La noche caía sobre la imponente mansión Calderón, envolviéndola en un manto de misterio que solo la luz de la luna osaba penetrar. Era una de esas noches en las que el aire parecía cargado de secretos, de historias no contadas y promesas de revelaciones. Las paredes de piedra de la mansión, cubiertas de enredaderas y musgo, habían sido testigos de generaciones de la familia Calderón, y parecían susurrar viejas leyendas a quienes se atrevían a escuchar.
Lucía observaba la escena desde el balcón del segundo piso, sus manos apoyadas en la barandilla fría de hierro forjado. Desde allí, podía ver cómo los invitados llegaban uno tras otro, envueltos en abrigos elegantes y vestidos de gala, descendiendo de lujosos carruajes que brillaban bajo la tenue luz de las antorchas. La fiesta anual en la mansión Calderón era un evento que nadie en el pequeño pueblo quería perderse. Pero para Lucía, aquella era su primera vez, y aunque había estado emocionada al principio, una inquietud inexplicable se había apoderado de ella desde el momento en que puso un pie en la propiedad.
"Es simplemente deslumbrante, ¿no crees?" Claudia, su mejor amiga, se acercó por detrás, su vestido rojo carmesí ondeando suavemente con el viento. Se apoyó en la barandilla junto a Lucía y siguió su mirada hacia los jardines que se extendían más allá de la entrada principal. Las rosas, en su esplendor nocturno, se mecían suavemente al compás del viento, sus pétalos resplandeciendo bajo la luna llena.
"Sí, deslumbrante..." murmuró Lucía, aunque sus pensamientos estaban muy lejos de la belleza del lugar. Había algo en el aire, algo que no podía describir pero que la inquietaba profundamente. La mansión, con su arquitectura majestuosa y jardines bien cuidados, debería haberla impresionado, pero en lugar de eso, la hacía sentir... vigilada.
Claudia, ajena a la preocupación de su amiga, se giró hacia ella con una sonrisa juguetona. "Vamos, Lucía. Deja de estar tan pensativa. Esta noche es para divertirnos, para bailar y conocer a gente interesante. ¿Quién sabe? ¡Puede que encuentres a alguien especial!"
Lucía soltó una risa suave, aunque forzada. "Claro, Claudia. Solo dame un momento. Necesito tomar un poco de aire fresco antes de unirme a la fiesta."
Claudia la observó con preocupación, pero finalmente asintió. "Está bien, pero no te tardes demasiado. ¡Te estaré esperando cerca de la pista de baile!" Con esas palabras, se dio la vuelta y desapareció por las escaleras que llevaban al gran salón, donde la música ya comenzaba a resonar con más fuerza.
Lucía esperó a que su amiga se fuera antes de alejarse del balcón y bajar por un pasillo lateral que conducía al jardín. A medida que se adentraba en los terrenos de la mansión, el sonido de la fiesta se desvanecía gradualmente, sustituido por el murmullo de las hojas al viento y el susurro de las fuentes de agua que salpicaban el jardín. Una paz inquietante la envolvió, y aunque una parte de ella quería regresar a la calidez del interior, algo en el jardín la llamaba.
El jardín de rosas se extendía ante ella como un laberinto de colores y fragancias. Lucía caminó entre los rosales, sintiendo cómo el suave aroma la envolvía, embriagándola con su dulzura. Cada paso que daba parecía sumergirla más en un mundo apartado del tiempo y el espacio, un lugar donde la realidad se difuminaba con los sueños.
Al llegar al centro del jardín, se detuvo frente a una fuente antigua de mármol, cuyas aguas reflejaban la luz de la luna como un espejo cristalino. El agua burbujeaba suavemente, creando un sonido que la relajaba y al mismo tiempo, la mantenía alerta.
De repente, un frío inexplicable recorrió su espalda. No era el frío de la noche, sino algo más profundo, algo que la hizo temblar involuntariamente. Miró a su alrededor, pero no vio nada fuera de lo común. Sin embargo, el sentimiento de ser observada crecía con cada segundo.
"¿Hay alguien aquí?" Su voz sonó débil, casi inaudible, pero el silencio que siguió fue aún más perturbador. El viento pareció cesar, y por un momento, el mundo entero quedó en suspenso.
