Oscuridad.
Además del sonido de mis pasos, hay otro, otros pasos, otra persona, él tiene la linterna, puedo ver la luz.
¡Corre, corre, corre! —me digo a mi misma en un vago intento de que mis pasos sean más rápidos.
—¡Grace! —escucho mi nombre ser rugido por ese monstruo—. Ven cariño, prometo que no haré nada.
No lo escuches, no lo escuches, solo no lo escuches…
Continuo corriendo a ciegas en medio del espeso y oscuro bosque, hasta sentir las plantas de mis pies abrirse. Duele, pero no me importa. No ahora. Siento el sudor correr por la parte trasera de mi cuello, mi corazón late frenéticamente.Y mis pulmones arden por el esfuerzo al que he sometido mi cuerpo. Todavía no puedo asimilar lo ocurrido.
Aún puedo sentir el líquido viscoso en la cara interna de mis muslos y en mi entrepierna.
Lo perdí.
Murió.
Una dolorosa lágrima brota de mis ojos para luego descender por mi mejilla.
Le fallé...
Me duele el cuerpo, pero el dolor de mi alma es mas fuerte, él vuelve a exigirme que pare, pero no me detengo, tengo que lograrlo, cuando de repente en la tempestad de bosque logro ver algo que me devuelve la esperanza.
Una carretera desierta, no pasa ni un solo auto, sé que tengo que llegar a esa carretera.
Tengo que salvarme.
Él está cerca puedo ver la luz de la linterna y escuchar sus pasos apresurados.
—¡Grace, ven acá!—Está muy cerca, a una distancia de máximo diez metros. No lo sé —. Ven cariño podemos arreglarlo, no es necesario todo este drama.
Corro al límite de mi cuerpo, todo me duele; los brazos por sus zarandeos, el rostro por sus golpes, las piernas, la espalda, mi vientre...
Ya viene. Está muy cerca.
—¡Aléjate! —al responderle con un grito no logro ver una roca de gran tamaño a unos pasos de mí, como consecuencia tropiezo con ella cayendo de cara en el acto, el golpe contra la parte delantera de mi cuerpo es brutal. Mi cuerpo pide rendirse. Escucho su risa burlesca al ver mi caída.
Intento recuperarme de inmediato, volteandome rápidamente. Siento un líquido caliente y de olor agridulce salir de mis fosas nasales para luego bañar mis labios, su sabor es metálico
Es sangre, mi sangre.
Sus pasos se detienen delante de mi cuerpo herido. Cierro los ojos con fuerza y volteo la cabeza en el momento que la luz de su linterna me ciega momentáneamente, para luego pestañear varias veces y enfocar la vista. Y entonces lo sé, sé que se acabó. No lo logré.
Mis lágrimas y sollozos comienzan a llenar el ambiente volviendo todo más divertido para él, y tétrico para mi.
Levanto la vista y entonces lo veo. Veo sus zapatos de una marca fina, sus piernas fornidas cubiertas por un pantalón de pijama a cuadros, su torso adornado por una camiseta gris, sus brazos musculosos que alguna vez me mimaron y... el rostro, el rostro bello del que alguna vez me enamoré.
Pero ahora solo es una bestia.
—Aquí estás, amor. Te he dicho que no me gustan estos juegos —suspira pesadamente —. Debemos arreglar éste problema, cariño.
—P-por fav-or —titubeo con temor—, déjame ir, por favor. —Él se acuclilla frente a mi, estira su mano y toca mi rostro mojado "cariñosamente", y yo únicamente puedo temblar y llorar.
Se ha ido toda mi valentía. Se fue junto con él.
Soy consciente de lo que vendrá.
—Oh, cariño. No puedo. — niega con la cabeza como si algo le causará pesar—. Has sido una mujer muy mala y mentirosa— sisea con enojo —, y yo debo corregirte, esposa mía — acaba diciendo con ese brillo en los ojos, ese que he visto casi que a diario estos últimos meses.
Sonríe, y sé que lo que viene no será bueno para mi.
—T-e a-amo —farfullo regalándole mi derrota — p-perdoname.
—Lo sé, corderito. — cambia de posición arrodillado ante mi cuerpo tendido en el suelo—, pero, no puedo dejar pasar lo que hiciste hoy. —dice antes de llevar sus manos a la hebilla de su cinturón.
No lo logré.
—Por favor…
Desata su cinturón, baja su cabeza y besa la base de mi cuello, estoy tan cansada que no lucho. Ya no importa… sus manos recorren mi cintura de arriba a bajo.
—No… no quiero… —ruego aunque sea en vano.
Él ni me mira solo sigue tocándome y besándome el cuello.
—Por favor, no… —sollozo — Siempre duele…
Una de sus manos viaja a mi muslo desnudo ahora cubierto de tierra y sangre. Su mano toca la cara interna de él, y reacciono. Alargo la mano buscando a ciegas la piedra con la que cai. Al encontrarla cierro con fuerza mis dedos en ella. La mano de Tarit llega a mi entrepierna, y lo hago… con fuerza desmedida, que no sé de donde saco, abalanzo la piedra hacia su cabeza, un golpe seco es el nuevo sonido que acompaña mis sollozos. El cuerpo de Tarit cae inerte sobre el mío…
Lo empujo, y me levanto con dificultad, él está boca abajo sobre la tierra húmeda del bosque. Busco la carretera con la mirada y la hallo, está un poco lejos, tanto que casi no la puedo ver entre los árboles. Doy un paso vacilante hacia ella, pero una mano rodea mi tobillo, mi mirada baja rápidamente. Tarit sostiene mi tobillo con poca fuerza. Sacudo el pie y me libro de su agarre.
—Grace… —susurra.
—No. —digo con voz tosca.
Empiezo a alejarme de él. Primero caminando, tambaleándome, luego corriendo de manera torpe con miedo de que vuelva a levantarse. A lo lejos escucho sus gritos, llamándome una y otra vez. Su voz es cada vez más lejana.
Estoy aterrada, no puedo mentir con ello. Corro no importa hacia dónde. Solo corro. Estoy llorando.
Lloro por lo tonta que fui.
Por mis bebés.
Por lo feliz que pude haber sido.
Por mis decisiones.
Llego a la orilla de la carretera y ahí no hay nada… no hay nadie.
Otra estupidez.
Otro fracaso.
Empiezo a atravesar a oscuras la carretera, no veo nada, las nubes negras han tapado en su totalidad la luna. Han tapado todo. El asfalto de la carretera punza en mis pies, y escucho algo
El ronroneo de un coche.
Me paralizo y mi cabeza gira a varias direcciones, pero no veo nada. Hasta que lo siento. Con una fuerza inquietante mi cuerpo es golpeado y lanzado a varios metros de distancia.
Mi cabeza rebota contra el asfalto y suelto un quejido, intento mantener los ojos abiertos, pero son tan pesados…
Por las rendijas que se han convertido mis ojos, veo una ligera luz… cómo una linterna…
Y nada más.
M.C.M.C
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Un jardín de rosas negras
Romance«La oscuridad... ¿Le temes a la oscuridad? Muchos si, les aterra la idea de que no puedan ver a simple vista lo que los rodea. Acaso tú... ¿Temes a lo que te acecha en toda esa negrura? ¿O nunca ha pasado por tu cabeza, por una minúscula de segund...