que estás cosas ya no se acostumbran, pero de alguna forma tengo que desalojar esto que tengo en el pecho. Me atormenta, si fuera solo un zumbido o el "tun tun" alterado de mi corazón, pues me lo aguanto, pero no, es una explosión en mi pecho que deja un hongo radiactivo de obsesión en mi cabeza y corazón. Sí, quiero exagerar pues lo que siento es exagerado, así que prepárate porque voy en modo hipérbole.

Me pregunto si te ves al espejo y reconoces el ser humano maravilloso que eres, cierro los ojos y me imagino como una aureola de luz que orbita entorno a tus pies, tus delicados pies, tus maravillosos pies.

Si me preguntas exactamente qué es esto que siento, la verdad solo puedo decir sinceramente no sé, en esta vida que sospecho que es mi primera vida, es la primera vez que algo así me pasa. No lo voy a llamar por la temida palabra que es el reverso de Roma, solo diré que has hecho de mi pecho una colonia de tu imperio.

De llegar a ser tu novio, van a tener que enviar mis labios a un museo, los labios más afortunados de la historia. El botón de turbo de mi corazón está en el contacto de tus ojos con los míos, me aceleras me desesperas, me enloqueces...

Se interrumpió abruptamente y guardó el papel en el bolsillo del pantalón negro de jean (tendría que improvisar el resto), se acercaba su mejor amigo Juancito con su permanente pitillo de "María" en los labios, su mirada de otra dimensión y su paso flemático de gotas de cera derretida. se saludaron como de costumbre de puñito pero antes que Juancito dijera nada Santiago sabía que debía usar ese impulsora de inspiración, locura y ridiculez para enfrentar lo que le deparara el destino para ir en de su recompensa y si su osadía recibía el galardón al que él aspiraba ese podría convertirse en el mejor día de su vida.

-Espérame que tengo que hacer algo -. Le dijo a Juan, su voz le sonó extraña, lejana, como si estaba en trance como levitando entre la excitación y el pánico, aún así no le quedaban dudas, tenía que ir a hablar con Susan sí o sí.

Se encaminó al café La Burbuja, el sitio en el que normalmente iba por las tardes cuando no estaban en clase. Dobló en la calle Realidad y pasó frente un pequeño restaurante tipo comedero en el que ambientaban la comida con un poema en merengue llamado "a pedir su mano" de Juan Luis Guerra, vaya que era adecuada aquella letra y esa tonada feliz de fanfarria:

"A pedir mi mano viene, eh, eh..."

Vamo' a sonar unos palos

pa' que me quieras por siempre..."

Era como si la vida misma le había puesto banda sonora a su momento, se sintió optimista y aún más convencido de lo que se proponía hacer, apresurando un poco más el paso.

Estaba en éxtasis, percibía las formas y los colores que le rodeaban con una intensidad nunca antes vivida, era como si por primera vez entendiera la gloria de estar vivo, de respirar.

Llegó a la esquina de la calle donde estaba el café, vio a Susan sentada y riendo con aquella sonrisa que le provocaba un estruendo en el pecho, caminó y caminó mirando al frente sin voltear a los lados como en automático. Pasó de largo, sacó el papel con el escrito para Susan, lo arrugó y echó a la basura. Siguió su camino, está vez su destino era su casa, decidió que mejor se dedicaba a escribir guías de videojuegos, poemas o lo que sea y publicarlas por las redes pues, Susan estaba sentada en las piernas de Brayan Zavaleta, el consabido pillo y ladrón de bicicletas. 

Cuentos Cortos- Uge BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora