El sol le enceguecía a través de la resolana que reflejaba la carrocería del coche en el que Alejandro trabajaba. Transpirando y en el intento de secarse el sudor de la cara se untó la frente en una mancha de grasa que semejaba a un Bahamut.
De la casa salió su viejo con una taza enorme de café en la mano, el vapor que se elevaba desde la taza que hacía borroso el gesto hosco con el que su viejo vivía le transportó a una época difícil en la que su padre bebía un día sí y el otro también.
Un sábado por la tarde, una tarde eufórica en la que Alejandro había quedado como el jugador más valioso en una serie de caimaneras de béisbol con los amigos del barrio. Aquellas partidas informales jugando a la pelota llenaban a los chicos de testosterona y adrenalina, lo que a veces los llevaba a resolver el marcador a puñetazos y patadas. En la última contienda en la que la rivalidad entre los chicos de la calle diez y los de la calle siete había llegado a su cenit, se había decidido el resultado a favor de los "fenómenos", cómo se hacían llamar en aquel entonces los chicos de la diez, Alejandro y sus amigos; en cambio los de la calle siete se hacían llamar los bichos.
Técnicamente eran vecinos por disposición geográfica pero por tradición tribal eran contrincantes. Alejandro concentrado, al no querer ser el responsable de la derrota de su equipo y su calle, tenía como se dice en el argot del beisbol, los ojos puestos en la bola, un swing en el que puso hasta el alma le llevó a ponerla al final de la calle, la pelota de goma trazó un arco en el aire yendo a parar muy lejos del último centro campista, lo que permitió a Arturo "cara de cerebro" y al "negrito" Cirilo marcarán las carreras necesarias para dejar en el terreno a "los bichos" de la calle siete.Compraron entre todos sendas botellas negras de Coca-Cola, pan y mortadela; ese fue el banquete de la victoria del equipo de Alejandro, que engulleron al son de "el hacha" de Oscarcito, canción que Daniel "labia chimba" sonaba desde el equipo de sonido del carro.
Aún estaba embriagado de alegría recorriendo el último tramo del camino a casa cuando a lo lejos escuchó gritos, un alboroto de violencia, el caos de lo irracional. Apresuró el paso, llegó corriendo a casa para ver de qué se trataba, aunque ya sospechaba. Pablo Camacho, mecánico de profesión estaba zarandeando a Laura "Lala" Alcorta, su esposa y madre de Alejandro. Nunca se enteró de la razón de aquello, solo recordaba el vapor ascendente de una taza de café caliente abandonada en la mesa, Alejandro al ver a su padre maltratando a su mamá le entraron ganas de agarrar la taza y tirarle el café encima o partir la taza contra la resplandeciente calva de aquel desgraciado. Solo atinó a arrojarse encima, agarrarlo por el cuello y tratar de halarlo hacía atrás, para sacárselo de encima a su madre que respondía con forcejeo y maldiciones.
Aquello no terminó pero en medio de la locura del pandemonio desatado hubo repentinamente un rayo de sensatez en todos que les permitió recobrar la cordura y terminar con aquello. Al rato Alejandro estaba con el labio partido y magullado por varios sitios hablando con su novia Mónica la hija de Don Julio el vecino.
Al recordar aquel episodio sintió un regusto de resentimiento en la garganta, sensación que le duraría poco pues el himno que grabó Rubén Blades "amor y control" sonaba en la radio y aquella frase que fue inspirada por Dios mismo que reza:"Que a pesar de los problemas
Familia es Familia
Y cariño es cariño"
Le despojó de aquellos pensamientos. Saludó a su papá, ese viejo que se había partido la espalda trabajando durante años para que a él y a su mamá no les faltara nada. Alejandro estaba convencido de que los errores que había cometido, los había pagado con creces.
Sus pensamientos volvieron a su trabajo y en medio de su desempeño se vio interrumpido cuando frente a la puerta del patio que daba a la calle pasó un señor que Alejandro solo lo tenía en referencia como uno de los viejos de la calle siete.
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Cuentos Cortos- Uge Blanco
RandomRecopilación de cuentos cortos que escribo casi a diario mientras trabajo de mensajero o "delivery". La idea es que sorprenderlos, entretenerlos y practicar. Les agradezco su tiempo leyendo y de nada por mi tiempo.