Y entonces, la vio.
Una figura alta y delgada se materializó lentamente entre los rosales, como si emergiera de las sombras mismas. No tenía un rostro definido, solo una forma oscura que se movía con una gracia inquietante. Sus ojos, dos orbes brillantes en la oscuridad, la miraban fijamente, y Lucía sintió que esos ojos podían ver dentro de su alma.
"¿Por qué estás aquí, Lucía?" La voz resonó en su mente más que en sus oídos, profunda y envolvente, como si proviniera de todos lados a la vez.
Lucía dio un paso atrás, su corazón latiendo desbocado. "¿Quién eres?" Su voz temblaba, pero se esforzó por mantener la compostura. "¿Qué es este lugar?"
La figura inclinó la cabeza ligeramente, como si la estuviera estudiando. "Este lugar es mucho más de lo que parece. Yo soy el guardián de los secretos que se ocultan aquí, secretos que han sido olvidados por el tiempo pero que aún viven en estas tierras."
"¿Qué secretos?" Lucía sentía una mezcla de curiosidad y terror. Todo en su ser le decía que debía irse, pero algo en la voz de esa figura la mantenía anclada al suelo, incapaz de moverse.
"Secretos que podrían cambiarlo todo," continuó la figura, su tono ominoso. "Pero no todos los secretos están destinados a ser descubiertos. Algunas verdades son demasiado peligrosas para ser conocidas, incluso para aquellos que las buscan."
Lucía tragó saliva, su mente luchando por procesar lo que estaba oyendo. "No entiendo... ¿Por qué me dices esto a mí?"
La figura pareció flotar hacia adelante, acercándose más a ella, hasta que estuvo a solo unos pasos de distancia. Lucía podía sentir una energía extraña emanando de su presencia, una energía que la hacía sentir pequeña, vulnerable.
"Porque, Lucía, eres diferente. Hay algo en ti que atrae a las sombras, algo que las llama y las despierta. El destino te ha traído aquí por una razón, y pronto lo entenderás. Pero ten cuidado, porque no todos los que buscan la verdad sobreviven a lo que encuentran."
Antes de que Lucía pudiera responder, la figura se desvaneció en el aire, dejando solo un rastro de frío y un eco en su mente. El jardín, que había estado sumido en un silencio sobrecogedor, volvió a la vida con el susurro del viento y el murmullo del agua en la fuente.
Lucía quedó paralizada, con el corazón todavía latiendo con fuerza. La sensación de irrealidad persistía, y durante un largo rato, no supo qué hacer. Todo en su interior le gritaba que lo que acababa de vivir no podía ser real, pero la sombra, sus palabras, la intensidad de su mirada... todo había sido demasiado vívido para ser un simple sueño.
Finalmente, dio un paso atrás, alejándose de la fuente, su mente girando en mil direcciones. Necesitaba regresar a la fiesta, encontrar a Claudia, contarle lo que había visto. Pero, ¿cómo podría poner en palabras algo tan inexplicable?
Con pasos lentos y vacilantes, Lucía se dirigió de regreso a la mansión, sus pensamientos nublados por lo que acababa de experimentar. Sin embargo, justo antes de cruzar la puerta que la llevaría al interior, una idea se arraigó en su mente, una idea que no podía ignorar.
La sombra le había hablado de secretos, de verdades peligrosas que estaban ocultas en la mansión. Y aunque su instinto le decía que debía mantenerse alejada, una parte de ella, la parte más curiosa y temeraria, sabía que no podría resistirse a intentar descubrirlos.
Al entrar nuevamente en la mansión, con la música y las risas llenando sus oídos, Lucía supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Algo oscuro y misterioso la había elegido, y aunque no sabía a dónde la llevaría, estaba decidida a seguir ese camino, cueste lo que cueste.
Porque en el fondo, algo dentro de ella ya había sido despertado, algo que clamaba por respuestas.
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Secretos Entre Las Sombras
Mystery / ThrillerLucía nunca imaginó que una simple fiesta en la antigua mansión Calderón cambiaría su vida para siempre. La imponente residencia, envuelta en misterio y sombras, esconde secretos que llevan décadas enterrados entre sus muros. Una noche, impulsada po...