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10 de octubre del 2020
Postdam, Alemania
12:44 am

Andrei Wagner.

A lo lejos sigo escuchando las voces provenientes del televisor, pero no es ese sonido el que me despierta. El teléfono de la sala de estar…

Abro los ojos y me incorporo lentamente. Al otro lado del sofá, está Helena, desparramada y muy dormida. Su rostro se arruga, se remueve y bosteza.

—Andy… el teléfono, maldición— se queja.

Resoplo y me levanto.

—Ya voy, ya voy…—digo con cansancio.

Camino por la sala y tomo el teléfono en la pared. Miró a Helena, que se ha sentado, y contestó.

—Ho…

Una voz me interrumpe.

—Detective Wagner, lamento la hora, pero se solicita su presencia — dice la mujer al otro lado de la línea. Luego me dice el lugar donde debo ir y se vuelve a disculpar por la hora.

Me sobo el entrecejo y suspiro.

—De acuerdo, voy para allá.

Cuelgo la llamada y el teléfono, que está en el sofa, timbra cuando llega la dirección exacta del lugar.

Miró a Helena y ella frunce el rostro.

—No puedo creer que te llamen a ésta hora, ¿acaso no tienes permitido dormir? —pregunta indignada.

Me acerco y miro sus ojos verdes.

—Hoy no…

Subo las escaleras que llevan a la plata alta de la casa y en mi habitación, me cambio de ropa, tomó el arma y la placa, y peinó un poco, con los dedos, mi corto pelo.
Al bajar las escaleras Helena sigue en la misma posición.

—No quiero que vayas… — me dice mi melliza, muy preocupada.

Al ver su cara de angustia digo con una sonrisa leve.

—Pensé que habías dicho que era un neandertal aburrido y que no querías mi presencia — ella no me continua el jugueteo.

—Es muy tarde…

Me acerco y beso su coronilla castaña.

—Intentaré venir temprano…

La duda oscurece sus rasgos pero, como no tiene opción, cede.

—Está bien…

Salgo de la casa, con el celular en la mano, y el vecindario está en silencio. Subo al auto, lo enciendo y empiezo a seguir la dirección indicada.

Tardo unos cincuenta minutos en llegar, es una casa de aspecto campestre que fronteriza con un territorio baldío, en Berlín. La entrada está rodeada policías, que están colocando la cinta amarilla, todas las luces interiores están apagadas, y solo las de las dos patrullas iluminan la estancia.

Bajo del auto, no sin antes avisar a Helena que ya llegué al lugar, y camino hacia la entrada ; ahí, dos agentes me saludan y me dejan pasar.

Al entrar, el lugar es tétrico y huele a polvo, no hay luz y cuatro agentes están con linternas. Hay muebles viejos y descuidados, una tele de caja y ¿Ya mencioné el polvo? Hay tanto que se ven sus partículas en la luz de las linternas. Estoy parado en una alfombra verde y fea, y a lo lejos veo a Killian, un compañero, que se acerca.

—¿Caso?

Él voltea sus ojos marrones al ver que no le saludo.

—Sara Park, mujer de unos cincuenta y cinco años, se ha suicidado en la planta alta. Los vecinos del frente fueron los que lo reportaron— me señala la escalera y asiento.

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⏰ Última actualización: Oct 12 ⏰

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