Capítulo 4

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Minerva Knight

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—¡Ya despierta que se hace tarde!

¿Cómo es que llega tan temprano? ¿Acaso no tiene sueño? Quiero dormir más. No quiero ir a esa entrevista de trabajo, aunque sé que tengo que ir. Me estiro y me enrollo en mis mantas. ¡Ah! En serio no me quiero levantar, está tan calientito y cómodo aquí, pero Helen no me dejará en paz. Me quito la cobija con pereza y me quedo sentada en la cama mientras miro a molesta mejor amiga.

Hoy lleva un elegante mono largo de un solo hombro en tono marrón satinado, que realza su figura con un lazo en la cintura. Complementa su look con un anillo sencillo dorado, otro más elaborado, una bolsa de hombro clara con detalles dorados y unas sandalias de tacón alto en tono nude. Su cabello pelirrojo y sus ojos azules resaltan aún más su belleza esta mañana.

Helen deja su bolso sobre mi cama y me toma de la mano, arrastrándome hacia el baño. La sigo, todavía medio dormida. Me coloca bajo la ducha y se aleja mientras abre la llave del agua.

—¡Joder, ¡qué fría!

Miro a Helen, que me observa encogiéndose de hombros.

—Si esperaba hasta que te despertaras, me llevaría más tiempo. No me quedó otra opción —dice.

La miro mientras me quito la ropa. Helen añade:

—Bueno, te dejo para que te duches rápido. Recuerda que la entrevista empieza a las 9:30 AM, no PM, así que apúrate. Te espero en el coche.

Sin más, se va, y yo termino de quitarme todo y me baño. Al salir, ya tengo en mente qué me voy a poner, así que voy directo al armario. Elijo una camisa blanca clásica y, encima, un top negro asimétrico que le da un toque moderno. Lo combino con unos pantalones negros de pierna ancha que estilizan mi figura. Añado unos aretes dorados y una pulsera delicada, junto con un bolso de mano en blanco y negro. Completo el look con tacones altos negros. Mi cabello largo negro lo dejo suelto y me hago un delineado, que resaltan mis ojos cafés oscuros.

Mientras me arreglo, una inquietud se va gestando en mi interior, como si algo oscuro e inevitable se avecinara. Mis ojos se encuentran con los del reflejo en el espejo, pero lo que veo no es la imagen familiar que solía reconocer. Son pozos profundos, completamente negros, sumidos en una oscuridad densa, como si una tinta espesa los hubiera reclamado.

Esto ya me ha ocurrido antes. La última vez, fueron mis cuernos, cuatro de ellos, los que emergieron de mi cabeza. También mis venas se tiñeron de negro, como si un líquido viscoso las recorriera, pulsando con una energía oscura. No sé qué significan estas visiones. A veces me pregunto si ese monstruo que se refleja ante mí es una manifestación de lo que realmente soy, una sombra de esa parte de mí que es monstruosa y que ha tomado forma física.

Un escalofrío se desliza por mi columna y lucho por mantener la calma. Inhalo profundamente, cierro los ojos y me alejo del tocador, con cada respiración intentando, casi desesperadamente, recuperar el control. Lo he hecho cada vez que veo algo así; necesito apartarlo de mi mente, como si pudiera expulsar la presencia que siento, una presencia que parece acechar justo en el límite de mi percepción.

Camino por la habitación con pasos inseguros, sintiendo una opresión en el pecho. Con manos temblorosas, tomo mis pastillas antidepresivas, preguntándome si mis alucinaciones podrían estar relacionadas con ellas. Sin embargo, sé que esto me ha ocurrido desde mucho antes de empezar a tomarlas. Solo debo esperar y tener paciencia.

Vuelvo a mirar al espejo, esta vez al espejo grande que me muestra mi reflejo de cuerpo entero. Un grito ahogado se forma en mi garganta al ver que no solo mis ojos han cambiado. Mis venas, negras como el azabache, parecen relámpagos que recorren mi piel, extendiéndose hasta mi rostro. Mi iris se ha vuelto de un morado intenso, y mi respiración se acelera, como si mi pecho estuviera siendo comprimido por una fuerza invisible.

AbismoWhere stories live. Discover now