10 de octubre del 2020
Berlin, Alemania
Horas antes
11:19am.Grace Ivanova
El agua templada cubre cada centímetro de mi piel erizada. El sonido constante de las gotas chocando contra el suelo es el único en el baño. Mis ojos arden al ver un nuevo moretón en mi antebrazo. Ya debería haberme acostumbrado a esto, pero simplemente no puedo.
Me niego.
Limpio con cuidado la quemadura en mi muslo, y aunque lo hago suavemente, no puedo evitar que mis ojos se empañen y suelte uno que otro suspiro.
Cuando la herida está totalmente aseada, dejó salir un suspiro tembloroso y busco una toalla para secar mi cuerpo. Al salir me veo obligada a ver mi reflejo por el espejo de exagerado tamaño. Mis ojos verdes se ven opacos, pero eso no es lo que destaca en mi cara. Un moretón decora cínicamente mi pómulo, la comisura derecha de mis labios está partida, y toda mi piel es de un tono enfermo. Rápidamente volteo el rostro…
No quiero verme, cuando lo hago, mi reflejo se burla de mis decisiones y me recuerda lo imbécil que fui.
Si tan solo no hubiera sido así… tal vez, él…
Mis ojos viajan sin mi permiso a mi abdomen.
Mi bebé…
Aún puedo recordar el día que me enteré de mi embarazo. Duró tan poco, ni siquiera lo pude disfrutar. Esa mañana no sabia que mi vida estaba a punto de acabar.
Un violento respingo sacude mi cuerpo al escuchar tres suaves golpes en la puerta.
—Señora Grace, ya debe salir. — es Olga —. El señor Tarit acaba de llegar.
Mi corazón se acelera y con las manos temblorosas tomó el albornoz rosa y me lo coloco. Al salir observo el rostro de la mujer que lleva más de una década trabajando para mi esposo. Yo la conocí hace un año, cuando me casé. Cuando pensé que era feliz…
El rostro cuarentón de Olga es desdichado, al igual que el de todos los que vivimos en la Mansión Ivanov. Cualquiera pensaría que una gran mansión escondida en el bosque es un lugar acogedor y tranquilo, pero no es así, nunca es así. Todos vivimos con terror.
—¿Dónde está?
Ella mira mi rostro con pesar y luego me responde.
—Está en su despacho con un socio. — asiento y camino hacia la cama, donde dejé la ropa antes de entrar al baño —. ¿Cómo sigue de la quemadura de ayer?
Trago saliva, dejando caer la tela que me cubre al suelo, ella jadea al ver mi cuerpo.
—Oh, Dios mio. — se acerca un poco y me mira suplicante—. Por favor, Grace. Deje de provocarlo, mire cómo la dejó ayer.
—Sabes que yo no lo provoco. — le digo molesta —. Él es un maldito enfermo.
Ella palidece.
—¡Shh! No diga eso. Alguien la puede escuchar.
Lo sé…
Ya ha pasado antes. Él tiene oídos por todas partes.
De pronto una mayor preocupación vine a mí.
—¿Conseguiste lo que te pedí? —susurro lo más bajo posible. Ella asiente.
—No se lo había podido decir, pero desde ayer está en uno de los cajones del baño. — Ella me habla en el mismo tono y yo suspiro —. Hágalo cuando él no esté.
Asiento.
>¿Puedo preguntar algo?
Asiento
—Sí.
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Un jardín de rosas negras
Romance«La oscuridad... ¿Le temes a la oscuridad? Muchos si, les aterra la idea de que no puedan ver a simple vista lo que los rodea. Acaso tú... ¿Temes a lo que te acecha en toda esa negrura? ¿O nunca ha pasado por tu cabeza, por una minúscula de segund...