4. El Hijo de Nueva Orleans

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Notita: Se mencionan algunos temas sensibles. Absolutamente nada explícito, pero igual quería poner la advertencia.

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Alastor estaba bastante complacido por cómo había resultado el último par de días.

Desde el momento en que sus labios tocaron los de Lucifer, no habían podido parar de besarse en cada pequeña oportunidad.

Aquel día habían terminado completamente empapados, pero se habían apresurado a darse una ducha caliente, a ponerse ropa seca y a pasar las próximas horas en el sofá, besándose y dándose mimos, hablando de cada momento en el que se habían dado cuenta de que sentían algo el uno por el otro pero ninguno había dicho nada.

Cuando, al día siguiente, bajaron al lobby tomados de la mano, no habían pasado por alto que la recepcionista se veía muy feliz de observar aquello.

Aún no obtenían resultados de la búsqueda del humano, pero Alastor sentía cada vez más aquella sensación magnética en el pecho, así que se estaba dejando guiar por eso mientras caminaban por las calles de la ciudad.

Por supuesto, de repente encontrar a ese humano se había vuelto menos urgente. Seguro, nadie quería que Alastor sufriera las consecuencias, pero es que él estaba demasiado ocupado siendo empalagoso con Lucifer. Esa era una manera en la que no había actuado desde que estaba vivo.

El rubio, por su parte, parecía estar viviendo su fantasía romántica. Quería estar pegado a Alastor todo el tiempo, no desaprovechaba ninguna oportunidad para decirle cosas lindas, y había tomado la costumbre de cortar una pequeña flor cada que se cruzaba con un jardín para dársela a Al, quien solo sonreía y la ponía en el bolsillo o un ojal de su camisa.

Y así, habían llegado a la noche de su primera semana en la Tierra. Lucifer había pagado por algunas noches extra, y el gerente del hotel estaba más que feliz de tenerlos más tiempo hospedados. Seguro que rara vez tenía a un huésped tan dispuesto a gastar una fortuna en hot cakes todos los días.

Ese día se la habían pasado recorriendo la ciudad, esta vez deteniéndose a ver lugares interesantes, y para recordar la ocasión, Lucifer había convencido a Alastor de tomarse algunas fotos juntos.

Dios sabía que Alastor nunca hubiera aceptado esa propuesta de nadie más. Habría repetido su ya conocida frase de que su cara estaba hecha para la radio, y listo. Sin embargo, cuando el rey se lo pidió con su carita de cachorro, él no pudo decir que no.

La verdad, a Alastor le habían gustado los resultados. Tenían una buena colección de fotos de esa tarde, pero su favorita era una donde ninguno de los dos miraba a la cámara. Es más, ambos tenían los ojos placenteramente cerrados mientras compartían un beso, con el mar de fondo.

Habían regresado al hotel cuando vieron la amenaza de lluvia cernirse sobre ellos, y Lucifer le había puesto otra película. Algo alegre esta vez, según él. Y así, Alastor descubrió el género "comedia romántica" con La Boda de Mi Mejor Amigo.

No habían bajado a cenar, pidieron servicio a la habitación, se habían puesto pijama (era curioso cómo, a pesar de que salían todos los días, ninguno de los dos hablaba de comprar un pijama para Alastor, quien a esas alturas, él ya se había acostumbrado a su mitad del pijama de patitos), y se habían metido a la cama.

Ahí era donde se encontraban ahora, iluminados por la luz tenue y cálida de la lámpara de noche. Alastor estaba recostado boca arriba, con la espalda recargada en la cabecera de la cama, mientras Lucifer se hallaba acostado boca abajo sobre él, entrelazando sus piernas cortas con las del hombre más alto, y respondiendo mensajes con una sola mano.

Fue Un Placer (Radioapple)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora