Capítulo 5

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Actualidad-Nueva York

La escena del accidente era un caos desolador de luces parpadeantes y sirenas aullando bajo la luz implacable de la mañana. El sol, aún bajo en el cielo, lanzaba rayos fríos que apenas lograban calentar el pavimento. El coche de Minerva, un amasijo irreconocible de metal destrozado y cristales esparcidos, estaba atrapado entre otros vehículos, sus bocinas resonando como un grito desesperado por ayuda.

Los paramédicos, con rostros tensos y movimientos rápidos, trabajaban frenéticamente para liberar a Minerva de entre los restos retorcidos. Su cuerpo, casi sin vida, respiraba de manera superficial, cada aliento un jadeo doloroso que llenaba el aire con una sensación de urgencia y desesperación. Le colocaron un collarín cervical y, con sumo cuidado, la subieron a la camilla, asegurándola antes de deslizarla hacia la ambulancia, que esperaba con su puerta abierta como una boca ansiosa.

Dentro de la ambulancia, el ambiente era tenso y cargado de preocupación. El monitor cardíaco emitía pitidos irregulares, cada uno un eco de la lucha de Minerva por aferrarse a la vida. Uno de los paramédicos ajustaba la mascarilla de oxígeno sobre su rostro pálido, mientras otro insertaba una vía intravenosa en su brazo magullado. "Tiene pulso, pero es débil", murmuró uno de ellos, su voz quebrada por la gravedad de la situación.

La ambulancia se precipitaba a toda velocidad hacia el Hospital Presbyterian, sus luces rojas y azules reflejándose en las ventanas de los edificios, que parecían observar el drama con una indiferencia fría y distante. Los paramédicos trabajaban con una urgencia desesperada, administrando fluidos y medicamentos en un esfuerzo frenético por estabilizar a Minerva, mientras el sonido de la sirena cortaba el aire matutino como un grito de auxilio.

El paramédico, alcanzó el radio y lo acercó a su boca mientras su mirada se mantenía fija en el monitor cardíaco de Minerva, observando cómo las líneas fluctuaban peligrosamente.

—Hospital Presbyterian, aquí Unidad 47, llegamos en cinco minutos. Paciente femenina, aproximadamente 28 años, involucrada en colisión múltiple, atrapada en el vehículo durante un tiempo indeterminado. Presenta trauma craneal severo, posible hemorragia interna. Pulso débil, presión arterial en 70/40 y cayendo. Necesitamos equipo de trauma listo en sala de emergencias. Repetimos, llegamos en cinco minutos.

La voz que respondió desde el hospital sonaba firme, pero con un trasfondo de urgencia contenida.

—Recibido, Unidad 47. Equipo de trauma estará esperando. Procedan con máxima precaución.

El paramédico, tras asegurarse de que Minerva estaba en las manos del equipo de trauma, tomó un respiro profundo. Sacó la identificación de la joven entre los objetos que habían recuperado de la escena del accidente. Minerva, apenas consciente, sujetaba el celular con la poca fuerza que le quedaba, el paramédico lo toma.

En el hospital, Helen estaba en su oficina, una habitación bañada por la luz amarilla del sol de la mañana que se filtraba a través de las persianas. Estaba terminando de revisar unas cosas para comenzar a trabajar, cuando mira su teléfono, ve que hay una llamada perdida de Minerva, sin contener su sonrisa llama nuevamente.

—¿Ya me extrañas? —dijo Helen, sonriendo divertida.

—Soy el paramédico a cargo. La señorita Minerva Knight ha sufrido un accidente grave. Está siendo trasladada ahora al Hospital Presbyterian. Estamos llegando al hospital en unos minutos.

El mundo de Helen se desmoronó en un instante. "¡Dios mío!", exclamó, su voz ahogada por la angustia.

—Es usted fami... —el paramédico no termina de preguntar cuando Helen corta.

AbismoWhere stories live. Discover now